sábado, 31 de diciembre de 2011

Año Nuevo

Me siento ligera, libre de ser y protegida
por cada una de las bendiciones recibidas en este 2011
al cual le agradezco todos los milagros
que me han sucedido,
fruto de la magia de las hadas
y de la luz de los ángeles.

Sentirnos hijos de La Tierra,
respetarla y reverenciarla,
puede conducirnos por el sendero
del reencuentro interior
en el cual vamos recordando
lo que en realidad somos
gracias al cumplimiento de nuestra misión.

Gracias por los momentos inolvidables
y también por aquellos
que me han brindado lecciones,
esas huellas
que una vez aceptadas,
se transforman en todo lo bueno
que podemos recibir
y que hemos venido a recolectar
en la cosecha de la vida.

Gracias a mis guías,
por sus muestras de amor
y por ser los mejores maestros.

Gracias a ellos
por como entretejen las circunstancias
que me traen la información necesaria
para un mayor conocimiento
e integración de los acontecimientos,
que acaban convirtiéndose
en regalos divinos
de crecimiento y de evolución.

Gracias por cada maestro que me enseña,
gracias por emocionarme
con las maravillas de la vida,
que cotidianamente
cruzan ante mis asombrados ojos.

Gracias por guiarme hacia lo sagrado
y lo perfectamente bello,
gracias por estar y ser
y por orientarme
en el camino terrenal.

Gracias a todos vosotros
por leerme.

Os deseo un feliz 2012
en el que se manifieste
toda la belleza
que albergáis
en el corazón.

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Aquí os dejo mi regalo:

jueves, 29 de diciembre de 2011

El ermitaño, el gnomo y la piedra de la cueva


Érase una vez un ermitaño que vivía en una cueva cuyo vigía era una enorme piedra que guardaba la entrada. Un día un gnomo se posó en la piedra para escuchar su alma. La piedra percibía la luz y la sabiduría que desprendía el alma del anciano y se consideraba su amiga y protectora. El gnomo sabía que el alma de la piedra y el alma del anciano eran una y su vínculo de luz era eterno.

El anciano vio al gnomo sentado sobre la piedra y lo invitó a entrar en la cueva. A pesar de que los gnomos no suelen entablar conversación con los humanos, la luz del anciano lo conmovió y el gnomo accedió a pasar unos instantes con el ermitaño.

El diálogo entre ellos se mantuvo fluido e incluso se añadieron a él las palabras del alma de la piedra.

Los tres sellaron un pacto de amistad que iría más allá del tiempo y que, en tiempos actuales, aún permanece.

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miércoles, 28 de diciembre de 2011

El milagro de la vida

El conejo es afortunado de ver y de percibir la nieve fría bajo sus pies.

El conejo sabe que su madre lo protege y cuida de todos sus hijos. Sus hermanos juegan con él y en la madriguera, acumulados, se dan calor unos a otros.

Las flores ofrecen su belleza y su alimento a las mariposas.

La oruga siente el milagro de transformarse en una mariposa emperador. Al despertar, ella se considera una invitada ante la mesa de deliciosos manjares del bosque.

La Tierra nos alimenta y nos ofrece el milagro de la vida.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Cuento de navidad



Érase una vez una niña a quien la vida parecía que había dejado de lado. Era el día de Navidad y se encontraba perdida en el bosque. En la otra punta de un camino vio una casita con una lucecita que iluminaba la entrada. La niña estaba sola. Se había quedado sin familia desde hacía tiempo. Se acercó a la casa, llamó a la puerta y un ermitaño le abrió. La niña musitó unas palabras y el anciano la invitó a entrar. Ese anciano era una persona muy sabia y respetada que vivía en soledad completamente entregado a su misión de estudio. El anciano amablemente ofreció cobijo a la niña y le pidió que se quedara allí pues no tenía adonde ir. La niña le dijo que le pagaría con trabajo. Pasaron el día de Navidad frente a la lumbre en una conversación callada en la que quedó mucho por decir pero todo se desarrolló en una actitud de respeto hacia la atmósfera de silencio y de quietud que presidía la casa. Ésta era tal que un ángel o una hada podría pasar volando frente a ellos y el sonido de su aleteo sería perfectamente audible.

El anciano era muy intuitivo y respetaba la actitud de discreción de esa niña a quien la vida había golpeado tan duramente.

En los días siguientes la niña marchó con el anciano al bosque a recolectar frutas silvestres y plantas medicinales. También apiló pequeños troncos de leña en el cobertizo y ayudó a aquel anciano que le enseñó a sonreír y a abrir el sol de su corazón, ese sol que hasta entonces se había quedado sin luz. Cuando el sol renació, la alegría de la niña se disparó a borbotones y pudo vivir una infancia feliz.

Lo que el ermitaño admiraba más en la niña era que lo hacía todo sin esperar nada a cambio. En un mundo lleno de condiciones eso era un verdadero don.

Cuando la niña tuvo edad para ir a la escuela, el anciano asumió los gastos y la animó para que estudiara aquello que le gustara. Pero, sin duda, su mejor profesor y mentor era ese anciano que para ella se había convertido en su ángel de la guarda desde aquel día de navidad en que él se hizo cargo de su manutención y atención.

En una ocasión, el anciano enfermó y la muchacha lo cuidó y le rezó a Dios para que no se lo llevara de su lado. Algún ángel escuchó sus plegarias porque el sabio anciano sanó. Cuando se curó, el anciano supo que ella era la persona destinada a recibir todos los conocimientos que él había estado acumulando e investigando durante años.

Por tanto, el anciano le preguntó a la joven, si ella así lo deseaba y ella le respondió que sí.

-Ya sabes que para mí eres como una hija- le dijo el anciano.

-Sí, lo supe desde que tuve la fortuna de encontrarte aquel día de navidad.

Desde ese momento, el anciano la instruyó sobre los seres alados de luz del bosque: sobre maestría en yoga y en reiki, la telepatía y sutileza en los movimientos de los elfos, sobre la magia y la clarividencia de las hadas, sobre el amor y el cuidado de los gnomos a los árboles y la vibración de la alegría en la que viven de forma natural los duendes. También le instruyó sobre meteorología y le reveló grandes secretos sobre el alma y la recuperación de los ecosistemas del planeta.

La joven agradeció cada una de estas valiosas lecciones al espíritu navideño pues fue en el corazón de un día de navidad, cuando la alumna encontró a su maestro.

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Aquí os dejo este ángel de navidad

viernes, 16 de diciembre de 2011

Mi paseo con las hadas, los elfos, los gnomos y los duendes del bosque


Un viejo chopo me ofrece el asiento de su tronco. Tras él, el ruido de fondo del río rompe el silencio de este paisaje verde, sublime y encantador que reconozco con el asombro de una niña y que reverencio con el acogimiento de un alma silenciosa que halla su paz en lo sagrado.

El tronco del chopo tiene forma de silla en uno de sus laterales. Ese asiento parece que ha estado mucho tiempo esperándome y no sólo a mí sino también a otros caminantes que desean hacer un alto en el camino para recrearse en la belleza del lugar.

Sentada, escucho el ligero chasquido de las hojas al caer al suelo. El otoño preside ese entorno divino y coloreado que engulle mi atención hacia su naturaleza misteriosa y callada.

Las ortigas alrededor del chopo me trajeron episodios de mi infancia en las montañas. Mis juegos transcurrieron en el campo junto a ellas. Las ortigas no me gustaban porque al tocarlas, me picaba la piel y me salían unas erupciones molestas que desaparecían al cabo de poco. Sin embargo, de mayor me beneficié de sus cualidades beneficiosas para el cabello.

En cada árbol, en cada planta, en el curso de ese río detrás de mí, reconocía la paz que de pequeña habitaba en mi alma. Deseaba recuperarla y que se quedara conmigo para siempre a pesar de todo. Ese era mi mayor propósito y las ortigas estaban ahí para recodármelo. Algún pensamiento juguetón me susurró que yo era silencio y que debía trascender mi ruido mental y el de mi entorno habitual. La vida iba a ser mi maestra para esto. Algo me decía que no me estaba imaginando nada.

Desde pequeña había estado ligada a los seres elementales de la naturaleza: hadas, gnomos, duendes y elfos, por supuesto, mis favoritos: los ángeles. Les pedí en mi interior a todos ellos que me desvelaran los secretos para me recordaran como volar, encontrar mi silencio interior y desarrollar una mente neutral, libre de juicio y de condicionamientos externos para poder vivir en libertad y poder ser lo que había venido a ser: una embajadora entre el reino de las hadas y el de los humanos. Un aleteo rápido y sonoro de un ave que en ese preciso instante cruzó cerca de mí sin ser vista, me confirmó que los seres alados habían escuchado mis peticiones y que se habían comprometido a atenderlas. En agradecimiento, les hice una ofrenda de pétalos de rosas y prometí traerles minerales en el futuro. Adoran esas piedras.

Cada paso en esa naturaleza preciosa y mágica, me acercaba a la niña libre, alegre y sin miedo que un día había sido pero que la vida se encargó de apalear para que se convirtiera en triste. Sin embargo, había llegado el momento de dejar eso atrás y de cortar con lazos insanos que me habían estado ahogando durante demasiado tiempo. Había adoptado el coraje de tomarme tiempo para aclararme, para llevar a cabo mi misión y decirle sí a esas almas que me estaban esperando en el mundo.

Seguía sentada en el chopo. Reparé en que detrás de mí había una pequeña pared de tierra, cuando una ligera cantidad de tierra, se desprendió por ella y me recordó que debía seguir mi camino. Ese lugar activaba al máximo mi intuición. De niña era muy sensible y receptiva a lo sutil y mágico y quería redescubrir ese don de nuevo.

Me paré unos instantes para recoger alfalfa para las aves que tenía en el corral de casa. De pequeña, mis abuelos tenías plantaciones enteras para alimentar a los animales de la granja. El alfalfa me conectó con mis recuerdos con ellos. En ese sentido, la naturaleza me estaba brindando un retroceso que me estaba haciendo mucho bien.

El ruido de fondo del río me calmaba y me transmitía que la existencia siempre sigue su curso y que la vida es un don que no hay que malgastar con pensamientos negativos, al contrario, que hay que aprovechar las dificultades para potenciar lo bueno que nos traen y visualizar con más fuerza que nunca todo lo positivo que reside en nuestra alma. De esta forma, nos rebelamos a nosotros mismos nuestros secretos, y con el aliento del pensamiento positivo, les conferimos la mejor de las vidas: la del momento presente destinado a materializarlos. Tener la valentía de visualizar lo bueno en plena dificultad le confiera la fuerza de un volcán.

Seguí caminando y vi una espiga de diente de león y le soplé para ver volar a sus semillas. De chiquilla solía hacerlo, mientras pedía un deseo. En esta ocasión, antes de soplar, pedí que la especie humana fuera digna de vivir en el mundo, convertiéndose en su protector.

Me senté ante el cauce el río para seguir dejándome subyugar el sonido relajante del agua. Los rayos del sol del mediodía impactaban en la superficie del río donde las olas sobresalían y provocaban la aparición de las burbujas en las bajantes. De pequeña, soñaba con poder cogerlas para soplar y ver como explotaban en el aire pero me resultaba imposible. Sólo podía hacerlo con las burbujas de jabón, no con las del agua del río. Se me antojaba como si el lecho del río protegiera a sus burbujas, otorgándoles vida eterna pues yo siempre las veía allí, dibujando sus formas perfectamente circulares sobre el regazo del río que las amamantaba. Además, las rocas del río se confabulaban con ellas para hacerlo posible. De pequeña percibía la naturaleza como un ente sintiente lleno de vida, muerte, cambio, regeneración y colaboración. Eso era algo que me fascinaba y que me enseñaba a aceptar los ciclos.

Dejé atrás el río y me acerqué a unos columpios. Me senté en uno de ellos y me dejé balancear en el aire, sintiéndome chiquilla y embargándome de la dicha del momento.

Me marché sin prisa de aquel lugar, agradeciendo en cada paso la alegría de sentir y de vivir desde mi corazón de niña.

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sábado, 10 de diciembre de 2011

En el alma del bosque con los seres elementales de la naturaleza


Estar en el alma del bosque resulta una bendición. Fundirse en el trino de los pájaros al amanecer, cuando los primeros rayos acarician la cresta de las montañas, te conecta con lo sagrado del instante que tienes el honor de presenciar.

La niebla a los lejos se ha posado en el valle con una forma tan densa que parece que se haya disfrazado de mar y conforme se va retirando con parsimonía y elegancia a lo largo de la montaña, descubre los picos de las rocas que había estado ocultando con recelo.

El silencio tiñe el lugar con la esencia de lo divino y de lo auténtico y se muestra como un emperador callado que reina sin ser visto ni desvelar su identidad.

El sol se despierta y da vida a todo aquello que está bajo su dominio. Este astro levanta el telón de la noche y otorga el colorido luminoso a la vegetación de la cordillera nevada.


El silencio desayuna con el corazón del bosque y a ellos se unen la magia y la belleza inherente al reino de la naturaleza. Los elfos, las hadas, los gnomos y los duendes comparten el ágape con ellos, mientras celebran la dicha de existir. Los animalitos se acercan a ellos, mansos y confiados, y se rinden al momento y a la compañía de estos seres de luz alados cuya religión es la preservación del planeta.


El graznido de los cuervos irrumpe con tal fuerza que rasga el silencio. Precisamente, con este sonido pretenden enseñorearse del silencio, olvidando que éste se halla en el trasfondo del ruido que emiten.

El encanto y el misterio sutil de la niebla que prerezosamente se pasea todavía sobre algunas praderas, se confunde con el de las nieves de las cumbres en una unión y un equilibrio natural que me fascina. Atestiguarlo es un honor que me impulsa a seguir reverenciando con más fuerza a la Madre Naturaleza, y vivo este sentimiento de manera tan intensa que hace que me olvide del frío que hace.

Me siento diminuta ante tanta grandeza pero intuyo que mi respiración confluye al ritmo de los latidos del vientre terráqueo.

Me emociona la expresión natural de todos los elementos de la naturaleza tan llenos de su ser y de su identificación con el milagro que subsiste en toda forma de vida.

A lo lejos escucho la voz de mi alma gemela, ese ángel de la guarda que me ha enseñado a amar la vida, y que no ha podido resistir la tentación de adentrarse en el bosque para recoger sus frutos y silenciar sus pensamientos en la paz de tan hermoso lugar. Su voz me llama y me recuerda que debo despedirme en secreto del bosque. Lo tomo en mi corazón y le envío reiki a él y al alma del mundo que ha tenido la bondad de acoger a la humanidad en su seno.

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viernes, 2 de diciembre de 2011

Las hadas y los elfos del río

Hoy vivo mi sueño particular en el lecho del río. El sueño de refrescarme en el agua, de recrearme en su sonido relajante y de agradecerle su función nutriente de la tierra y de los que la ocupan.


De pequeña, me encantaba bañarme en el río, arropada por el trino de los pájaros y por la brisa traviesa que soplaba entre las hojas de la vegetación y se escabullía, filtrándose en el agua. Podía sentirla entonces como un cosquilleo que me bajaba hacia los pies, mientras permanecía inmóbil dentro del río, agotada de zambullirme y chapotear sin parar.

Ahora me siento parte del río y aquí le pido a la vida que me ayude a fortalecer mi compromiso con la madre naturaleza para contribuir a preservarla y permitir que brille con la luz que sólo la madre tierra tiene reservada para sus hijos.

Los elfos y las hadas se mantienen en un segundo plano, para no robarle el protagonismo al encanto del momento.

Los rayos del sol me susurran que estamos aquí para sentir y conciliarnos con el hoy y no para perdernos en el camino de las preocupaciones que nos fustigan para no dejarnos ser.

Agradezco todo lo que me ha llevado a este instante de comunión con lo que es y con la sabiduría que rige el Universo. Yo me empeño en ser feliz, aunque a veces no la comprenda. Sé que en todo lo que sucede, se esconde lo divino y que acabará saliendo con la misma naturalidad con que lo hace el arco iris tras la lluvia.

La magia se oculta en cada milagro que nos pasa por alto. La vida está llena de ellos pero a veces tenemos una habilidad especial para ignorarlos. El milagro radica en la existencia en sí misma, en el fluir de los acontecimientos, en el interior de cada uno de nosotros. A veces nos perdemos a nosotros mismos y entonces somos incapaces de reconocernos como milagro y nos volvemos ciegos al milagro que se halla en todo lo demás.

El alma es nuestro mejor regalo. Es un milagro eterno y nuestra mejor maestra pero a muchos les resulta invisible y por eso no saben de su presencia. Está en nosotros y en todo lo que observamos.

De pequeña me emocionaba el equilibrio de lo natural y como todo acaba regresando a su origen. Así de flexible y de obvio resulta todo.

Añoro haber dejado de ser niña pero sigo soñando despierta el sueño del ahora, ese ahora que cobra vida en el latido de mi vibración de agradecimiento, de asombro, de aceptación y de dicha por ser lo que soy. Mis guías, a quienes percibo como seres alados muy ligados a la naturaleza, y todo lo que me ha pasado, me han conducido a etse ahora, ese logro en sí mismo que yo vivo en cada paso sin aferrarme a ninguna expectativa que pudiera modificar la esencia pura de cada momento que yo tengo la bendición de sentir.

La transparencia del agua me transmite que el alma limpia del río, le infunde esa cualidad que la convierte en ella misma. Le pido a ese alma que me enseñe a sanarme y a comunicarme con las hadas sanadoras del agua.

La soledad es el regalo que me permite interiorizarme con paciencia pra acceder a ese grado de mí misma que hasta entonces desconocía. Sin embargo, el dolor me impide entregarme a un nuevo grado de evolución. Ser consciente de ello ya es un primer paso, el siguiente, seguir adentro.

Hay tanta belleza contenida en este lugar y también ante mí que bien merece la pena investigarme a mí misma. Si la veo reflejada fuera, también estará en mí.

Una hoja cae suavemente de un chopo sobre la superficie del río. La hoja se deja llevar por su alma viajante y errante que la guía río abajo, aunque a ella ni tan siquiera parece importarle la dirección, sólo el camino infinito que su alma ha trazado para ella.

Existe un trasiego más allá de nuestra comprensión donde se tejen los hilos del destino con la laboriosidad de un mago que despliega su magia en el horizonte de cada paso que damos. Percibir esa magia que ha sido creada para nosotros, nos coloca en una dimensión que va mucho más allá de lo que somos capaces de ver ahora y que nos conecta con la inmensidad del ser.

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