Aquí os dejo una canalización que he recibido de la Papisa, esa sabia dama del tarot, que nos enseña a dejarnos llevar por la voz interior y descubrir los tesoros interiores, plenamente conectada con las leyes que gobiernan el Universo. En esta canalización también interviene el arcano del tarot, El Loco:
Que
te hayan decepcionado tanto los demás en el pasado, te ha dejado la
mejor de las lecciones: aprender a no esperar nada. Eso te convierte en
una dadora incondicional que no espera recibir nada a cambio y te eleva a
la altura del desapego, esa meta que nos entrega el ansiado regalo de
la libertad del espíritu.
Procura
no etiquetar las cosas ni las actitudes de las personas, en todo caso,
envíales mantras sanadores. Nada es malo ni bueno, simplemente, es como
es: no como debería ser ni como nosotros nos gustaría que fuera. Eso nos
enseña a captar el instante más genuinamente y a sentirnos cómodos en
la incertidumbre de no saber. Pretender controlarlo todo es fruto de la
inseguridad y de una autoestima pobre que busca pilares en lo exterior
en lugar de apoyarse en la más fuerte de las luces: la luz del alma.
El
que es tolerante y deja ser y se entrega al momento, confía en el
espíritu que le insufló vida al nacer y colabora con él y lo hace con
amor. En su mirada brilla la ilusión de los niños.
El
ansia de control no proviene del amor, sino de la imposición y el
despotismo del ego, que sintiéndose pequeñito pretende engrandecerse con
la sumisión de los demás. Pero el que ha aprendido a soltarse ya no
tiene miedo, pues no depende de lo externo y, entonces, todo se le
vuelve manso, agradable, dulce y llevadero. Ha aprendido a no forzar y
es, precisamente, entonces cuando el manto de la vida se adapta a cada
poro de su piel porque ella es por si misma y él es por si mismo. Él
podría ser el Loco del tarot, ese caminante con divertidas ocurrencias,
nómada, desapegado, aventurero, mirador del instante y sin ninguna
posesión ni pertenencia que le ate a un mudo en el que él tan sólo
pretende ser libre, sin ninguna pesadumbre a cuestas. Encima sólo lleva
lo imprescindible y nunca hace planes, sino que permite que la vida los
haga por él. El Loco se ha reconciliado con el paso del tiempo, no tiene
prisa, camina y se deja llevar por sus pasos. El Loco es un loco muy
cuerdo, un loco bendito que le ha dicho sí al presente y lo mira con
dulzura, flexibilidad y aceptación.
Al
Loco sólo le importa el ahora. Silba al instante como anuncio de que el
mejor de los amigos entra en escena: el alma. El alma es la única guía
que rige el destino de un Loco que se ha trabajado a si mismo. Un Loco a
veces inocente, un tanto inmaduro y quizás egoísta, dirían muchos. Pero
hay que ser un poco egoísta para ocuparse de uno mismo, les respondo
yo. Ese egoismo resulta una bendición porque nos permite escucharnos
(aunque no es egoísmo, sino amor a la escucha del alma), mirar hacia
dentro y abrir las puertas de la empatía, la compasión y la
comprensión.
Para
tener un valor equilibrado es preciso haber haber experimentado antes
su opuesto y con discernimiento para saber balancearnos hasta encontrar la
dirección correcta para degustar mejor el instante, saboreando la luz
infinita del alma. Por tanto, si hemos sido malos es la mejor plataforma
de lanzamiento hacia el otro extremo y descubrir qué nos hace sentir
mejor para contactar con la parte más auténtica de nosotros mismos, la
que nos revela nuestra verdad.
Una
vida llena de mentiras es una no vida. Todo lo que destapa verdad, te
hace renacer de forma natural, te sientes bien, sin confusión, sin miedo, con la
mente clara. Tu verdad te hace seguro y fuerte y ésta no tiene porque
gustar a los demás. Cuando empiezas a conocer tu verdad, te sumerges en
tu propio silencio, en una paz que antes desconocías pero que siempre ha
estado junto a ti para que la descubrieras y la integraras en tu
corazón, en cada palabra, en cada gesto, en cada acto o muestra de tu
ser. Entonces, descubres rincones de poder que te conectan con tu
creatividad allá donde menos lo esperas y la improvisación se convierte
en tu aliada, es tu vestido de vida que seduce al ahora. Sabes lo que
tienes que hacer en el proceso preciso, no antes y dejas de mirar a
ciegas o de pronunciar palabras vacías. Eso implica cambios de vida, de
actitud, de escenarios o personas pero la dicha que te proporciona
saber quien eres, bien merece la pena.
Ya
no volverás a sentirte perdido porque has encontrado tu lugar en ti
mismo, el cual no depende de nada exterior pues en todas partes puedes
sentirte tú y todo tu exterior reflejar tu armonía.
Has
aprendido a respetarte y a tomar de ese espacio interior de sabiduría
lo que necesitas para desarrollar tu actividad. La paciencia no se hace
pesada de llevar sino que es tu nueva amiga y las sorpresas no se hacen
esperar.
La
brisa fresca renueva tu horizonte y la belleza es tu nueva bandera de
presentación ante el mundo. Desde tu rostro humilde, una sonrisa asoma
al exterior: eres tú quien en la escuela de la vida has superado con
brillantez lecciones que estaban reservadas a unos cuantos. Ahora puedes
subir otro peldaño más, pero, si no, no te hubiera importado porque
hace tiempo que dejaste de buscar o planear. Si te caes, simplemente te
levantas y sigues adelante. Dejaste de buscar ascensos y, por eso, es
ahora la vida quien te asciende y te muestra el reino del ahora, ése en
el que, incluso, el sufrimiento te mira por encima de los hombros,
mientras tú pasas de largo...
Puedes
llorar, pero en tu interior, incluso cada lágrima te da nuevos motivos
de felicidad. Siempre los tenemos y no debemos dejar que nos pasen
desapercibidos pues la esencia de la vida estriba en pequeños detalles
que reconocidos con la luz del alma vienen a engrandecer nuestra vida.
¿Y
si nuestra verdad estuviera equivocada? Nunca debemos negar dicha
posibilidad, pues los términos absolutos no existen, todo es cambiante,
transitorio, pasajero y, por tanto, también puede serlo nuestra verdad.
No tenemos porque saberlo todo, ¿y qué? el alma sigue viviendo y
aprendiendo eternamente e irá hacia una nueva verdad con todas las
consecuencias.