El corazón del bosque acoge a los seres de luz. Esas criaturas divinas cuya alma hadada y casi angelical nos retorna a nuestro origen sagrado y divino en lo más profundo de nuestro interior.
Los seres de luz se rinden ante el espíritu verde, esa belleza natural de los bosques y montañas, que nos invade de paz al contemplarla pues nos nuestra conexión con el planeta, el universo y la luz que reside en el corazón, la cual se expande y se contrae al ritmo de nuestra respiración.
Las hadas y los duendes se esconden tras las setas en sus juegos en el bosque y las comen saboreando cada bocado, mientras la luz del sol se filtra suavemente por las ramas de los árboles y transmite una agradable calidez y ligereza a estos espíritus de la naturaleza.
Las ninfas y las ondinas se bañan en los ríos, lagos y riachuelos del bosque. La serenidad de estas aguas y la transparencia que brindan, las atrae de tal modo que allí celebran su espíritu.
Los seres de luz protegen a los animales y les ayudan y les ofrecen su protección, cuando el corazón de la criatura es noble y bondadoso. Los animalitos en la fase inicial de su crecimiento son sus favoritos.
Los elfos y los gnomos están cerca de los árboles, a quienes respetan y cuidan, y son capaces de unirse en cada latido con el latido de la naturaleza viva que aman.
Cada camino puede conducirte a ellos, si abres tu imaginación y entras en el bosque otoñal, vestido de tonos ocres, rojizos, verdes y amarillentos: ese manto de vegetación que despliega el alegre y sublime colorido con que nos obsequia esta estación la madre naturaleza.
¿Por qué no te dejas seducir por el bosque?