La neblina matinal
se posa mansa sobre la Madre Tierra
y le acaricia la piel.
Envuelve cada brizna de hierba y cada gota de rocío
como si quisiera entremezclarse con su alma terrestre.
Cada mañana que nace es un milagro
que las hadas presencian asombradas,
escondidas tras los rayos del alba
que visten el cielo de profundo amanecer
hasta que se descorre el telón de luz
y el sol
camina con gracia en el nuevo día
y muestra su rostro apacible.
se funde con la del astro rey
hasta que la noche reina en el firmamento
y es la luna la que entonces sonríe y vuela
junto a las hadas
que ahora juegan con las estrellas.