Uno de los conceptos que pueden adquirirse de las hadas es el del renacimiento interior, entendido como un nuevo estado del individuo donde ha aprendido a dejar atrás planteamientos obsoletos e incorrectos, que ha sustituido por una visión más clara, realista y aperturista a través de la integración de la virtud de la flexibilidad y la tolerancia. El individuo se siente renovado, limpio (sin cargas), pleno, agradecido y liberado.
Abrirse a una nueva forma de pensamiento hará posible que la conciencia del individuo se expanda a una nueva visión de la realidad que lo rodea.
El renacimiento interior, consecuencia de una gran transformación personal, es incompatible con la vanidad y la dependencia o la obsesión por los resultados con el fin de disfrutar de los halagos de los demás y así poder alardear de nuestras capacidades ante ellos. Es imposible renacer con defectos que nos anclan en lo superficial del ser. Debemos ser capaces de escarbar, de destapar nuestros tesoros interiores (esos mismos tesoros que constituyen las vitaminas de nuestra dieta emocional), abrirnos a ellos y sentirnos como si naciéramos de nuevo, siendo conscientes de ellos. Son aquellos que nos ennoblecen, que nos aportan, que nos nutren y que nos acercan a la felicidad verdadera, la que no está basada en lo externo porque se asienta de forma natural en el interior del ser.
En el renacimiento interior el individuo no se vincula al éxito, a las expectativas ni a los logros, sino al camino en si mismo, a cada paso que lo conforma, a cada instante que lo integra. Esto hace que se sienta a gusto y en plenitud durante todos los procesos de su vida y que integre los obstáculos como una forma gratificante y desafiante de aprender y de superarse a sí mismo, agradeciendo su presencia como elementos determinantes de una enriquecedora evolución personal. En este punto, la persona ha dejado atrás el orgullo porque sabe que le impide el crecimiento personal y el entendimiento con los demás.
Además, un individuo que ha llegado a este nivel es un individuo sencillo y humilde que sabe que hay que abrirse a experiencias inesperadas y a acontecimientos imprevisibles, en lugar de tratar de controlarlo todo, y que en esto reside la emoción de la vida. La espontaneidad de ciertos hechos de la vida es como un juego para las hadas.
De mi página web: www.mjesusverdu.com
Abrirse a una nueva forma de pensamiento hará posible que la conciencia del individuo se expanda a una nueva visión de la realidad que lo rodea.
El renacimiento interior, consecuencia de una gran transformación personal, es incompatible con la vanidad y la dependencia o la obsesión por los resultados con el fin de disfrutar de los halagos de los demás y así poder alardear de nuestras capacidades ante ellos. Es imposible renacer con defectos que nos anclan en lo superficial del ser. Debemos ser capaces de escarbar, de destapar nuestros tesoros interiores (esos mismos tesoros que constituyen las vitaminas de nuestra dieta emocional), abrirnos a ellos y sentirnos como si naciéramos de nuevo, siendo conscientes de ellos. Son aquellos que nos ennoblecen, que nos aportan, que nos nutren y que nos acercan a la felicidad verdadera, la que no está basada en lo externo porque se asienta de forma natural en el interior del ser.
En el renacimiento interior el individuo no se vincula al éxito, a las expectativas ni a los logros, sino al camino en si mismo, a cada paso que lo conforma, a cada instante que lo integra. Esto hace que se sienta a gusto y en plenitud durante todos los procesos de su vida y que integre los obstáculos como una forma gratificante y desafiante de aprender y de superarse a sí mismo, agradeciendo su presencia como elementos determinantes de una enriquecedora evolución personal. En este punto, la persona ha dejado atrás el orgullo porque sabe que le impide el crecimiento personal y el entendimiento con los demás.
Además, un individuo que ha llegado a este nivel es un individuo sencillo y humilde que sabe que hay que abrirse a experiencias inesperadas y a acontecimientos imprevisibles, en lugar de tratar de controlarlo todo, y que en esto reside la emoción de la vida. La espontaneidad de ciertos hechos de la vida es como un juego para las hadas.
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