viernes, 23 de diciembre de 2011

Cuento de navidad



Érase una vez una niña a quien la vida parecía que había dejado de lado. Era el día de Navidad y se encontraba perdida en el bosque. En la otra punta de un camino vio una casita con una lucecita que iluminaba la entrada. La niña estaba sola. Se había quedado sin familia desde hacía tiempo. Se acercó a la casa, llamó a la puerta y un ermitaño le abrió. La niña musitó unas palabras y el anciano la invitó a entrar. Ese anciano era una persona muy sabia y respetada que vivía en soledad completamente entregado a su misión de estudio. El anciano amablemente ofreció cobijo a la niña y le pidió que se quedara allí pues no tenía adonde ir. La niña le dijo que le pagaría con trabajo. Pasaron el día de Navidad frente a la lumbre en una conversación callada en la que quedó mucho por decir pero todo se desarrolló en una actitud de respeto hacia la atmósfera de silencio y de quietud que presidía la casa. Ésta era tal que un ángel o una hada podría pasar volando frente a ellos y el sonido de su aleteo sería perfectamente audible.

El anciano era muy intuitivo y respetaba la actitud de discreción de esa niña a quien la vida había golpeado tan duramente.

En los días siguientes la niña marchó con el anciano al bosque a recolectar frutas silvestres y plantas medicinales. También apiló pequeños troncos de leña en el cobertizo y ayudó a aquel anciano que le enseñó a sonreír y a abrir el sol de su corazón, ese sol que hasta entonces se había quedado sin luz. Cuando el sol renació, la alegría de la niña se disparó a borbotones y pudo vivir una infancia feliz.

Lo que el ermitaño admiraba más en la niña era que lo hacía todo sin esperar nada a cambio. En un mundo lleno de condiciones eso era un verdadero don.

Cuando la niña tuvo edad para ir a la escuela, el anciano asumió los gastos y la animó para que estudiara aquello que le gustara. Pero, sin duda, su mejor profesor y mentor era ese anciano que para ella se había convertido en su ángel de la guarda desde aquel día de navidad en que él se hizo cargo de su manutención y atención.

En una ocasión, el anciano enfermó y la muchacha lo cuidó y le rezó a Dios para que no se lo llevara de su lado. Algún ángel escuchó sus plegarias porque el sabio anciano sanó. Cuando se curó, el anciano supo que ella era la persona destinada a recibir todos los conocimientos que él había estado acumulando e investigando durante años.

Por tanto, el anciano le preguntó a la joven, si ella así lo deseaba y ella le respondió que sí.

-Ya sabes que para mí eres como una hija- le dijo el anciano.

-Sí, lo supe desde que tuve la fortuna de encontrarte aquel día de navidad.

Desde ese momento, el anciano la instruyó sobre los seres alados de luz del bosque: sobre maestría en yoga y en reiki, la telepatía y sutileza en los movimientos de los elfos, sobre la magia y la clarividencia de las hadas, sobre el amor y el cuidado de los gnomos a los árboles y la vibración de la alegría en la que viven de forma natural los duendes. También le instruyó sobre meteorología y le reveló grandes secretos sobre el alma y la recuperación de los ecosistemas del planeta.

La joven agradeció cada una de estas valiosas lecciones al espíritu navideño pues fue en el corazón de un día de navidad, cuando la alumna encontró a su maestro.

Safe Creative #1112230800530

Aquí os dejo este ángel de navidad