sábado, 26 de enero de 2019

Los pájaros y las Hadas

 
 
Los pájaros cantan hoy. Le hablan al viento y a las hadas. Tanto el viento como las hadas revolotean alrededor de los pájaros, convirtiéndose en compañeros de camino.
 
Llega un carruaje al bosque y de él desciende la Reina de las Hadas. Los pájaros acuden a darle la bienvenida y a regalarle sus mejores trinos. La reina los agradece con una reverencia y siguen todos reverenciando, venerando el momento presente, entregándose a él como cachorrillos que se entregan al juego o a los mimos de mamá.
 

El momento transcurre cálido y sereno en la profundidad del bosque encantado, henchido de unidad y por lo tanto no afectado del dolor humano. Cada  ahora vuela con alas de libertad y se posa delicadamente en el ser, despierto, permitiendo, volando con las alas del momento.

Los pájaros hacen piruetas en el cielo para impresionar a la Reina de las Hadas y ésta les guiña el ojo, como gesto de complicidad hacia ellos y hacia la existencia. En el bosque encantado, cada instante se experimenta como un canto tan tierno y amoroso como un pajarillo que sale del huevo y pía por primera vez. La placidez que late en cada habitante de este bosque mágico ondea como una bandera plantada en cada rincón.
 

La energía crepita como el fuego y se eleva como la cresta de las olas hacia un cielo tan inmenso que nadie sabe si tiene final. Aquí nacen los cuentos y leyendas que se les explican a los niños antes de irse a dormir. El espíritu de los niños despierta en este lugar, reconoce la fantasía y la inocencia de cada palabra impresa en los cuentos de hadas y se alimenta de ellos. Por eso los niños creen en las hadas y en la magia del ahora.
 
Autora texto e ilustraciones: María Jesús Verdú Sacases
Texto e ilustraciones inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual 
Técnica ilustraciones: Acuarela o Pastel

miércoles, 2 de enero de 2019

La magia del lago

Estoy en el lago, frente al sol. Me deslumbra un poco, pero en otoño no siempre se siente el calor tan cerca, así que hoy me siento bendecida. Las olas incesantemente van hacia la orilla. Emiten un sonido muy relajante. El agua fluye sin descanso pero no existe esfuerzo alguno en ello, simplemente, es el mero devenir de la existencia.

La magia impregna el lugar. Lo percibo en el ambiente apacible del lago. 

Hay una mata de romero florecido frente a mí. Cuentan que sus flores poseen propiedades mágicas...

Siento un vacío infinito aquí, pero me resulta insondable. Ni tan sólo el silencio logra penetrar en él. 

Magia, belleza, encanto. Eso es lo que me transmite el lago y su bosque. Todo es sereno. Todo reposa en el instante. 

Mi perrita corre hacia mí. Cuando llega, le doy un sonoro beso en su nariz mojada. Se acaba de bañar en el lago.

El viento sopla ligeramente y confiere a este lugar cierto halo de misterio agravado por el hecho de que conforme la tarde avanza, la luz del sol va perdiendo intensidad.  

Veo cristales y minerales rojos y blancos por doquier. Los gnomos quizás custodien las vetas rocosas. Además, hay pinos, piñas y setas por todas partes. Éste les debe resultar un bosque idílico a los gnomos y a los duendes. 



La belleza y el silencio siguen presentes en este paraje natural. De hecho,el sonido de mi estilográfica al escribir desentona con la quietud del lugar. Una atmósfera de presencia abraza el lago. Los rayos del sol se dejan caer sobre la superficie del agua y bailotean en la superficie ondulada. En ese preciso momento, siento la vida, la luz tibia y lo agradezco infinitamente. Esto es la puerta al paraíso. Seguro que las hadas y los duendes danzan aquí cada noche con la luz de las estrellas. ¡Qué afortunados son!

Cierro los ojos y me fundo con la intimidad y el recogimiento de este lugar de cuento de hadas. 

Licencia de Creative CommonsAutora texto e imágenes: M. J. Verdú
Técnica ilustración: Pastel y lápices de colores