Érase una vez un conejito que se encontraba muy afligido. El Hada del Bosque se le apareció y le preguntó porqué lloraba y él respondió:
-Mira en lo que se ha convertido mi bosque, en cenizas. Un incendio lo ha arrasado todo. ¿Dónde empezaré ahora de nuevo?
En ese momento empezó a llover y un hermoso arco iris desplegó sus colores en el cielo.
-Conejito, llega hasta el arco iris y encontrarás tu nuevo hogar. Una hermosa madriguera está ahí esperándote.
Así que el conejito corrió y corrió pero nunca llegaba hasta el arco iris. No paraba de llover y los colores del arco iris siempre resplandecían y embellecían el cielo, pero el conejo nunca llegaba, viéndose obligado a dormir durante las noches a la intemperie. Por la mañana, el arco iris volvía de nuevo, pero no servía de nada porque el conejito nunca conseguía tocar sus colores. Así que se desanimó y lloró de nuevo pero el Hada del Bosque le pidió que secara sus lágrimas y que no cejara en su empeño.
En su camino conoció a una mariposa y a partir de entonces siguieron juntos su camino. El camino se le hacía más llevadero junto a su nueva amiga. Pero llegó un momento en que ambos se sintieron realmente agotados y fue entonces cuando descubrieron que los colores del arco iris se reflejaban en sus cuerpos: ¡por fin hemos tocado el arco iris! La felicidad sustituyó al cansancio y tras atravesar la cortina de colores, se abrió ante ellos un telón mágico que les mostró el Bosque Encantado.
El Hada del Bosque les susurró que ella protegía con su magia a este bosque cuyos animalitos vivían rodeados de seres de luz que siempre velaban por ellos, para que nada indeseable penetrara en él y que desde ese preciso instante el Bosque Encantado tenía dos nuevos habitantes: el conejito y la mariposa.
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