Hoy vivo mi sueño particular en el lecho del río. El sueño de refrescarme en el agua, de recrearme en su sonido relajante y de agradecerle su función nutriente de la tierra y de los que la ocupan.
De pequeña, me encantaba bañarme en el río, arropada por el trino de los pájaros y por la brisa traviesa que soplaba entre las hojas de la vegetación y se escabullía, filtrándose en el agua. Podía sentirla entonces como un cosquilleo que me bajaba hacia los pies, mientras permanecía inmóbil dentro del río, agotada de zambullirme y chapotear sin parar.
Ahora me siento parte del río y aquí le pido a la vida que me ayude a fortalecer mi compromiso con la madre naturaleza para contribuir a preservarla y permitir que brille con la luz que sólo la madre tierra tiene reservada para sus hijos.
Los elfos y las hadas se mantienen en un segundo plano, para no robarle el protagonismo al encanto del momento.
Los rayos del sol me susurran que estamos aquí para sentir y conciliarnos con el hoy y no para perdernos en el camino de las preocupaciones que nos fustigan para no dejarnos ser.
Agradezco todo lo que me ha llevado a este instante de comunión con lo que es y con la sabiduría que rige el Universo. Yo me empeño en ser feliz, aunque a veces no la comprenda. Sé que en todo lo que sucede, se esconde lo divino y que acabará saliendo con la misma naturalidad con que lo hace el arco iris tras la lluvia.
La magia se oculta en cada milagro que nos pasa por alto. La vida está llena de ellos pero a veces tenemos una habilidad especial para ignorarlos. El milagro radica en la existencia en sí misma, en el fluir de los acontecimientos, en el interior de cada uno de nosotros. A veces nos perdemos a nosotros mismos y entonces somos incapaces de reconocernos como milagro y nos volvemos ciegos al milagro que se halla en todo lo demás.
El alma es nuestro mejor regalo. Es un milagro eterno y nuestra mejor maestra pero a muchos les resulta invisible y por eso no saben de su presencia. Está en nosotros y en todo lo que observamos.
De pequeña me emocionaba el equilibrio de lo natural y como todo acaba regresando a su origen. Así de flexible y de obvio resulta todo.
Añoro haber dejado de ser niña pero sigo soñando despierta el sueño del ahora, ese ahora que cobra vida en el latido de mi vibración de agradecimiento, de asombro, de aceptación y de dicha por ser lo que soy. Mis guías, a quienes percibo como seres alados muy ligados a la naturaleza, y todo lo que me ha pasado, me han conducido a etse ahora, ese logro en sí mismo que yo vivo en cada paso sin aferrarme a ninguna expectativa que pudiera modificar la esencia pura de cada momento que yo tengo la bendición de sentir.
La transparencia del agua me transmite que el alma limpia del río, le infunde esa cualidad que la convierte en ella misma. Le pido a ese alma que me enseñe a sanarme y a comunicarme con las hadas sanadoras del agua.
La soledad es el regalo que me permite interiorizarme con paciencia pra acceder a ese grado de mí misma que hasta entonces desconocía. Sin embargo, el dolor me impide entregarme a un nuevo grado de evolución. Ser consciente de ello ya es un primer paso, el siguiente, seguir adentro.
Hay tanta belleza contenida en este lugar y también ante mí que bien merece la pena investigarme a mí misma. Si la veo reflejada fuera, también estará en mí.
Una hoja cae suavemente de un chopo sobre la superficie del río. La hoja se deja llevar por su alma viajante y errante que la guía río abajo, aunque a ella ni tan siquiera parece importarle la dirección, sólo el camino infinito que su alma ha trazado para ella.
Existe un trasiego más allá de nuestra comprensión donde se tejen los hilos del destino con la laboriosidad de un mago que despliega su magia en el horizonte de cada paso que damos. Percibir esa magia que ha sido creada para nosotros, nos coloca en una dimensión que va mucho más allá de lo que somos capaces de ver ahora y que nos conecta con la inmensidad del ser.
De pequeña, me encantaba bañarme en el río, arropada por el trino de los pájaros y por la brisa traviesa que soplaba entre las hojas de la vegetación y se escabullía, filtrándose en el agua. Podía sentirla entonces como un cosquilleo que me bajaba hacia los pies, mientras permanecía inmóbil dentro del río, agotada de zambullirme y chapotear sin parar.
Ahora me siento parte del río y aquí le pido a la vida que me ayude a fortalecer mi compromiso con la madre naturaleza para contribuir a preservarla y permitir que brille con la luz que sólo la madre tierra tiene reservada para sus hijos.
Los elfos y las hadas se mantienen en un segundo plano, para no robarle el protagonismo al encanto del momento.
Los rayos del sol me susurran que estamos aquí para sentir y conciliarnos con el hoy y no para perdernos en el camino de las preocupaciones que nos fustigan para no dejarnos ser.
Agradezco todo lo que me ha llevado a este instante de comunión con lo que es y con la sabiduría que rige el Universo. Yo me empeño en ser feliz, aunque a veces no la comprenda. Sé que en todo lo que sucede, se esconde lo divino y que acabará saliendo con la misma naturalidad con que lo hace el arco iris tras la lluvia.
La magia se oculta en cada milagro que nos pasa por alto. La vida está llena de ellos pero a veces tenemos una habilidad especial para ignorarlos. El milagro radica en la existencia en sí misma, en el fluir de los acontecimientos, en el interior de cada uno de nosotros. A veces nos perdemos a nosotros mismos y entonces somos incapaces de reconocernos como milagro y nos volvemos ciegos al milagro que se halla en todo lo demás.
El alma es nuestro mejor regalo. Es un milagro eterno y nuestra mejor maestra pero a muchos les resulta invisible y por eso no saben de su presencia. Está en nosotros y en todo lo que observamos.
De pequeña me emocionaba el equilibrio de lo natural y como todo acaba regresando a su origen. Así de flexible y de obvio resulta todo.
Añoro haber dejado de ser niña pero sigo soñando despierta el sueño del ahora, ese ahora que cobra vida en el latido de mi vibración de agradecimiento, de asombro, de aceptación y de dicha por ser lo que soy. Mis guías, a quienes percibo como seres alados muy ligados a la naturaleza, y todo lo que me ha pasado, me han conducido a etse ahora, ese logro en sí mismo que yo vivo en cada paso sin aferrarme a ninguna expectativa que pudiera modificar la esencia pura de cada momento que yo tengo la bendición de sentir.
La transparencia del agua me transmite que el alma limpia del río, le infunde esa cualidad que la convierte en ella misma. Le pido a ese alma que me enseñe a sanarme y a comunicarme con las hadas sanadoras del agua.
La soledad es el regalo que me permite interiorizarme con paciencia pra acceder a ese grado de mí misma que hasta entonces desconocía. Sin embargo, el dolor me impide entregarme a un nuevo grado de evolución. Ser consciente de ello ya es un primer paso, el siguiente, seguir adentro.
Hay tanta belleza contenida en este lugar y también ante mí que bien merece la pena investigarme a mí misma. Si la veo reflejada fuera, también estará en mí.
Una hoja cae suavemente de un chopo sobre la superficie del río. La hoja se deja llevar por su alma viajante y errante que la guía río abajo, aunque a ella ni tan siquiera parece importarle la dirección, sólo el camino infinito que su alma ha trazado para ella.
Existe un trasiego más allá de nuestra comprensión donde se tejen los hilos del destino con la laboriosidad de un mago que despliega su magia en el horizonte de cada paso que damos. Percibir esa magia que ha sido creada para nosotros, nos coloca en una dimensión que va mucho más allá de lo que somos capaces de ver ahora y que nos conecta con la inmensidad del ser.