jueves, 29 de noviembre de 2018

Los gnomos en la naturaleza

La energía de los gnomos en el bosque es más difícil de percibir que la de las hadas, elfos o duendes porque está tan cerca de lo que yo realmente soy que no encuentro palabras. Reposa en lo íntimo, en la soledad por la cual llego al Todo que no depende de nada, en el silencio que trasciende el mundo, en un paz que todo lo acalla.

Todo sucede instantáneamente, cuando esa energía preside tu vida, todo va ocupando su lugar, encajando por arte de magia. Lo inesperado agita la varita mágica. Estos seres elementales de la naturaleza anuncian, de este modo, su paso por la Tierra. 


Mi perrita está conmigo en el bosque. La veo más feliz que nunca, coriendo de aca para allá, del lago al bosque y del bosque al lago. Pero ahora se sienta a mi lado, como  si estuviera ensimismada, bañándose en este chorro de paz, inundada por la serenidad de este valle pero sin perder la actitud de alerta a juzgar por sus orejas levantadas. 

Me cuesta seguir escribiendo en este estado de quietud porque todo invita al no hacer. 

-El tesoro de la humanidad es comulgar con esta paz- me susurran los gnomos-. En ella, realmente somos. La autenticidad reside ahí. Sólo tenemos que excavar en el interior-.


Los gnomos custodian los tesoros de la tierra. Excaban, atesoran y vigilan. Si adoptamos el rol de vigilancia de nuestras mentes, de atestiguar cada ahora de nuestras vidas, volaremos libres como los seres de luz. Nos convertiremos en el eterno testigo del instante: mágico, libre de la noción del tiempo. 

Sin palabras, sin opiniones, tan sólo el momento tal cual es, sin añadir ni quitar nada. Entonces captaremos lo invisible de donde surge cada instante. Está dentro de algo que no se ve pero que siempre me acompaña. Aqui lo siento profundo. Emana de la naturaleza, nuestra maestra. La tierra desprende esa paz... y debajo están los gnomos, custodios no sólo de riquezas materiales sino también guardianes del mayor tesoro: la paz más allá de las palabras, un tesoro disponible para todos. Aprendo a mirar a esa paz. Me dejo caer. Mi identidad, mis problemas ya no son importantes. Hay algo más elevado... 

Cierro los ojos. Me embarga la dicha. Aunque me resulta paradójico cerrar los ojos ante tanta belleza natural. La Madre Naturaleza es sabia, su cuerpo resulta imponente, directo, hermoso. En él lo sublime cobra vida, muestra de la perfección más absoluta y emana tanta calma... Encuentro "eso" yendo al interior, respirando profundo. Me fundo con la paz que me inspira el cuerpo y las formas de la naturaleza: el lago, el bosque, los árboles, las montañas, el cielo, el canto de los pájaros, el vuelo de las mariposas... ¡las setas tras las que se esconden los gnomos! Algo sutil se desprende de "eso" y me transmite una libertad sin límites. En ese "algo" el agua del lago se funde con la tierra y la vegetación del bosque. Todo queda desdibujado, integrante de un todo o un conjunto de donde todo nace y, al nacer, se fragmenta en miles de formas y empieza el sueño de la vida... Sintiendo ese todo, morando en él, adopto una perspectiva de objetividad, de saber mantener las distancias para no dejarme influir por las formas, impermanentes por naturaleza.

 

La energía de este lugar, que corresponde a la de los gnomos, además de conectarme con lo instantáneo, también me conecta con lo fácil, lo espontáneo, lo inocente, lo fresco, lo natural. La quietud de este paisaje irradia todo esto... Dejo de escribir y hago callar a mi mente parlanchina...

Autora texto e imágenes: M. J. Verdú
Técnica imágenes: Acuarela o pastel

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