viernes, 27 de abril de 2012

Perdida en el bosque...

Me siento un punto de luz enraizado en esta naturaleza que me ancla en la perfección de un sentimiento de libertad que, a su vez, me da alas para adentrarme en el alma y comprometerme a seguir mi verdad.

No sé adonde me llevará la senda del bosque pero su belleza me motiva a continuar caminando para descubrir el sentido de lo auténtico.

El silencio es mi compañero de viaje. Tan sólo me aparta momentáneamente de él, el trino de los pájaros. Si el silencio tuviera algún sonido, sería ése.

Mi intuición me susurra que los pájaros son ángeles disfrazados que alientan nuestro camino de luz en la Tierra.


Aquí es fácil conectar con la divinidad. Le pido a mis guías que alejen mis preocupaciones para que éstas no me impidan disfrutar de la claridad y la lucidez del ahora, pero me doy cuenta de que la que estoy haciendo el esfuerzo para conseguirlo soy yo y que mi fuerza de voluntad me está ayudando a perseverar en mi propósito. 

Ahora me siento en conexión con el instante que aquí, en el corazón del bosque, se vuelve mágico y cambiante. Los rayos de sol vienen y van y yo me tumbo en el suelo, en un claroscuro donde el sonido del viento disipa mis dudas. El manto del sonido me reconforta, se funde con mi latido y me acaricia de forma fugaz pero tan como eficaz como para seguir presente. 

Con las montañas por compañeras, me siento segura. El zumbido de una abeja me recuerda que estaba distraída. Regreso al instante. Existe grandeza en retornar al aquí y al ahora, en lugar de inquietarme por haberme escapado de la dimensión presente.

Desde este rincón secreto, les he ofrendado a mis guías pétalos de una rosa que me regaló mi marido. Estos pétalos vienen cargados de amor, que ojalá regrese a donde pertenece pues todo se va y todo regresa.    

La altitud del valle me acerca a la presencia invisible de los seres de luz que custodian este paraje de ensueño. Percibo como me recargan con su energía vital y sin condiciones. Su mensaje es claro: la vida hay que sentirla sin condiciones, desde un amor sano, sin juicios, desde una conciencia neutral que nos ayuda a aceptar en una actitud de no resistencia pero sin adoptar una postura de servilismo pues uno nunca debe olvidarse de sí mismo.

Desarraigada, desasida, desapegada, desprendida. Así soy ahora pues ése se ha convertido en el techo de mi felicidad porque hace que el vuelo del ser resulte grácil, ligero y tremendamente libre y revelador. Conforme alcanzamos más altura en nuestro vuelo, más secretos nos revela el alma.

Le pido perdón a la Madre Tierra por haberla manchado con mis pensamientos negativos durante años y me comprometo a elevar mi vibración con la fuerza del pensamiento positivio y, así, potenciar mi vínculo con el planeta. Una piña que acaba de caer desde lo alto de la copa de un pino, me confirma que mi intención ha sido escuchada.

Uno de los secretos que me ha revelado mi vuelo de vida es que muchas personas no vienen a cambiar sinó a hacernos cambiar a nosotros y esto supone una gran bendición pues sin pretenderlo, nos impulsan a evolucionar, aunque a ellos les cueste mantenerse en una posición de parón espiritual o, quizás, simplemente se estén tomando una pausa, un respiro antes de despertar. A todos ellos les doy las gracias, los dejo atrás y sigo mi camino por el bosque.


Me detengo en lo que parece ser una madriguera e introduzco en ella dos cristales de cuarzo y una amatista para los duendes y los gnomos. Ellos me obsequian con un momento de paz tan profunda que cierro los ojos y entro en un estado de meditación sublime. Sin embargo, la mejor meditación es la que veo ahora con mis ojos abiertos y la que percibo con el corazón.     
 

Descubro que el lenguaje del alma puede adquirir muchas formas pero que nace de la forma indiferenciada del silencio. El silencio se convierte en un amigo dócil cuando no se espera y, entonces, se mantiene con él un diálogo en el que no son necesarias las palabras, sino sólo la complicidad.

Sigo mi camino y me pierdo hasta que me encuentro a mí misma sana y salva.    
 
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lunes, 23 de abril de 2012

Cuento de la niña del río


Érase una vez una niña que adoraba estar en el río. Algo le decía que antaño ella estaba fundida en el alma de ese lugar acuoso y terráqueo cuya belleza había sido creada para despertar.

Ella sabía que en el sonido de las aguas encontraría la vibración del recuerdo y del infinito que le permitiría elevarse para trascender el sufrimiento y vivir ese camino consciente del ser. Con confianza la niña se columpiaba cada día en el pequeño parque junto al río, mientras sonreía a cada rayo de sol y a cada nube que se desplazaba callada y serena en el cielo azul. La niña miraba ese cielo y en silencio le confiaba sus secretos. Ella sabía que el cielo era su padre y le pidió que los guardara con amor para que los ángeles custodios se los revelaran, cuando los hubiera olvidado.   

Sus recuerdos eran su herencia y en un pasado sanado se halla un presente lúcido, de dicha y de gracia divina donde la magia se muestra en cada instante.

Con el tiempo la niña se perdió, pero un día alguien que la quería le mostró el río en que ella había sido tan feliz..Al principio, ella no lo reconoció pero su intuición la impulsó a volver sola. Allí, se sentía en paz, alguien la acompañaba aunque no pudiera verlo. Sin embargo, de lo que sí estaba segura es de que allí podía vislumbrar un nuevo camino de luz.

El agua cristalina del río ya no guardaba secretos para ella. El fluir de esas aguas sagradas la hacían detenerse y sumergirse en el ahora. El ahora le parecía un abrazo del cosmos que le regalaba besos y palabras de aliento e inspiración que ella se apresuraba a escribir antes de que se marcharan. Tras plasmar esas palabras, el mundo le regaló sus recuerdos, ésos que ella había depositado en los ángeles y que ahora habían regresado a ella en como en un sueño.

La niña se dio cuenta de que lo hermoso siempre está ante nosotros y que en caso de que no existiera nada bello, hay que invocarlo para que se imprima en el pensamiento y regrese a nosotros con la misma naturalidad con que una mariposa bate sus alas y su movimiento sutil se percibe, incluso, en otras dimensiones. La mariposa volverá a batir sus alas y su grácil movimiento seguirá llegando allá donde se necesite y ese amor regresará a sus alas y se seguirá generando a través de ellas. A veces, damos sin darnos cuenta...

La niña pensó:

-Somos creadores de belleza y ésta siempre regresa a nosotros, a la fuente que la creó.-

La niña pasó el resto de su vida creando belleza y ahora ella se ha convertido en la vigía de nuestros sueños junto a los ángeles y, en cada uno de ellos, la niña hace lo que siempre hizo: crear belleza para nosotros.

Ayuda a la niña con tus pensamientos positivos y la niña se mostrará ante ti con sus alas de hada cargadas de obras de plenitud y de amor.

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viernes, 20 de abril de 2012

Vivenciando mis recuerdos...


El sonido de las aguas del río que fluyen por instinto serenas de la mano de la sabiduría ancestral que las guía eternamente, me adentra en el alma y me ayuda a desechar pensamientos ajenos a la perfección del ser que anida en todos. 

La aceptación de lo que etiqueté como como malo, le resta poder a lo que presté tanta atención como para permitir que mermara mis aptitudes emocionales. Sin embargo, ya no me resigno a este proceso sino que simplemente lo suelto, lo libero y me despido de él sin rencores. Lo abrazo para integrar las lecciones que me dejó y le digo adiós para siempre. Ahora me siento yo misma: ligera y en armonía. Soltar es terriblemente liberador.

Visitar en mi tiempo libre este lugar silencioso quebrado ahora por el tañido de las campanas del pueblo, se ha convertido en un ritual en mi vida que me aporta paz de espíritu . Mi pareja, un ángel que bajó a la Tierra para enseñarme a amar la vida, me mostró hace tiempo este paraíso natural que desde hace unos meses se ha convertido en mi vía de escape hacia dentro

Las casas de piedra tienen una belleza particular que armoniza con la orilla del río y con la de este paraje pétreo donde mis guías se han convertido en el testimonio de excepción lo cual lo transforma en un lugar sagrado. Desde aquí agradezco y venero el instante que tengo la dicha de presenciar desde mi alegría interior: esa alegría inocente e innata que sentía cuando era chiquilla y que ahora ha regresado.


No me movería nunca de aquí, seducida y cautivada por la corriente del río, el canto de los pájaros, la profundidad de los valles y la fuerza del momento que me enraiza en estas tierras que testimoniaron mis días de infancia.

Doy gracias por todo lo que ha contribuido al ahora y por este calor matinal que se funde con la luz de mi alma. También doy infinitamente las gracias a las aguas por nutrir el suelo y provocar que mi corazón estalle de dicha y de serenidad. 

Siento a mi corazón tan cerca, que es como si lo tuviera sobre mi piel y su latido besara mi boca.

Veo en cada brizna de hierba, en cada árbol, en cada nube a un pequeño Dios que brinda su luz al mundo y que se expresa desde el sosiego y la integridad con que fue creado.

En este rincón me siento segura y percibo una conexión espiritual con lo divino y lo sublime que todo lo impregna y que sólo puede reconocerse desde la intuición y la capacidad creadora del alma y de la mente a su servicio. 

Aquí vengo a recuperar y a vivenciar mi infancia, ahondando en la libertad de esos días y que ahora se ha traslado al momento en el que vivo. Además, esa sensación de ligereza y de margen de acción se ha apoderado del instante y es mi timón. Pero permito que sea él quien me guíe y en vez de inquietarme, me ha ayudado a conciliarme con la incertidumbre de la vida, la cual encierra cierta dosis de emoción que alimenta mi corazón de niña y me envuelve en un halo angélico y luminoso que me susurra que soy la niña amada del Universo.

A veces siento que durante mucho tiempo atrás estuve aquí y que ahora vengo a recoger las semillas de calma que sembré entonces. Desde este lugar especial honro a mis antepasados, recojo su amor y me libero del karma que sus expectativas pudieran haberme causado. De esta manera, suelto cadenas y dejo que mi alma camine libre, destinada a irradiar la luz que la creó.

 Estoy experimentando 2012 como ese año de bendición donde mis pensamientos se vuelven tan pacíficos como los remansos del agua del río.

El silencio me abraza y me siento arropada por la energía hadada y élfica que se respira aquí. Intuyo que amé durante mucho tiempo este paisaje encantador y encantado, el cual una y otra vez me arrastra hacia él...     

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viernes, 13 de abril de 2012

Sigo agradeciendo con el alma....

Las hadas se bañan en el río junto a las nereidas
y juntas entonan con los ángeles
una sinfonía de amor
que corre libre, sin condiciones
y llega a cada recodo
de todas las dimensiones creadas.

Todos los seres de luz
bailan al unísono
y agradecen infinitamente
este momento de alegría,
que regenera el instante,
y le aporta una chispa de felicidad.

Las estrellas abren los ojos
y se rinden a la melodía
que seduce su luz
y la transforma en perfección.

Todo el Universo se eleva,
ante las notas cautivadoras
que emanan del reino hadado y angélico,
para luego postrarse
ante la belleza de tal creatividad.

El agua del río fluye con el instinto
otorgado por la madre naturaleza
con el don de refrescar las emociones
de quien se acerca a ella.

Desde aquí siento el amor del ser
y el milagro del ahora,
cálido, efímero, radiante.

Desde este estado sólo existe cabida
para el agradecimiento
y el reverenciamiento
de todo lo que es.

Conmemoro el ahora
junto a mis guías.



Permito que las aguas se lleven lo obsoleto
para dejar espacio a la magia del instante
y envío luz y amor a toda la creación.





Mis guías me ayudan
y favorecen que caminen hacia mí
experiencias enriquecedoras
que me conducen
a la delicia de ser.

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martes, 3 de abril de 2012

Desde la paz del bosque

En este día lluvioso aquí me siento tan invisible y a salvo como los elfos y las hadas, que adivino que me observan desde la lejanía, tras la frescura de este rincón natural de ensueño, y los cuales me han empujado hasta aquí. Aunque yo no los vea, los siento conmigo y en el recogimiento y la intimidad del instante reverencio su presencia y les envío un beso desde el calor del alma.

La lluvia cesa y apacigua el momento. La serenidad se apodera del instante e impregna el espíritu animal y vegetal que me rodea, me abrazara con la luz de su corazón. Las nubes empiezan a deslizarse, a corretear entre la maleza y rozan el suelo casi sin querer. Las tengo enfrente de mí, esponjosas, escurridizas y etéreas y las percibo como una bendición que me infunde armonía y confianza. Es como si el silencio naciera aquí y yo hubiera venido a enraizarme en él.

Me siento una con la vegetación y sus raíces de sosiego se anclan en mi alma. Me susurran que fui la niña que corría libre por las montañas y que pronto la veré sonreír. La visualizo, la tomo de la mano y la mezo en mi regazo. Pronto se queda dormida y tiene un hermoso sueño. Pero el mejor sueño es el que se vive despierto desde el ahora pues nos conecta con la perfección del instante visto sin juicios ni temor, respirando agradecimiento y hablándole desde el corazón.

La magia de este lugar me cala tan hondo como la humedad que ha dejado la lluvia. Este parece un bosque de cuento de hadas capaz de albergar vida con el amor sin condiciones de una madre que ama sin esperar nada a cambio.

El instante me agarra y me fundo en su esencia libre de forma, disfrutando de su magneficiencia pero sin tratar de asirlo. La naturaleza de la vida es libre. Así, todo tiene derecho a ser pues es por sí mismo. Tratar de modificar esto mediante el control es una locura.

Existe una fuerza tan grande en la naturaleza que me estremece el simple hecho de percibirla... pero la Madre Tierra tiene el don de llevarnos hacia dentro para reconocer al ser y embebernos de su paz y de la explosión de vida que irradia. Este es un milagro que estoy experimentando en este 2012, el milagro de estar aquí y ahora y de ser consciente de la grandiosidad que se halla en todo incluso en lo diminuto. Ahora percibo la dualidad como algo que hay que aceptar e integrar en nuestra experiencia en bien de un mayor conocimiento para comprendernos mejor y a todo y a todos los están incluidos en nuestro camino.

Me sigo dejando sobrecoger por el ambiente calmo de este paraíso callado sólo rasgado por el sonido fugaz del movimiento rápido de los animales y el canto melodioso de los pájaros. Con su trino elevan la vibración del Universo y le otorgan la condición de sublime y especial.
El planeta Tierra es un lugar único y testimoniar la belleza y perfección que poseen sus paisajes es un regalo del cielo. Intuyo que los ángeles y los seres elementales de la naturaleza custodian este lugar y les pido que sigan protegiendo el mundo para que una mayor conciencia se instale en cada uno de nosotros. El potencial de la raza humana es infinito y puede usarlo en beneficio de toda la creación.

Me quedo inmóvil antes los árboles. Esto me enseña a observar y a ser testigo imparcial de los acontecimientos. Esta constituye una de las mayores joyas de la sabiduría que nos dejaron nuestros antepasados: ser capaces de dejar de emitir juicios y desarrollar una mente neutral y ecuánime. Pero para eso se necesita aprender escuchar más y a hablar menos para que el silencio y la tranquilidad de espíritu se aposenten en nuestros pensamientos. Esto sólo lo consigue la perseverancia, la fe y la paciencia. La paciencia constituye esa maestra que proviene del ser y que nos alienta a caminar más despacio, para comprender cada paso dado y estar alerta sin tensión. Hay que tener mucha paciencia para vencer a la mente parlanchina.

La elevación de este lugar montañoso me conecta con mis ancestros y les transmito mentalmente mi cariño para que sepan que siguen formando parte de mi familia de luz.

En un tiempo anterior todos tuvimos alas y volverlas a desplegar para encontrar nuestro lugar, transcender y elevarnos a donde pertenecemos, forma parte de nuestra misión.

Una mayor luminosidad baña el bosque y noto que lo invisible está más cerca. No siento miedo sino acompañamiento y respeto hacia mi espacio vital. El respeto es el secreto que hace que las relaciones funcionen y que lo diferente pueda convivir sin dañar.

Las nubes están subiendo. Yo me iría con ellas, lejos, hasta el arco iris y me quedaría allí con mi niña interior, bajando por él como si fuera un tobogán.

Resulta todo tan hermoso e idílico desde aquí que las preocupaciones se han escapado... Aquí todo se embellece y el mundo emocional se eleva con la luz del sol.

El sol empieza a acariciar el aura del bosque y la brisa juega con mis cabellos, con las ramas de los árboles y con los duendes que se esconden tras las piedras. Lo divino cobra vida sobre todo cuando la claridad y la transparencia lumínica da paso a una belleza tremendamente viva que antes quedaba oculta. Este momento es espectacular y gratificante.

Las hojas siguen moviéndose al compás de la brisa, mientras las hadas danzan y juegan sin ser vistas.

La existencia es un baile en el que hay que saber hallar el compás del corazón y, entonces, cada paso nos conduce a la perfección que reside en cada uno de nosotros, a esa belleza interior que se convertirá en nuestro legado de vida.

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