jueves, 29 de diciembre de 2011

El ermitaño, el gnomo y la piedra de la cueva


Érase una vez un ermitaño que vivía en una cueva cuyo vigía era una enorme piedra que guardaba la entrada. Un día un gnomo se posó en la piedra para escuchar su alma. La piedra percibía la luz y la sabiduría que desprendía el alma del anciano y se consideraba su amiga y protectora. El gnomo sabía que el alma de la piedra y el alma del anciano eran una y su vínculo de luz era eterno.

El anciano vio al gnomo sentado sobre la piedra y lo invitó a entrar en la cueva. A pesar de que los gnomos no suelen entablar conversación con los humanos, la luz del anciano lo conmovió y el gnomo accedió a pasar unos instantes con el ermitaño.

El diálogo entre ellos se mantuvo fluido e incluso se añadieron a él las palabras del alma de la piedra.

Los tres sellaron un pacto de amistad que iría más allá del tiempo y que, en tiempos actuales, aún permanece.

Safe Creative #1112290825238