Érase un vez una ondina que se bañaba en un río abrazado por una cordillera de montañas, la cual jugaba con la brisa y con sus mechones de cabello dorado como la luz del sol y del fuego.
Un duende se le acercó y se presentó como el Duende del Momento Presente. Este duende le explicó que en su mundo no existían las preocupaciones porque sólo se podía vivir desde la conciencia, desde una dimensión plenamente presente en la que el futuro y el pasado no existían.
-Bella ondina –le dijo-. Simplemente, voy caminando de un instante al otro. Jugando en torno al círculo del ahora, en torno a ti, susurrando en el lenguaje del viento, entremezclándome con la naturaleza y con el trino de los pájaros. Por tanto, nunca me agarro al instante, simplemente me entrego a él.
-Gracias por el consejo –le dijo la ondina- Me has enseñado que la preocupación es una forma de aferrarse al sufrimiento pues al hacerlo no somos conscientes de que todo pasa y lo que pasa es para dejarnos la lección que cada instante nos brinda.
Un duende se le acercó y se presentó como el Duende del Momento Presente. Este duende le explicó que en su mundo no existían las preocupaciones porque sólo se podía vivir desde la conciencia, desde una dimensión plenamente presente en la que el futuro y el pasado no existían.
-Bella ondina –le dijo-. Simplemente, voy caminando de un instante al otro. Jugando en torno al círculo del ahora, en torno a ti, susurrando en el lenguaje del viento, entremezclándome con la naturaleza y con el trino de los pájaros. Por tanto, nunca me agarro al instante, simplemente me entrego a él.
-Gracias por el consejo –le dijo la ondina- Me has enseñado que la preocupación es una forma de aferrarse al sufrimiento pues al hacerlo no somos conscientes de que todo pasa y lo que pasa es para dejarnos la lección que cada instante nos brinda.