Audio del cuento:
Desde niña dibujaba hadas. Se habían convertido en su centro y a veces le parecía que se movían en la hoja de papel donde las había plasmado con carboncillo. También las pintaba y las mostraba al mundo etéreas, ligeras, gráciles. Parecían elevarse sobre el lienzo. Un hada temblorosa se levantó del cuadro y escapó de él. Voló hacia la ventana y la cruzó.
Tras el jardín de la casa se hallaba el bosque, de tal manera que formaban un todo. A veces animalillos heridos venían del bosque y entraban en ese jardín. Cuando la joven los encontraba, los curaba. Siempre había tenido un sexto sentido. Y los animales lo sabían por eso acudían a ella.
El hada temblaba porque la tristeza estaba apagando su luz. La joven le envió su amor y liberó al hada de su dolor. Después, entró en casa y les pidió a todas las hadas que ella había dibujado que si querían comunicarse con ella, ése era el momento. Tímidamente las hadas le confesaron que se sentían atrapadas en sus dibujos por lo que la niña permitió que se marcharan. Lo hicieron por el mismo lugar por donde había huido la otra hada y se reunieron con ella en el jardín que resguardaba el alma de esa casa. La llamaban la Casa de las Hadas Dibujadas.
El grupo de hadas conoció la libertad y el regalo de dicha y de vida que su estado libre les aportaba. Percibir el rápido aleteo de sus alas las conectó con su alma, mientras su luz hadada les embargaba el corazón. La brisa se deslizaba entre sus pliegues de luz y las luciérnagas jugaban con ellas. Seres afines se habían reunido.
Delante de ellas había algunos pomos de flores. Su belleza las embelesaba. Las hadas se maravillaron ante el milagro del crecimiento de las flores. El momento del florecimiento las entrega serena y dócilmente al momento presente y éste, mágicamente, se doblega ante ellas. Las flores vienen a mostrar su ser al mundo, siendo conscientes de la bendición de la vida y de la aceptación de los procesos.
Tras el letargo al que las hadas habían estado sumidas cuando estaban en los dibujos, ahora las hadas despertaban a la explosión de la vida y al milagro de atestiguarla y de vivenciarla en toda su plenitud y grandeza por primera vez en ese jardín idílico, que rezumaba intuición y magia.
Pero el espíritu libre de las hadas las impulsó a marcharse hacia el bosque donde se alimentarían del néctar y de dulces frutos. Antes de partir, miraron hacia atrás y vieron como la muchacha cuidaba con mucho amor de las flores y plantas de su jardín. La joven sabía que las hadas la observaban y les dijo:
-Las flores son mi mayor bendición. Y ellas reciben ahora la alegría que os embarga desde que sois libres de ser.
Un hada le respondió: -Eres creativa, intuitiva y sabia. Generosamente, nos has liberado. Además, ofreces tu tiempo a las flores y a los animalitos enfermos. Esta es la razón por la que el bosque te ha traído tan cerca de él, a esta hermosa casa. A partir de ahora, se llamará la Casa de las Hadas Protectoras pues nosotras vamos a estar siempre cerca de ti. Desde este instante, entre nosotras y tú existe un vínculo eterno de luz.
El alma sosegada de la joven sonrió ante estas palabras pues sabía que a partir de ese momento ella había ganado amistades auténticas, nobles y sinceras. Las hadas se convirtieron en sus amigas de luz y depositaron en ella su magia y sus secretos.
Tras el jardín de la casa se hallaba el bosque, de tal manera que formaban un todo. A veces animalillos heridos venían del bosque y entraban en ese jardín. Cuando la joven los encontraba, los curaba. Siempre había tenido un sexto sentido. Y los animales lo sabían por eso acudían a ella.
El hada temblaba porque la tristeza estaba apagando su luz. La joven le envió su amor y liberó al hada de su dolor. Después, entró en casa y les pidió a todas las hadas que ella había dibujado que si querían comunicarse con ella, ése era el momento. Tímidamente las hadas le confesaron que se sentían atrapadas en sus dibujos por lo que la niña permitió que se marcharan. Lo hicieron por el mismo lugar por donde había huido la otra hada y se reunieron con ella en el jardín que resguardaba el alma de esa casa. La llamaban la Casa de las Hadas Dibujadas.
El grupo de hadas conoció la libertad y el regalo de dicha y de vida que su estado libre les aportaba. Percibir el rápido aleteo de sus alas las conectó con su alma, mientras su luz hadada les embargaba el corazón. La brisa se deslizaba entre sus pliegues de luz y las luciérnagas jugaban con ellas. Seres afines se habían reunido.
Delante de ellas había algunos pomos de flores. Su belleza las embelesaba. Las hadas se maravillaron ante el milagro del crecimiento de las flores. El momento del florecimiento las entrega serena y dócilmente al momento presente y éste, mágicamente, se doblega ante ellas. Las flores vienen a mostrar su ser al mundo, siendo conscientes de la bendición de la vida y de la aceptación de los procesos.
Tras el letargo al que las hadas habían estado sumidas cuando estaban en los dibujos, ahora las hadas despertaban a la explosión de la vida y al milagro de atestiguarla y de vivenciarla en toda su plenitud y grandeza por primera vez en ese jardín idílico, que rezumaba intuición y magia.
Pero el espíritu libre de las hadas las impulsó a marcharse hacia el bosque donde se alimentarían del néctar y de dulces frutos. Antes de partir, miraron hacia atrás y vieron como la muchacha cuidaba con mucho amor de las flores y plantas de su jardín. La joven sabía que las hadas la observaban y les dijo:
-Las flores son mi mayor bendición. Y ellas reciben ahora la alegría que os embarga desde que sois libres de ser.
Un hada le respondió: -Eres creativa, intuitiva y sabia. Generosamente, nos has liberado. Además, ofreces tu tiempo a las flores y a los animalitos enfermos. Esta es la razón por la que el bosque te ha traído tan cerca de él, a esta hermosa casa. A partir de ahora, se llamará la Casa de las Hadas Protectoras pues nosotras vamos a estar siempre cerca de ti. Desde este instante, entre nosotras y tú existe un vínculo eterno de luz.
El alma sosegada de la joven sonrió ante estas palabras pues sabía que a partir de ese momento ella había ganado amistades auténticas, nobles y sinceras. Las hadas se convirtieron en sus amigas de luz y depositaron en ella su magia y sus secretos.