Abrirse a la magia de la vida es asentarse en lo sencillo, en lo auténtico y saber reconocer lo sublime y lo bello en lo cotidiano que nos rodea. La magia de la vida nos invita a adentrarnos en el momento presente, a detenernos en él y a centrarnos en lo que estamos haciendo.
Cuando vivimos en el ahora, nos dejamos llevar por el cauce de la vida y sabemos mantener la serenidad, la fe en nosotros mismos, la flexibilidad y la aceptación necesarias cuando las cosas no salen como hemos planeado.
La magia del momento presente nos invita a tomarnos la vida sin tantas prisas ni exigencias, a aceptarla como un juego, como una aventura a nuestro favor más que como una competición para demostrar ser el más fuerte. A veces conviene saber retirarse a tiempo y otras es necesario saber jugar nuestras cartas y defender con firmeza aquello en lo que creemos. Si hallamos el punto de equilibrio en cada situación y poseemos un criterio de justicia, paciencia y madurez, construiremos los pilares de una decisión sabia.
Esa misma magia es la que nos empareja con el positivismo, con el optimismo y con la dulzura del preciado y valioso momento presente, aquél que puede presentarnos un emocionante reto o un instante de tranquilidad y aquél con el que fluiremos con intensidad, con seguridad, estando plenamente sumergidos en él pues no retornará. Una excelente opción es vivir sin rencor, soltando el lastre del sufrimiento, habiendo perdonado y sintiéndonos libres por ello. Sin embargo, el perdón resulta más fácil cuando ha pasado un período de tiempo en el que somos capaces de encontrar la objetividad y la perspectiva necesarias para integrar la nueva lección que nos regala aquella experiencia que nos causó dolor.
El estado natural de la transitoriedad de las cosas nos enseña a recrear y potenciar lo positivo, si nos sentimos bien y si nos sentimos mal, analizar las causas de nuestro malestar interior para encontrar alternativas y adaptarse a las nuevas circunstancias o bien plantearse un cambio, si las circunstancias resultan insostenibles. Tratar de controlar y de poseerlo todo nos abrirá las puertas del sufrimiento.
La magia de la vida nos conduce a la paz interna, aquella en la que dejamos de criticar y de generar conflictos y provocar la solución incluso desde una visión en la que sabemos ver la paradoja como algo que puede llegar a complementarnos. En este sentido, la magia y la sabiduría de la vida nos confiere una mayor comprensión de las cosas desde una postura claramente más humana.
La magia de las hadas nos ancla en nuestros sueños pero vividos desde el ahora pues el mejor sueño es el momento presente y por eso no debemos sentirnos esclavos de la proyección hacia el futuro y la dependencia de los resultados en que pudieran encasillarnos y limitarnos nuestras expectativas y deseos. Así pues, podemos empezar a ser felices desde el día de hoy y no condicionar nuestra felicidad meramente a lo externo.
Un consejo que nos dan las hadas es que podemos celebrar la vida que borbotea en nuestro interior y valorar las agradables y placenteras sensaciones que nos transmiten cosas tan simples como la calidez de la mañana, la frescura de la brisa, el relajante sonido del vaivén de las olas o el resplandor de la luna en la noche.
Podemos exteriorizar nuestro potencial, brillar con nuestra propia luz y experimentar la plenitud. Sólo es necesario abrirse a la vida con sinceridad y creyendo más que nunca en nosotros mismos y sobre todo, ser humildes pues es importante saber reconocer los propios errores y no mostrarse vanidoso o egoísta ante el éxito personal o profesional pues el mayor éxito es saber ser cada día mejor persona y nutrir con amor nuestro interior y nuestro entorno.
Extracto de mi página web: