Nuestros tesoros interiores provocan la aparición de toda la ayuda exterior que precisamos para materializar las metas, objetivos o sueños que forman parte de nuestro camino. Ser conscientes de cada uno de ellos y conocernos a fondo para no olvidarnos de su existencia, es una de las claves que nos permitirá ser en toda nuestra plenitud y recibir los regalos que la vida nos tiene reservados.
A veces, no recordamos todo lo que ya está en nuestro interior y vamos a buscarlo fuera. Cuando descubrimos que aquello no es lo que esperábamos, nos sentimos desorientados y frustrados. La expectativa nos condiciona y nos ata a un resultado que, si no obtenemos, nos entrega a una sensación de fracaso. Sin embargo, la lección que entraña este hecho es que hay que valorar y reconocer la frescura del ahora que existe en cada paso y no reducir todo el proceso a una mera consecución, pues si lo obtenido fuera diferente, nos impediría plantearnos que incluso podría llegar a ser mejor que lo previsto.
Es importante revisar y recordar todos y cada uno de nuestros recursos, talentos, habilidades o dones, los cuales nos ayudarán a identificar nuestras fortalezas y a aceptar o a pulir nuestros puntos débiles. Si olvidáramos alguno de ellos, el destino podría traerlos al recuerdo mediante una lección.
Reconocer y usar cada uno de nuestros recursos sería el equivalente a un individuo que hace una excelente gestión de su economía.
Para recuperar o descubrir nuestros recursos interiores recibiremos pistas como un comentario ajeno, una experiencia que nos empuje a una señal ineludible o a seguir el rastro de una huella que nos muestra la trayectoria a seguir.
Es importante ser indulgentes con nosotros mismos sin castigarnos, cuando no somos lo suficientemente conocedores de cada uno de nuestros tesoros interiores, pues el conocimiento de uno mismo es una hazaña que, a veces, requiere de toda una vida o incluso de varias. Sin embargo, las hadas nos animan a que nos embarquemos en la aventura emocionante de buscar nuestro tesoro ahora y dentro, no fuera, de tal manera, que si alcanzamos un conocimiento pleno de nosotros mismos, entonces podremos llegar a conocer y a entender a los demás. Para llegar a comprender las actitudes de los demás, a veces, la vida nos lanzará experiencias, que sólo tras ser vividas integraremos y que nos ayudarán a escuchar, identificarnos y a empatizar con otros, cuando les toque experimentarlas a ellos. El dolor, aceptado y bien gestionado, es un maestro que otorga sabiduría, comprensión, humildad y una mayor perspectiva, que nos acercará a nuestra dimensión más humana y espiritual.