Me baño en una playa de emociones serenas y transformadoras, mientras olas de plenitud y de bienestar me arropan el corazón. Pensamientos de luz me acarician el alma y me muestran el burbujeo del mar que me guía hacia las profundidades marinas para desvelarme sus secretos.
Las ondinas custodian con celo las aguas y contribuyen a mantener sus virtudes de transparencia y de cristalinidad. La magia del agua hace que al observar su fluidez y su curso, nos aporte una tranquilidad de espíritu que no sabemos de donde viene, pero que a veces nos impulsa a hacer un alto en el camino para entregarnos a su contemplación.
Tomo una caracola y al acercármela al oído, escucho una sinfonía del mar que me embelesa y que me atrapa en la infinitud de sensaciones acuáticas y chispeantes que el mar me ha rebelado y que me han convertido en su hija junto a las sirenas y las ondinas.
Vuelo con ellas y nado hacia el centro de este entorno líquido en el que mi ligereza es mi piel y sobre ella bailan mis sueños en una dimensión onírica donde la fantasía toma las riendas y se funde en mi ser.