jueves, 30 de junio de 2011




El silbido de la brisa me acaria el corazón,
cuando el sol abre los ojos al alba
y sus rayos abrazan nuestros sueños.

Entonces los ángeles despliegan
un velo de silencio y de libertad,
mientras seguimos dormidos
y nuestras alas nos llevan
al interior del ser.




Halos de luminosos cobran vida
y se deslizan juguetones
entre imágenes fugaces
que a veces olvidamos
al despertar,
pero la luz sigue con nosotros
pues pende del alma,
y le muestra al mundo
nuestra belleza.
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