lunes, 23 de abril de 2012

Cuento de la niña del río


Érase una vez una niña que adoraba estar en el río. Algo le decía que antaño ella estaba fundida en el alma de ese lugar acuoso y terráqueo cuya belleza había sido creada para despertar.

Ella sabía que en el sonido de las aguas encontraría la vibración del recuerdo y del infinito que le permitiría elevarse para trascender el sufrimiento y vivir ese camino consciente del ser. Con confianza la niña se columpiaba cada día en el pequeño parque junto al río, mientras sonreía a cada rayo de sol y a cada nube que se desplazaba callada y serena en el cielo azul. La niña miraba ese cielo y en silencio le confiaba sus secretos. Ella sabía que el cielo era su padre y le pidió que los guardara con amor para que los ángeles custodios se los revelaran, cuando los hubiera olvidado.   

Sus recuerdos eran su herencia y en un pasado sanado se halla un presente lúcido, de dicha y de gracia divina donde la magia se muestra en cada instante.

Con el tiempo la niña se perdió, pero un día alguien que la quería le mostró el río en que ella había sido tan feliz..Al principio, ella no lo reconoció pero su intuición la impulsó a volver sola. Allí, se sentía en paz, alguien la acompañaba aunque no pudiera verlo. Sin embargo, de lo que sí estaba segura es de que allí podía vislumbrar un nuevo camino de luz.

El agua cristalina del río ya no guardaba secretos para ella. El fluir de esas aguas sagradas la hacían detenerse y sumergirse en el ahora. El ahora le parecía un abrazo del cosmos que le regalaba besos y palabras de aliento e inspiración que ella se apresuraba a escribir antes de que se marcharan. Tras plasmar esas palabras, el mundo le regaló sus recuerdos, ésos que ella había depositado en los ángeles y que ahora habían regresado a ella en como en un sueño.

La niña se dio cuenta de que lo hermoso siempre está ante nosotros y que en caso de que no existiera nada bello, hay que invocarlo para que se imprima en el pensamiento y regrese a nosotros con la misma naturalidad con que una mariposa bate sus alas y su movimiento sutil se percibe, incluso, en otras dimensiones. La mariposa volverá a batir sus alas y su grácil movimiento seguirá llegando allá donde se necesite y ese amor regresará a sus alas y se seguirá generando a través de ellas. A veces, damos sin darnos cuenta...

La niña pensó:

-Somos creadores de belleza y ésta siempre regresa a nosotros, a la fuente que la creó.-

La niña pasó el resto de su vida creando belleza y ahora ella se ha convertido en la vigía de nuestros sueños junto a los ángeles y, en cada uno de ellos, la niña hace lo que siempre hizo: crear belleza para nosotros.

Ayuda a la niña con tus pensamientos positivos y la niña se mostrará ante ti con sus alas de hada cargadas de obras de plenitud y de amor.

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