Las hadas me cuentan sus secretos y me
abrazan con su energia danzarina, radiante, vibrante. Esta energia me
hace cosquillas en el alma. Mi corazón sonríe. Este es un momento mágico
que disfruto sorbo a sorbo como si el vaso de agua nunca
fuera a acabarse.
Una atmósfera fresca, qua anuncia lo nuevo, impregna el ambiente como una llovizna maturina que me refresca y me reconforta. Doy las gracias por sentir la presencia de las hadas. La había echado tanto de menos...
Siento ahora el gozo de ser en mi interior el cual no puede ser expresado en palabras. La palabra paz puede señalarlo pero no lo abarca en su totalidad pues esta felicidad es infinita. Habito en ella.
Hadas, duendes, elfos y gnomos me han guiado desde niña y me han enseñado a abrirme a las sorpresas, a jugar con lo espontáneo, lo inesperado. Lo imprevisto puede llegar a resultar el mejor plan.
Hacía tiempo que no sentía tanta calma interior.. Es la misma tanquilidad que siento cuando permanezco ante un lago apacible y profundo, tanto, que incluso hasta el silencio desparece en el fondo... todo desaparece ahí, entonces, ¿qué queda?
Hay una estela de luz hadada que parece que no guía a
ninguna parte visible y me doy cuenta de que me invita a mirar dentro
de mí. Tras un tiempo de observación, descubro que los
pensamientos van desapareciendo y que ahí no tengo
rostro, no existe un “yo” real a quien mirar. Nada conocido permanece
en ese espacio. Todo se disuelve. Vacío. Nada. ¿Dónde estoy? ¿Quién soy
realmente?
Autora texto e ilustraciones: María Jesús Verdú Sacases
Técnica ilustraciones: Acuarela, pastel.