viernes, 21 de septiembre de 2012

La niña de ojos rasgados




Érase una vez una niña de ojos rasgados. Su mirada estaba atravesada de oscuridad, enojo   y tristeza y sus lágrimas solían escaparse de sus ojos grandes.


Además, a la niña le costaba sonreír pues en la vida todo le había conducido a estar triste.







La niña vivía en una sombría región donde siempre llovía. Las nubes eran de tonos oscuros y el cielo siempre estaba gris. Era una región con un aire melancólico, apático, apesadumbrado. Este tipo de atmósfera envolvía el lugar donde vivía  la niña, cautiva de la tristeza.


Un día llegó a la región un gnomo alegre y aquello lo cambió todo. Su nombre era Gnomo Sonriente. Llegó con sus piruetas, cabriolas y sonrisas y contagió a todo el mundo con sus aires renovados, frescos, llenos de colorido y de gracia. Pero a la niña le seguía costando sonreír. Ella trataba de hacer la mueca de la sonrisa con sus pequeños labios ésta pero ni tan siquiera fingida le salía. Sus ojos rasgados se negaban a salir de su estado natural de desánimo y descontento hasta tal punto de que ni tan siquiera la mirada del gnomo consiguió cautivarlos ni hacerlos brillar de ilusión. ¿Qué podía hacer la niña?


El gnomo se fue al bosque donde empezó a brincar y a cantar. De hecho, cantaba tan fuerte que hasta las montañas podían oírle cantar y cantaron junto a él. También lo hicieron los pájaros, las flores, los árboles, los ríos y las nubes. Todos cantaban con el Gnomo Sonriente para alegrar a la niña y verla feliz.


Al escuchar tantos cantos al unísono, por primera vez, los ojos rasgados de la niña se suavizaron y una sonrisa empezó a dibujarse en su rostro gracias a la canción que provenía del bosque, orquestada por el gnomo.






El gnomo y la niña se cogieron de la mano y cuenta la leyenda que ambos se convirtieron en duendes y que pasean por el bosque, cogidos de la mano, cantando juntos esa canción tan alegre que tanto cambió a la niña y a la región donde desde entonces luce el sol.          

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Ilustración realizada según el método de Christopher Hart en Dibujar Hadas (pág. 6)