jueves, 26 de enero de 2012

Entrada al país de las hadas


Una entrada al país de las hadas, los duendes, los elfos y los gnomos me recibe. Una rama en forma de arco corona este acceso auna dimensión de luz y fantasía que subsiste en el corazón más profundo del bosque.

Las montañas resguardan y protegen a los seres de luz y les ofrecen sus escondrijos para salvaguardar su identidad y la sabiduría de los secretos ancestrales que celosamente guardan en la luz de sus corazones alados.

El silencio más absoluto es mayor aliado pues estos seres se desenvuelven en una actitud de cautela, sutilidad y discreción que resulta oculta para la mayoría de las personas.

Ellos contagian su vibración de alegría y de juego a todo aquello que les rodea: los árboles, las plantas, los arroyos, los minerales y los animales. Pero, a veces, posan su mirada dulce y transparente en el alma inquieta pero noble y sincera de los niños o en la de algunos adultos que reúnen esas cualidades. Desde la paz del espíritu es posible atraerlos aún sin desearlo ues el desapego es una virtud que poseen los que han logrado vaciar su mente y reconocer su vacuidad para acunar a su divinidad en la luz del alma. Sin apego ni deseo ellos pueden estar contigo y también si se lo pides desde la verdad del corazón.

Ellos han trascendido la dualidad y desde su dimensión de unidad, pueden ayudarte a comprender para que integres nuevas perspectivas que te ayuden a entenderte y a entender la actitud de los demás paraque no los juzques sino que percibas desde tu espacio de neutralidad las razones de los comporamientos ajenos y puedan integrar la dualidad.

Al traspasar la entrada a este mundo, aunque no sé a donde me dirijo, hay algo invisible que guía mis pasos. Mientras los doy con confianza y serenidad, voy encontrando rincones de poder que nutren mi energía vital y que me impulsan a reencontrarme en el recogimiento del alma, allá donde no eres nada y dejas que todo sea. Ese recogimiento me emociona, me cautiva y engulle mi atención hacia dentro.

Vivo este instante como lo que realmente soy: la expresión natural y espontánea de la magia del momento.

Está todo tan silencioso que incluso puedo escuchar y percibir mi respiración pausada que se ha acompasado al ritmo del latido de esta naturaleja salvaje y tremendamente conmovedora.

Aquí di mis primeros pasos y ahora estoy recogiendo la ternura de mis días de infancia y el sentir de esa niña luminosa que no tenía miedo y que cada mañana sonreía al sol y jugaba con sus rayos y por la noche le susurraba a la luna y a las estrellas cuanto las quería.

Aquí creció la niña que corría libre por el bosque y chapoteaba en los barrancos. Esa niña está conmigo y me está mirando con su mirada de asombro y su carita hermosa repleta de pecas de naturalidad y de sabiduría. Esa niñita conocía las leyes del Universo y los procesos que rigen la naturaleza, los cuales atestiguó desde que nació.

Esa niña sabe que es silencio y es sonoridad. Su amigo silencio le toma la mano y para fundirse en él, ella lo recoge en un abrazo para brindarle su aliento de luz y despertar juntos el vínculo de su fuerza.

Esa niña debe reorientar su fortaleza para que, con un simple gesto cálido, pueda despertar a muchos de su letargo. Esa niña recupera su herencia y se la ofrece al alma del planeta Tierra a través de los ángeles. Esa niña que un día fue ángel y que se reúne con otros ángeles aquí encarnados, ahora encuentra a los suyos para recordar y juntos abren las alas de su conocimiento para ayudar y bendecir.


Todos ven su imagen en las aguas cristalinas del río de sus almas y fluyen en paz y en línea con el aquí y el ahora. Se dejan ser y por eso se han vuelto ligeros en su fusión con el infinito. Esto les produce tal gozo que siguen formando parte del río y se dejan llevar conscientes de que la divinidad permanece y opera en ellos. Se han abierto a su maestro interior y éste les ha mostrado su propio reflejo, producto de su armonía en el sentir.

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