domingo, 22 de septiembre de 2013

Cuento de la niña que fue una hada

Érase una vez una niña que solía sentarse a la orilla de la laguna, acompañada de simpáticos animalitos como grullas, patos o gallináceas que no se sentían incomodados con su presencia. Más bien al contrario, las aves permanecían con ella y las mariposas se posaban en sus manos.

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La niña irradiaba amor. Era una niña que hablaba poco pues habían aprendido mesura y era consciente del poder de las palabras y de la importancia de desprenderse de palabrería innecesaria. Esa actitud agranda el espacio interior y confiere un grado de alerta que nos permite tomar conciencia de las emociones y de la intensidad con que experimentamos el ahora. Cuando la intensidad es máxima, adquiere un enorme poder creador capaz de cambiar las circunstancias. La niña sabía que su varita mágica sólo podía ser agitada bajo la plena toma de conciencia de la realidad presente, fusionándose con la vibración del instante.


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Todo a su alrededor contribuía a este propósito. Cuando estamos relajados, nos resulta más fácil colaborar con lo que el momento nos trae, aceptarlo, integrarlo o incluso apartar sin juzgar algún elemento que contiene el presente. Desde una actitud de serenidad de forma natural iniciamos nuestro diálogo con el momento presente y nos convertimos en él.

La niña se preguntaba cómo sería fluir como el agua de la laguna que ella ahora tocaba con sus manos y cuya frescura la hacía sentir despierta y vivaz.  El silencio interior a quien ella siempre escuchaba, le traía las respuestas en su preciso momento para obrar de acuerdo al alma.

Se le acercó un conejito, que venía a beber a la laguna, y la niña le dio las gracias por estar con ella en ese momento y porque todos los animales nos enseñan una gran lección: a no juzgar. Alguien que no juzga está más conectada a su espacio de silencio interior el cual puede llegar a convertirse en infinito. Hay un tremendo poder en ese espacio callado y vasto de la conciencia. Muchos lo desconocen pero los afortunados que descubren el potencial de nuestra fuente interna son aquellos que se conocen a sí mismos. 

El conejito tras haber bebido, se quedó mirando a la niña cómo preguntándose que estaba ella pensando. 
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La niña lo saludó:

-Hola, conejito.

-Hola –le respondió él -. Te miro contemplar la tranquilidad de esta laguna. Me hace sentir bien verte así.

La niña sabía que si nosotros nos sentimos bien abrimos una cadena de momentos en los que los demás también se sentirán bien. Resulta inevitable. Eres lo que atraes y provocas lo que eres.

-Me encanta sentir la ligereza de la brisa –le dijo la niña- pues me hace volar como las hadas.

-Las hadas nos protegen y nos cuidan. Ellas conocen nuestro lenguaje animal –añadió el conejo-¿Eres tú una hada?-preguntó a la niña.

-No, ahora –le dijo la niña- pero lo fui hace mucho tiempo. Ahora he venido en carne y hueso a regresar la magia de las hadas a La Tierra.

-Es algo que te agradezco –le dijo el conejo -. La magia y la luz lo transforman todo y elevan todo a la vibración del amor.

-¿Quieres jugar conmigo? – preguntó el conejo a la niña.

-Sí, claro –le respondió ella.

La niña y el conejo se fueron al bosque a jugar: saltaban imitando a las ranas y se lo pasaron en grande.

Tras los árboles las hadas, los elfos, los duendes y los gnomos contemplaban la escena sonrientes y felices. Los búhos apostados en las ramas de los árboles también observaban la escena con sus ojos grandes.

Los niños son sensibles a los animales y con algunos de ellos pueden llegar a entablar una relación especial que, de adultos, recordarán con cariño. A los niños el trato con los animales les resulta gratificante por el vínculo que comparten y lo que se aportan mútuamente.

La niña agradeció al conejo su compañía pero oscurecía y ella debía marcharse ya,  pues su mamá ya habría preparado la cena.

Se despidieron y la niña no olvidó lanzar un beso al aire a las hadas, los elfos, los duendes, los gnomos, los árboles y los búhos por los que se había sentido tan arropada, mientras compartía sus juegos con su nuevo amigo.
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Autora texto e ilustraciones: María Jesús Verdú Sacases
Texto e ilustraciones inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual
Técnica ilustraciones: acuarela o pastel