Las hadas revolotean entorno a la caída de la noche
y se escapan hacia la luz de las estrellas
y se reflejan en el espejo plateado de la luna
y siguen jugando,
perdidas en el cielo,
hasta que el amanecer las sorprende
y con los rayos rosados del alba,
decoran sus cabellos.
Se recuestan en las nubes
donde se adormecen
y siguen descansando, ahí,
en el regazo del universo,
mientras el sol las arrulla con su calor
y siguen soñando...
Soñando desde el silencio del alma,
ese rincón espiritual,
que se hincha de amor,
cuando nos mecemos en él
y que nos adentra
en la magia y en la paz
de la corriente de sentimientos
que nos traslada a la plenitud interna...
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