sábado, 31 de diciembre de 2011

Año Nuevo

Me siento ligera, libre de ser y protegida
por cada una de las bendiciones recibidas en este 2011
al cual le agradezco todos los milagros
que me han sucedido,
fruto de la magia de las hadas
y de la luz de los ángeles.

Sentirnos hijos de La Tierra,
respetarla y reverenciarla,
puede conducirnos por el sendero
del reencuentro interior
en el cual vamos recordando
lo que en realidad somos
gracias al cumplimiento de nuestra misión.

Gracias por los momentos inolvidables
y también por aquellos
que me han brindado lecciones,
esas huellas
que una vez aceptadas,
se transforman en todo lo bueno
que podemos recibir
y que hemos venido a recolectar
en la cosecha de la vida.

Gracias a mis guías,
por sus muestras de amor
y por ser los mejores maestros.

Gracias a ellos
por como entretejen las circunstancias
que me traen la información necesaria
para un mayor conocimiento
e integración de los acontecimientos,
que acaban convirtiéndose
en regalos divinos
de crecimiento y de evolución.

Gracias por cada maestro que me enseña,
gracias por emocionarme
con las maravillas de la vida,
que cotidianamente
cruzan ante mis asombrados ojos.

Gracias por guiarme hacia lo sagrado
y lo perfectamente bello,
gracias por estar y ser
y por orientarme
en el camino terrenal.

Gracias a todos vosotros
por leerme.

Os deseo un feliz 2012
en el que se manifieste
toda la belleza
que albergáis
en el corazón.

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Aquí os dejo mi regalo:

jueves, 29 de diciembre de 2011

El ermitaño, el gnomo y la piedra de la cueva


Érase una vez un ermitaño que vivía en una cueva cuyo vigía era una enorme piedra que guardaba la entrada. Un día un gnomo se posó en la piedra para escuchar su alma. La piedra percibía la luz y la sabiduría que desprendía el alma del anciano y se consideraba su amiga y protectora. El gnomo sabía que el alma de la piedra y el alma del anciano eran una y su vínculo de luz era eterno.

El anciano vio al gnomo sentado sobre la piedra y lo invitó a entrar en la cueva. A pesar de que los gnomos no suelen entablar conversación con los humanos, la luz del anciano lo conmovió y el gnomo accedió a pasar unos instantes con el ermitaño.

El diálogo entre ellos se mantuvo fluido e incluso se añadieron a él las palabras del alma de la piedra.

Los tres sellaron un pacto de amistad que iría más allá del tiempo y que, en tiempos actuales, aún permanece.

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miércoles, 28 de diciembre de 2011

El milagro de la vida

El conejo es afortunado de ver y de percibir la nieve fría bajo sus pies.

El conejo sabe que su madre lo protege y cuida de todos sus hijos. Sus hermanos juegan con él y en la madriguera, acumulados, se dan calor unos a otros.

Las flores ofrecen su belleza y su alimento a las mariposas.

La oruga siente el milagro de transformarse en una mariposa emperador. Al despertar, ella se considera una invitada ante la mesa de deliciosos manjares del bosque.

La Tierra nos alimenta y nos ofrece el milagro de la vida.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Cuento de navidad



Érase una vez una niña a quien la vida parecía que había dejado de lado. Era el día de Navidad y se encontraba perdida en el bosque. En la otra punta de un camino vio una casita con una lucecita que iluminaba la entrada. La niña estaba sola. Se había quedado sin familia desde hacía tiempo. Se acercó a la casa, llamó a la puerta y un ermitaño le abrió. La niña musitó unas palabras y el anciano la invitó a entrar. Ese anciano era una persona muy sabia y respetada que vivía en soledad completamente entregado a su misión de estudio. El anciano amablemente ofreció cobijo a la niña y le pidió que se quedara allí pues no tenía adonde ir. La niña le dijo que le pagaría con trabajo. Pasaron el día de Navidad frente a la lumbre en una conversación callada en la que quedó mucho por decir pero todo se desarrolló en una actitud de respeto hacia la atmósfera de silencio y de quietud que presidía la casa. Ésta era tal que un ángel o una hada podría pasar volando frente a ellos y el sonido de su aleteo sería perfectamente audible.

El anciano era muy intuitivo y respetaba la actitud de discreción de esa niña a quien la vida había golpeado tan duramente.

En los días siguientes la niña marchó con el anciano al bosque a recolectar frutas silvestres y plantas medicinales. También apiló pequeños troncos de leña en el cobertizo y ayudó a aquel anciano que le enseñó a sonreír y a abrir el sol de su corazón, ese sol que hasta entonces se había quedado sin luz. Cuando el sol renació, la alegría de la niña se disparó a borbotones y pudo vivir una infancia feliz.

Lo que el ermitaño admiraba más en la niña era que lo hacía todo sin esperar nada a cambio. En un mundo lleno de condiciones eso era un verdadero don.

Cuando la niña tuvo edad para ir a la escuela, el anciano asumió los gastos y la animó para que estudiara aquello que le gustara. Pero, sin duda, su mejor profesor y mentor era ese anciano que para ella se había convertido en su ángel de la guarda desde aquel día de navidad en que él se hizo cargo de su manutención y atención.

En una ocasión, el anciano enfermó y la muchacha lo cuidó y le rezó a Dios para que no se lo llevara de su lado. Algún ángel escuchó sus plegarias porque el sabio anciano sanó. Cuando se curó, el anciano supo que ella era la persona destinada a recibir todos los conocimientos que él había estado acumulando e investigando durante años.

Por tanto, el anciano le preguntó a la joven, si ella así lo deseaba y ella le respondió que sí.

-Ya sabes que para mí eres como una hija- le dijo el anciano.

-Sí, lo supe desde que tuve la fortuna de encontrarte aquel día de navidad.

Desde ese momento, el anciano la instruyó sobre los seres alados de luz del bosque: sobre maestría en yoga y en reiki, la telepatía y sutileza en los movimientos de los elfos, sobre la magia y la clarividencia de las hadas, sobre el amor y el cuidado de los gnomos a los árboles y la vibración de la alegría en la que viven de forma natural los duendes. También le instruyó sobre meteorología y le reveló grandes secretos sobre el alma y la recuperación de los ecosistemas del planeta.

La joven agradeció cada una de estas valiosas lecciones al espíritu navideño pues fue en el corazón de un día de navidad, cuando la alumna encontró a su maestro.

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Aquí os dejo este ángel de navidad

viernes, 16 de diciembre de 2011

Mi paseo con las hadas, los elfos, los gnomos y los duendes del bosque


Un viejo chopo me ofrece el asiento de su tronco. Tras él, el ruido de fondo del río rompe el silencio de este paisaje verde, sublime y encantador que reconozco con el asombro de una niña y que reverencio con el acogimiento de un alma silenciosa que halla su paz en lo sagrado.

El tronco del chopo tiene forma de silla en uno de sus laterales. Ese asiento parece que ha estado mucho tiempo esperándome y no sólo a mí sino también a otros caminantes que desean hacer un alto en el camino para recrearse en la belleza del lugar.

Sentada, escucho el ligero chasquido de las hojas al caer al suelo. El otoño preside ese entorno divino y coloreado que engulle mi atención hacia su naturaleza misteriosa y callada.

Las ortigas alrededor del chopo me trajeron episodios de mi infancia en las montañas. Mis juegos transcurrieron en el campo junto a ellas. Las ortigas no me gustaban porque al tocarlas, me picaba la piel y me salían unas erupciones molestas que desaparecían al cabo de poco. Sin embargo, de mayor me beneficié de sus cualidades beneficiosas para el cabello.

En cada árbol, en cada planta, en el curso de ese río detrás de mí, reconocía la paz que de pequeña habitaba en mi alma. Deseaba recuperarla y que se quedara conmigo para siempre a pesar de todo. Ese era mi mayor propósito y las ortigas estaban ahí para recodármelo. Algún pensamiento juguetón me susurró que yo era silencio y que debía trascender mi ruido mental y el de mi entorno habitual. La vida iba a ser mi maestra para esto. Algo me decía que no me estaba imaginando nada.

Desde pequeña había estado ligada a los seres elementales de la naturaleza: hadas, gnomos, duendes y elfos, por supuesto, mis favoritos: los ángeles. Les pedí en mi interior a todos ellos que me desvelaran los secretos para me recordaran como volar, encontrar mi silencio interior y desarrollar una mente neutral, libre de juicio y de condicionamientos externos para poder vivir en libertad y poder ser lo que había venido a ser: una embajadora entre el reino de las hadas y el de los humanos. Un aleteo rápido y sonoro de un ave que en ese preciso instante cruzó cerca de mí sin ser vista, me confirmó que los seres alados habían escuchado mis peticiones y que se habían comprometido a atenderlas. En agradecimiento, les hice una ofrenda de pétalos de rosas y prometí traerles minerales en el futuro. Adoran esas piedras.

Cada paso en esa naturaleza preciosa y mágica, me acercaba a la niña libre, alegre y sin miedo que un día había sido pero que la vida se encargó de apalear para que se convirtiera en triste. Sin embargo, había llegado el momento de dejar eso atrás y de cortar con lazos insanos que me habían estado ahogando durante demasiado tiempo. Había adoptado el coraje de tomarme tiempo para aclararme, para llevar a cabo mi misión y decirle sí a esas almas que me estaban esperando en el mundo.

Seguía sentada en el chopo. Reparé en que detrás de mí había una pequeña pared de tierra, cuando una ligera cantidad de tierra, se desprendió por ella y me recordó que debía seguir mi camino. Ese lugar activaba al máximo mi intuición. De niña era muy sensible y receptiva a lo sutil y mágico y quería redescubrir ese don de nuevo.

Me paré unos instantes para recoger alfalfa para las aves que tenía en el corral de casa. De pequeña, mis abuelos tenías plantaciones enteras para alimentar a los animales de la granja. El alfalfa me conectó con mis recuerdos con ellos. En ese sentido, la naturaleza me estaba brindando un retroceso que me estaba haciendo mucho bien.

El ruido de fondo del río me calmaba y me transmitía que la existencia siempre sigue su curso y que la vida es un don que no hay que malgastar con pensamientos negativos, al contrario, que hay que aprovechar las dificultades para potenciar lo bueno que nos traen y visualizar con más fuerza que nunca todo lo positivo que reside en nuestra alma. De esta forma, nos rebelamos a nosotros mismos nuestros secretos, y con el aliento del pensamiento positivo, les conferimos la mejor de las vidas: la del momento presente destinado a materializarlos. Tener la valentía de visualizar lo bueno en plena dificultad le confiera la fuerza de un volcán.

Seguí caminando y vi una espiga de diente de león y le soplé para ver volar a sus semillas. De chiquilla solía hacerlo, mientras pedía un deseo. En esta ocasión, antes de soplar, pedí que la especie humana fuera digna de vivir en el mundo, convertiéndose en su protector.

Me senté ante el cauce el río para seguir dejándome subyugar el sonido relajante del agua. Los rayos del sol del mediodía impactaban en la superficie del río donde las olas sobresalían y provocaban la aparición de las burbujas en las bajantes. De pequeña, soñaba con poder cogerlas para soplar y ver como explotaban en el aire pero me resultaba imposible. Sólo podía hacerlo con las burbujas de jabón, no con las del agua del río. Se me antojaba como si el lecho del río protegiera a sus burbujas, otorgándoles vida eterna pues yo siempre las veía allí, dibujando sus formas perfectamente circulares sobre el regazo del río que las amamantaba. Además, las rocas del río se confabulaban con ellas para hacerlo posible. De pequeña percibía la naturaleza como un ente sintiente lleno de vida, muerte, cambio, regeneración y colaboración. Eso era algo que me fascinaba y que me enseñaba a aceptar los ciclos.

Dejé atrás el río y me acerqué a unos columpios. Me senté en uno de ellos y me dejé balancear en el aire, sintiéndome chiquilla y embargándome de la dicha del momento.

Me marché sin prisa de aquel lugar, agradeciendo en cada paso la alegría de sentir y de vivir desde mi corazón de niña.

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sábado, 10 de diciembre de 2011

En el alma del bosque con los seres elementales de la naturaleza


Estar en el alma del bosque resulta una bendición. Fundirse en el trino de los pájaros al amanecer, cuando los primeros rayos acarician la cresta de las montañas, te conecta con lo sagrado del instante que tienes el honor de presenciar.

La niebla a los lejos se ha posado en el valle con una forma tan densa que parece que se haya disfrazado de mar y conforme se va retirando con parsimonía y elegancia a lo largo de la montaña, descubre los picos de las rocas que había estado ocultando con recelo.

El silencio tiñe el lugar con la esencia de lo divino y de lo auténtico y se muestra como un emperador callado que reina sin ser visto ni desvelar su identidad.

El sol se despierta y da vida a todo aquello que está bajo su dominio. Este astro levanta el telón de la noche y otorga el colorido luminoso a la vegetación de la cordillera nevada.


El silencio desayuna con el corazón del bosque y a ellos se unen la magia y la belleza inherente al reino de la naturaleza. Los elfos, las hadas, los gnomos y los duendes comparten el ágape con ellos, mientras celebran la dicha de existir. Los animalitos se acercan a ellos, mansos y confiados, y se rinden al momento y a la compañía de estos seres de luz alados cuya religión es la preservación del planeta.


El graznido de los cuervos irrumpe con tal fuerza que rasga el silencio. Precisamente, con este sonido pretenden enseñorearse del silencio, olvidando que éste se halla en el trasfondo del ruido que emiten.

El encanto y el misterio sutil de la niebla que prerezosamente se pasea todavía sobre algunas praderas, se confunde con el de las nieves de las cumbres en una unión y un equilibrio natural que me fascina. Atestiguarlo es un honor que me impulsa a seguir reverenciando con más fuerza a la Madre Naturaleza, y vivo este sentimiento de manera tan intensa que hace que me olvide del frío que hace.

Me siento diminuta ante tanta grandeza pero intuyo que mi respiración confluye al ritmo de los latidos del vientre terráqueo.

Me emociona la expresión natural de todos los elementos de la naturaleza tan llenos de su ser y de su identificación con el milagro que subsiste en toda forma de vida.

A lo lejos escucho la voz de mi alma gemela, ese ángel de la guarda que me ha enseñado a amar la vida, y que no ha podido resistir la tentación de adentrarse en el bosque para recoger sus frutos y silenciar sus pensamientos en la paz de tan hermoso lugar. Su voz me llama y me recuerda que debo despedirme en secreto del bosque. Lo tomo en mi corazón y le envío reiki a él y al alma del mundo que ha tenido la bondad de acoger a la humanidad en su seno.

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viernes, 2 de diciembre de 2011

Las hadas y los elfos del río

Hoy vivo mi sueño particular en el lecho del río. El sueño de refrescarme en el agua, de recrearme en su sonido relajante y de agradecerle su función nutriente de la tierra y de los que la ocupan.


De pequeña, me encantaba bañarme en el río, arropada por el trino de los pájaros y por la brisa traviesa que soplaba entre las hojas de la vegetación y se escabullía, filtrándose en el agua. Podía sentirla entonces como un cosquilleo que me bajaba hacia los pies, mientras permanecía inmóbil dentro del río, agotada de zambullirme y chapotear sin parar.

Ahora me siento parte del río y aquí le pido a la vida que me ayude a fortalecer mi compromiso con la madre naturaleza para contribuir a preservarla y permitir que brille con la luz que sólo la madre tierra tiene reservada para sus hijos.

Los elfos y las hadas se mantienen en un segundo plano, para no robarle el protagonismo al encanto del momento.

Los rayos del sol me susurran que estamos aquí para sentir y conciliarnos con el hoy y no para perdernos en el camino de las preocupaciones que nos fustigan para no dejarnos ser.

Agradezco todo lo que me ha llevado a este instante de comunión con lo que es y con la sabiduría que rige el Universo. Yo me empeño en ser feliz, aunque a veces no la comprenda. Sé que en todo lo que sucede, se esconde lo divino y que acabará saliendo con la misma naturalidad con que lo hace el arco iris tras la lluvia.

La magia se oculta en cada milagro que nos pasa por alto. La vida está llena de ellos pero a veces tenemos una habilidad especial para ignorarlos. El milagro radica en la existencia en sí misma, en el fluir de los acontecimientos, en el interior de cada uno de nosotros. A veces nos perdemos a nosotros mismos y entonces somos incapaces de reconocernos como milagro y nos volvemos ciegos al milagro que se halla en todo lo demás.

El alma es nuestro mejor regalo. Es un milagro eterno y nuestra mejor maestra pero a muchos les resulta invisible y por eso no saben de su presencia. Está en nosotros y en todo lo que observamos.

De pequeña me emocionaba el equilibrio de lo natural y como todo acaba regresando a su origen. Así de flexible y de obvio resulta todo.

Añoro haber dejado de ser niña pero sigo soñando despierta el sueño del ahora, ese ahora que cobra vida en el latido de mi vibración de agradecimiento, de asombro, de aceptación y de dicha por ser lo que soy. Mis guías, a quienes percibo como seres alados muy ligados a la naturaleza, y todo lo que me ha pasado, me han conducido a etse ahora, ese logro en sí mismo que yo vivo en cada paso sin aferrarme a ninguna expectativa que pudiera modificar la esencia pura de cada momento que yo tengo la bendición de sentir.

La transparencia del agua me transmite que el alma limpia del río, le infunde esa cualidad que la convierte en ella misma. Le pido a ese alma que me enseñe a sanarme y a comunicarme con las hadas sanadoras del agua.

La soledad es el regalo que me permite interiorizarme con paciencia pra acceder a ese grado de mí misma que hasta entonces desconocía. Sin embargo, el dolor me impide entregarme a un nuevo grado de evolución. Ser consciente de ello ya es un primer paso, el siguiente, seguir adentro.

Hay tanta belleza contenida en este lugar y también ante mí que bien merece la pena investigarme a mí misma. Si la veo reflejada fuera, también estará en mí.

Una hoja cae suavemente de un chopo sobre la superficie del río. La hoja se deja llevar por su alma viajante y errante que la guía río abajo, aunque a ella ni tan siquiera parece importarle la dirección, sólo el camino infinito que su alma ha trazado para ella.

Existe un trasiego más allá de nuestra comprensión donde se tejen los hilos del destino con la laboriosidad de un mago que despliega su magia en el horizonte de cada paso que damos. Percibir esa magia que ha sido creada para nosotros, nos coloca en una dimensión que va mucho más allá de lo que somos capaces de ver ahora y que nos conecta con la inmensidad del ser.

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sábado, 26 de noviembre de 2011

Pensamientos de un hada

Paseo por un campo de ensueño sembrado de silencio. El sol del amanecer acaricia las formas terrestres, mientras el rocío baña el alma de las flores. La luna se ha ido tímidamente y las estrellas han cerrado los ojos y su luz. Los rayos del sol se filtran en mis pensamientos y reparten promesas de luz y de bienestar.

Observo y me siento en cada árbol, en cada flor, en cada brote de hierba y es como si ya hubiera formado parte de todo esto, sólo que ahora soy capaz de contemplarlo desde otra perspectiva. Así es el juego de la vida, vivir la existencia desde diferentes ángulos que nos completan.

El ruido de fondo del río me recuerda que estoy en el ahora y camino hacia él. En el lecho, me refresco y siento el gozo de la vivencia del instante. Un ruiseñor me regala su trino y agradezco profundamente estar en ese lugar sagrado y divino, que desprende magia en cada muestra de su ser.

La brisa matutina penetra en mis poros y juega en la superficie de mi piel. También penetra en cada hueco de la tierra, en cada rendija entre planta y planta y, en cada movimiento de su danza, doblega a la vegetación que, ligera y dócilmente, se rinde a ella.

Agradezco infinitamente presenciar el nacimiento del nuevo día y me incluyo en ese estallido de vida que ahora se despierta tras el letargo de la noche. Me siento a meditar ante el río y me imagino deshacerme en el agua y fluir y ascender por ella río arriba hacia la cumbre de las montañas. En la cima, me convierto en nieve y cada copo cae sobre los corazones de los hombres y les aporta dicha, entusiasmo y alegría en una chispa inicial que viene a bendecir al mundo.

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viernes, 18 de noviembre de 2011

Vacaciones de ensueño


Me baño en una playa de emociones serenas y transformadoras, mientras olas de plenitud y de bienestar me arropan el corazón. Pensamientos de luz me acarician el alma y me muestran el burbujeo del mar que me guía hacia las profundidades marinas para desvelarme sus secretos.

Las ondinas custodian con celo las aguas y contribuyen a mantener sus virtudes de transparencia y de cristalinidad. La magia del agua hace que al observar su fluidez y su curso, nos aporte una tranquilidad de espíritu que no sabemos de donde viene, pero que a veces nos impulsa a hacer un alto en el camino para entregarnos a su contemplación.

Tomo una caracola y al acercármela al oído, escucho una sinfonía del mar que me embelesa y que me atrapa en la infinitud de sensaciones acuáticas y chispeantes que el mar me ha rebelado y que me han convertido en su hija junto a las sirenas y las ondinas.

Vuelo con ellas y nado hacia el centro de este entorno líquido en el que mi ligereza es mi piel y sobre ella bailan mis sueños en una dimensión onírica donde la fantasía toma las riendas y se funde en mi ser.

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viernes, 11 de noviembre de 2011

Mi encuentro con los elfos y otros seres elementales de la naturaleza


Me senté a admirar el paisaje. Acababa de llover y el sol acariciaba las hojas amarillentas de los árboles de tal modo que daba la impresión de que el astro rey se fundía en cada una de ellas. Las hojas de los robles vistas a contraluz parecían diamantes que tiritaban al compás de la dulce brisa que secaba las hojas todavía húmedas y que, a la vez, me insuflaba al alma de paz y sosiego.

Un cuervo sobrevolaba con atención la cumbre de la montaña como queriendo atrapar esos reflejos de luz de los árboles que a mí me encandilaban.

Presentía que yo había estado allí mucho antes con alguien muy querido y que su espíritu era ahora su vigía eterno.

El cuervo seguía volando, como reafirmándose en su trono animal y salvaje, y llamó mi atención graznando cerca de mí, recordándome que él era el señor de ese lugar sagrado, de esa naturaleza virgen, que yo había visitado de niña y que ahora había venido a mí en la edad adulta como un regalo del cielo y de los seres alados que antaño había sido mi familia de luz. Y yo los seguía percibiendo profundo en el corazón y aunque en ese momento no los veía, yo intuía con toda convicción que estaban allí. Les hice una ofrenda de pétalos de rosa y les prometí que seguiría encontrando más momentos de recogimiento como ése para sentirme tan cerca de ellos en la intimidad del ser que sólo los lugares elevados como aquél ofrecían, abrazados por las montañas nevadas.

En mis pensamientos, escuché la voz suave de mi abuela ya fallecida, que me susurraba que yo no había obrado mal al dejar atrás vínculos familiares que me ahogaban pero que habían hecho crecer a mi alma con el maestro del dolor. También me transmitió que no me juzgaría más por eso y que yo aprendiera a no juzgar a los demás y a aprovechar al máximo todas las lecciones referentes a esa cuestión que me iban a llegar por designio divino.

Algo me decía que siguiera caminando, mientras admiraba el vuelo imponente y rasante de un ave rapaz que me retaba para decirme que yo tan sólo era una visitante de aquel entorno que se desplegaba como la muestra viviente de la paz de espíritu, que yo había venido a inspirar para que descansara en mi corazón.

Mientras el ave rapaz se dejaba fluir en el cielo otoñal en círculos perfectos, guiada por su instinto, parecía animarme a que siguiera adelante a pesar de mi cansancio, siguiendo los pasos de mi intuición. Simplemente sabría cuál sería mi destino.

Cuando lo vi, me asombré tanto, que lloré de emoción. En una de mis meditaciones tiempo atrás con el alma del planeta Tierra, ella me había regalado imágenes de mí sentada en calma en un campo de espigas doradas, mecidas por el viento. Lo reconocí enseguida y, emocionada, di las gracias a mis guías. Les hice una segunda ofrenda de más pétalos de rosas, pidiéndoles mentalmente orientación y enseñanzas de maestros del corazón. Esos maestros sinceros y plenamente entregados a sus nobles propósitos, que elevan al mundo con su presencia.

Agradecí todas las preocupaciones e inquietudes que me habían impulsado a reencontrarme en aquel paraje natural, al cual había renunciado años atrás por rencillas familiares. Pero regresé porque mi corazón de niña seguía allí y deseaba fundirme con él. Lo hice casi a escondidas, temerosa de que los que me habían hecho tanto daño no pudieran verme.

Las hadas me hicieron saber en un mensaje magistral y directo que aunque yo hacía tanto tiempo que no había estado allí, ellas siempre habían estado conmigo.

Aquel lugar les encantaba y comprendí que no debía dejar que cuestiones personales me apartaran de aquel entorno mágico y verde, que me había visto gatear, dar mis primeros pasos y crecer.

Les ofrecí también a los seres elementales del bosque unos minerales (cuarzo, ónix, turquesa, amatista) para que los tomaran y bailaran a su alrededor con la vibración de la alegría que desprendían de forma natural y que tanto bien hacía al planeta. Estaba segura que se trataba de un lugar casi secreto y tan alejado que nadie podría dañarles ni impedir sus juegos y danzas.

Respiré hondo y reverencié a aquella naturaleza de belleza espectacular que hacía acallar en su presencia maternal y compasiva incluso a las mentes más alteradas. Ante ella, se doblegaban en una actitud de respeto y de acogimiento.

En aquel instante eché de menos al ratoncito que había comprado el día anterior, llamado Elfo en honor a estos seres elementales y guardas de la naturaleza, maestros de reiki y de yoga desde su nacimiento, cuyo propósito siempre incluye a la Madre Tierra. Sabía que me protegían y su cercanía me hacía sentir pequeña pues admiraba profundamente su mente telepática, su invisibilidad, su belleza extrema y sus nobles virtudes. Quizás las rosas y los minerales eran un obsequio minúsculo para la grandeza de su alma, pero les pedí que lo aceptaran y que me ayudaran a encontrar la alegría que hacía vibrar a mi corazón de niña y que el sufrimiento había encogido desde la adolescencia. Con lágrimas en las mejillas hice un llamado para que me ayudaran a sacar todas las capas que me impedían encontrarme conmigo misma, descubrir mi naturaleza estelar y ejercer mi misión para poder regresar a donde pertenecía.

El mensaje silencioso de los elfos fue que a veces para difundir un mensaje o enseñar lo que estamos predestinados a hacer en el mundo, debemos esperar a tener la corriente a nuestro favor. Me pusieron en mi mente el siguiente ejemplo:

-Si deseas lanzar hojas de colores al aire y éste te las devuelve, es que la brisa fluye en dirección contraria a donde ahora estás. Espera con paciencia a que los elementos se muevan paralelamente a ti en tu beneficio y en un abrir y cerrar de ojos, lanzarás sabiduría por doquier a los corazones necesitados de enseñanza. Lo harás de forma natural, automática, arropada por la magia y la luz de tu alma hadada, sedienta de evolución y crecimiento.

Me tumbé sobre el suelo para integrar el mensaje, con mi pluma estilográfica entre los dedos, prometiendo que regresaría de nuevo a recoger las sabias palabras engendradas en aquel paraje natural que hablaba en la brisa, susurraba en cada arroyo y rezumaba intuición y conocimiento ancestral en cada paso del camino. Seguirlo era una bendición que me abría el corazón y lo recargaba de fuerza, ilusión, inspiración y amor a borbotones. Sólo podía decir gracias y seguir alabando el silencio profundo de aquellas praderas, que me recordaba que siempre había permanecido en mi pecho y que ahora abría los ojos y, lentamente, se desperezaba para ofrecerme aquietar mi mente y convertirla en neutral desde la dicha del ser por el sencillo hecho de existir y de sentir la vida a flor de piel, atestiguándola con presencia y atención plena. Algo estaba despertando en mi interior.

Los elfos me pedían en mis pensamientos que sintiera mi vientre como el contenedor del regazo de la madre naturaleza, del crecimiento de la vegetación, del fluir de los manantiales y lagos, de la paz infinita de las estrellas que con su luz bendicen y embellecen nuestros sueños y eso me reconfortaba.

Sabía que algo nuevo se instauraba en mi vida.

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viernes, 4 de noviembre de 2011

La paciencia según las hadas

Las hadas nos enseñan que la paciencia es la llave maestra que nos enseña a saber reconocer el instante preciso en que debemos actuar para conseguir lo que nos corresponde. La paciencia nos pone en paz con el hecho de se deba esperar mucho o poco tiempo en conseguir nuestro propósito. La paciencia requiere de fe y de interiorización con uno mismo y de una firme convicción en las creencias que nos impulsan a aparentemente mantenernos pasivos pero que luego nos darán la fuerza de actuar con coraje y convencimiento. Actuaremos ni antes ni después, sino cuando llegue nuestro momento. La persona paciente no desespera porque sabe manejar el no saber y no deja que el miedo a la duda o la inseguridad condicione su vida, sino que integra la incertidumbre como un elemento necesario para valorar y actuar desde la seguridad y será precisamente ésta la que hará que tenga la sensatez y la eficacia de llevar a cabo las acciones necesarias cuando su momento se presente ante ella.

Una persona paciente:

  • Sabe escuchar sin dejarse presionar o influir negativamente por los comentarios ajenos
  • Sabe que en la vida hay momentos para todo y ha aprendido a aceptarlo
  • Sabe escucharse a sí misma y tiene claras sus pretensiones
  • Sabe escoger
  • Suele permitir, por naturaleza no suele resistirse
  • Es prudente, discreta, no hace habitualmente juicios de valor de crítica o de queja
  • No busca destacar ni ocupar una posición de protagonismo
  • Es humilde
  • Es sabia y compasiva porque ha aprendido a comprender
  • Está en paz consigo misma y con el instante


Las hadas nos transmiten que la paciencia es un don que nos conecta con la luz del alma, con esa sabiduría que hemos venido a desarrollar, la que nos permitirá reencontrarnos con nosotros mismos y que, cuando estamos preparados, compartiremos con los demás. Compartiremos cuando estamos preparados para hacerlo, no antes, cuando nos sentamos llenos y completos con nosotros mismos y desde nuestro centro y nuestra fortaleza interior, podamos ayudar a los demás. También es importante saber reconocer quién está preparado para recibir nuestros dones y nuestra ayuda pues en todos los procesos se da y se recibe. Por ello, todas las partes implicadas deben estar preparadas no sólo para recibir, sino para dar o aportar lo que toque para adquirir una mayor seguridad en nosotros mismos, desarrollar nuestro potencial y alcanzar un grado de madurez óptimo.

La impaciencia nos impide adoptar buenos criterios porque es como un velo en la mente que hace que actuemos de forma visceral o por impulso y que provoca que nuestras percepciones sean erróneas, demasiado rápidas o apresuradas. La impaciencia también hace que no escuchemos buenos consejos y que no seamos capaces de tomarnos el tiempo necesario para valorar otras posibilidades, es decir, la impaciencia nos encierra en una sola opción y nos hace correr a toda prisa. La impaciencia suele ir acompañada de angustia o de ansiedad.

Una persona impaciente no sabe esperar al momento adecuado y actúa a contracorriente para lograr el objetivo de su fijación mental.

Una persona impaciente:

  • No es flexible
  • Es intolerante
  • No piensa mucho antes de actuar
  • En lugar de dejar que las cosas vengan a ella siempre va a buscarlas
  • No sabe escuchar
  • Se deja dominar por sus pensamientos y, a veces, por las opiniones de los demás, aunque no le convengan
  • Adopta la prisa como una forma de vida
  • Le gusta hacer muchas cosas a la vez y cuando más rápido, mejor
  • Es crítica con sus errores y con los de los demás
  • Correr en la toma de decisiones le causará bloqueos en el futuro y hará que le cueste tomar decisiones acertadas.

La paciencia es una virtud que nos conecta con la sabiduría del alma, aquella que sabe reconocer y actuar en el momento preciso, no antes. La paciencia hace que sepamos adoptar una forma de pensar que acepta las cosas tal como son, cediendo (que no es lo mismo que rendirse) y teniendo fuerza, cuando no se puede hacer nada o bien adoptar la valentía necesaria para cambiarnos a nosotros mismos o a la situación.

A veces, es necesario ceder bien porque la vida nos muestra que nuestra percepción no es la idónea a la situación o bien para que aprendamos a seguir esperando a que llegue el instante de actuar desde una posición mental no de desesperación sino de de serenidad y neutralidad ante circunstancias que etiquetamos como adversas. Cuando renunciamos a influir en una situación, no forzamos y dejamos que todo sea, casi sin darnos cuenta y cuando menos lo esperamos, actúa la magia de la vida y abrimos un nuevo camino donde todo se transforma y queda todo colocado en el sitio que le corresponde.

Una persona paciente no es una persona pasiva que se resigna a su suerte sino una persona que está en paz con los procesos de la vida y con cada una de sus fases.

Paciencia puede ir unida a aceptación, prudencia y serenidad.

Los procesos inherentes a la evolución de la naturaleza y sus diferentes ciclos son un claro ejemplo de paciencia y de sabiduría.

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viernes, 28 de octubre de 2011

La Casa de las Hadas Protectoras


Audio del cuento:




Desde niña dibujaba hadas. Se habían convertido en su centro y a veces le parecía que se movían en la hoja de papel donde las había plasmado con carboncillo. También las pintaba y las mostraba al mundo etéreas, ligeras, gráciles. Parecían elevarse sobre el lienzo. Un hada temblorosa se levantó del cuadro y escapó de él. Voló hacia la ventana y la cruzó.

Tras el jardín de la casa se hallaba el bosque, de tal manera que formaban un todo. A veces animalillos heridos venían del bosque y entraban en ese jardín. Cuando la joven los encontraba, los curaba. Siempre había tenido un sexto sentido. Y los animales lo sabían por eso acudían a ella.

El hada temblaba porque la tristeza estaba apagando su luz. La joven le envió su amor y liberó al hada de su dolor. Después, entró en casa y les pidió a todas las hadas que ella había dibujado que si querían comunicarse con ella, ése era el momento. Tímidamente las hadas le confesaron que se sentían atrapadas en sus dibujos por lo que la niña permitió que se marcharan. Lo hicieron por el mismo lugar por donde había huido la otra hada y se reunieron con ella en el jardín que resguardaba el alma de esa casa. La llamaban la Casa de las Hadas Dibujadas.


El grupo de hadas conoció la libertad y el regalo de dicha y de vida que su estado libre les aportaba. Percibir el rápido aleteo de sus alas las conectó con su alma, mientras su luz hadada les embargaba el corazón. La brisa se deslizaba entre sus pliegues de luz y las luciérnagas jugaban con ellas. Seres afines se habían reunido.

Delante de ellas había algunos pomos de flores. Su belleza las embelesaba. Las hadas se maravillaron ante el milagro del crecimiento de las flores. El momento del florecimiento las entrega serena y dócilmente al momento presente y éste, mágicamente, se doblega ante ellas. Las flores vienen a mostrar su ser al mundo, siendo conscientes de la bendición de la vida y de la aceptación de los procesos.

Tras el letargo al que las hadas habían estado sumidas cuando estaban en los dibujos, ahora las hadas despertaban a la explosión de la vida y al milagro de atestiguarla y de vivenciarla en toda su plenitud y grandeza por primera vez en ese jardín idílico, que rezumaba intuición y magia.

Pero el espíritu libre de las hadas las impulsó a marcharse hacia el bosque donde se alimentarían del néctar y de dulces frutos. Antes de partir, miraron hacia atrás y vieron como la muchacha cuidaba con mucho amor de las flores y plantas de su jardín. La joven sabía que las hadas la observaban y les dijo:

-Las flores son mi mayor bendición. Y ellas reciben ahora la alegría que os embarga desde que sois libres de ser.

Un hada le respondió: -Eres creativa, intuitiva y sabia. Generosamente, nos has liberado. Además, ofreces tu tiempo a las flores y a los animalitos enfermos. Esta es la razón por la que el bosque te ha traído tan cerca de él, a esta hermosa casa. A partir de ahora, se llamará la Casa de las Hadas Protectoras pues nosotras vamos a estar siempre cerca de ti. Desde este instante, entre nosotras y tú existe un vínculo eterno de luz.

El alma sosegada de la joven sonrió ante estas palabras pues sabía que a partir de ese momento ella había ganado amistades auténticas, nobles y sinceras. Las hadas se convirtieron en sus amigas de luz y depositaron en ella su magia y sus secretos.
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viernes, 21 de octubre de 2011

Cuento de los niños de cuerpo sutil


Audio del cuento:

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Cuenta la leyenda que existe un planeta más allá del tiempo y de cualquier dimensión conocida al cual van a parar los niños a quienes no se les ha permitido disfrutar de una infancia feliz. Estos niños están presentes en su cuerpo sutil cuya aura destila un hermoso color violeta-azulado que resalta la belleza de sus ojos despiertos y alegres. Parecen los ojos del cielo. La Madre del Universo cuida de ellos y el Arco Iris los mece en su regazo de luz y les permite soñar los pensamientos de las hadas, duendes, gnomos y elfos que nunca se separan de ellos.

Racimos de estrellas y cometas juguetones los siguen, velando por ellos allá donde vayan. Los juegos y las risas se suceden en una espiral gigante de inocencia y naturalidad que trasciende a cualquier emoción dañina que hubieran podido sentir con anterioridad y la purifica, alquimizando su esencia para retornarla a su equilibrio original.

La vegetación del lugar arrulla sus sueños y abraza cada momento que viven como una bendición eterna. Ellos son el milagro de aquel lugar y éste les retorna con creces aquello que les ha pertenecido siempre por el hecho de ser y de existir.

Son niños que han perdonado el dolor sufrido y que ahora se abren a su luz interior y se sienten florecer en cada instante, sienten la vitalidad del ser como el mayor de los regalos. Pasean de la mano de su alma amiga y ellos le brindan sus palabritas inocentes y espontáneas las cuales revolotean con la energía de las alas de las hadas y se escapan hacia el firmamento hasta tocar el corazón de los ángeles emocionados con tal lenguaje infantil, que ellos encuentran divino y dulce.

Son niños que nos observan sin juzgarnos y nos animan a actuar desde el corazón, un lugar que no alberga dudas, donde se refugia nuestra certeza, ecuanimidad y sabiduría. Son niños que nos dicen que hay un padre o una madre en todos nosotros y que debe saber mirarlos con los mismos ojos que ellos nos miran a nosotros. También nos dicen que despertemos a la divinidad que reside en cada uno de nosotros y que aprendamos a escucharla para descubrir y disfrutar nuestra grandeza y brindarla a los demás.

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Más agradecimientos


Quiero agradecer a los usuarios de los blogs de los sigüientes enlaces, que han tenido el detalle de publicar en sus espacios virtuales textos de mi autoría. Aquí os dejo los enlaces:

http://muybuenavida.blogspot.com/2011/03/las-hadas
-y-el-origen-del-amor.html

http://mayte-poemasyreflexiones.blogspot.com/2011/03/me-disuelvo-en-la-luz-rosada-del.html

En su ejemplar nº 39 del mes de octubre la revista literaria Letras publica en sus páginas 7 y 8 un artículo de mi autoría titulado: La compasión según las hadas. Aquí os dejo en enlace:


La revista de comics Magazine 2012 del editor Manel Villena de MP Ediciones (http://edicionesmp.blogspot.com/ ) publica en sus páginas un artículo mío titulado: Acerca de las Hadas. Este magazine está a la venta y podéis adquirirlo en:

tiendacapitancomics@gmail.com


¡No os lo perdáis!

jueves, 13 de octubre de 2011

Pilar Argés ilustra mi cuento El pájaro y la estrella


Os presento un proyecto que me ha hecho mucha ilusión llevar a cabo con María Pilar Argés, el hada de los cuentos, del blog Cuaderno de colores. Hemos trabajado en colaboración en el cuento de mi autoría El pájaro y la estrella el cual ella ha ilustrado con preciosas imágenes. Y es que ella dibuja como los ángeles. Sus creaciones son etéreas, inspiradoras y cautivadoras. La sencillez de cada trazo en sus dibujos emana de una mente creativa que ha nacido para plasmar la belleza y la autenticidad.

Trabajar con ella ha sido un verdadero placer para mí y me ha llenado y gratificado de corazón su compromiso y el resultado obtenido.

Este es el enlace de su blog donde anuncia nuestra colaboración en este cuento:

http://educarges.blogspot.com/2011/10/el-pajaro-y-la-estrella.html

Espero que podamos seguir trabajando en equipo pues el proceso ha sido tremendamente motivador y es que trabajar desde y por el corazón es un placer que nos conecta con el verdadero significado de sentirse vivo.

Aquí os dejo el cuento virtual con mis textos y los dibujos de Pilar inspirados en ellos. Espero que os guste y que lo disfrutéis tanto como lo he disfrutado yo.


PRESENTACIÓN DEL CUENTO EL PÁJARO Y LA ESTRELLA

AUTORA: María Jesús Verdú Sacases

ILUSTRACIONES: Mª Pilar Argés García


lunes, 10 de octubre de 2011

La niña triste


Audio del cuento:

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Érase una vez un niño que nació para sentirse vivo, con devoción por cada instante. Nada podía acallar a la juguetona voz de su corazón ni a las maravillas que sus ojos eran capaces de contemplar. A su paso, el cielo respiraba a pleno pulmón para vestirse de gala e irradiar los más bellos colores que se hubiesen visto jamás. El niño tomaba esos colores con sus diminutas manos y los colocaba en su regazo para que la Madre Tierra sintiera su agradecimiento. Cada momento en la vida del niño desprendía vitalidad pues había nacido para hacer que la magia cobrara vida.

El niño sonreía con el trino de los pájaros, fluía con la misma naturalidad que lo hace el agua e irradiaba chispas de felicidad, cuando los rayos del sol le tocaban el alma.

Un día una niña triste se le acercó. La niña no había conocido la alegría y era incapaz de reconocer los colores, pues la oscuridad y el llanto eran los huestes de su corazón. Pero algo impulsó a la niña a acercarse al niño. El niño le dio la mano y ambos partieron hacia el que iba a ser su nuevo camino.

El arco iris reverenció el momento, inclinándose con su colorida cola multicolor y las espigas del campo se doblaron mansamente al paso de los niños. La naturaleza había preparado ese encuentro pues aquellos niños habían nacido para experimentar las emociones que ennoblecen el alma y poderse sentir en libertad de ser y en el pleno reconocimiento de su propio espacio para el alma y el corazón.

Nada más tocar la mano del niño, la niña dejó de estar triste y, por primera vez, sonrió no sólo al niño sino a la vida. La luz que emanaba de esa sonrisa era potente como una cascada y montones de seres mágicos aplaudieron a ese milagro.

Aún hoy esos niños siguen caminando juntos y compartiendo su sonrisa.

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