Érase una vez dos jóvenes amigas que los eran desde la más tierna infancia. Un día ambas estaban merendando en el bosque, cuando se les apareció un hada que les prometió una vida de dicha y de bendiciones, si ambas contribuían a difundir el mundo de las hadas entre el de los humanos. Las jóvenes accedieron encantadas pues adoraban a los seres de luz voladores que velaban por los humanos. Una de ellas, se dedicó a escribir cuentos para niños y la otra, a la clarividencia, a desarrollar la intuición y al estudio del oráculo de las hadas. De esta manera, ambas ejercían de embajadoras del reino de las hadas en el mundo de los humanos.
Ambas se casaron el mismo día con dos jóvenes que bien pudieran considerarse sus príncipes azules y cuando tuvieron descendencia, ellas siguieron instruyendo a los nuevos miembros venidos a su familia sobre las excelencias y la sabiduría ancestral del mundo de las hadas. Gracias a ello, su familia siempre disfrutó de un trato privilegiado por parte de sus hadas protectoras y desde entonces todos sus integrantes enseñan a los demás a volar y a soñar.