Érase una vez una niña indígena que no había conocido otro hogar que no fuera la selva en plena naturaleza virgen y salvaje. Adoraba los rayos de sol paseándose en la superficie del riachuelo y el canto de los pájaros que estremecía los amaneceres con su espontánea y rítmica melodía. Una melodía que se acunaba en el silencio de la mañana ante la atenta mirada del sol. Era el vuelo de los pájaros el que abrazaba la tierra en un gesto protector que la tenía ensimismada. La niña siempre había creído que los pájaros eran los mensajeros de los ángeles, los reyes del cielo, y que su presencia contribuía a que el mundo recobrara su belleza originaria desde el palpitar de los orígenes del Universo. La Tierra era un planeta predestinado a sentir desde el corazón y a ser respetado por todas las especies y, en cierta manera, la niña percibía a los ángeles y a los pájaros como los vigías del espacio que habitaban. Podía decirse que la niña casi veneraba a los pájaros y ellos, a su vez, percibían el afecto que ella sentía por ellos y rara vez se asustaban en su presencia.
Lo único que la niña conocía aparte de los pájaros y su familia era la tierra firme que pisaba, por eso, su mayor anhelo era surcar los cielos más allá del horizonte que sus ojos podían avistar y recrearse en el sabor de la libertad que otorga el vuelo. Sin embargo, debía conformarse con dar las gracias por sus pies y sus piernas que le permitían correr y desplazarse.
Un día un hada se apareció ante la joven y le dijo que le concedería un solo deseo. La joven, sin dudarlo, le pidió que la transformara en ángel o en pájaro para poder volar lejos, libre, sin ataduras ni recuerdos. Le dejó al hada la elección entre uno u otro.
El hada la transformó en pájaro y pronto inició la niña su vuelo ascendente, ahora en contacto con sus plumas, su pico y el viento en el que mecerse, y, curiosamente, el vuelo no sólo la condujo a otros pájaros sino también hacia los ángeles. Cuenta la leyenda que los pájaros siempre andan cerca de los ángeles o, incluso, de las hadas y que hay un pájaro que, si oye tus pensamientos, provoca que un ángel o una hada se acerque a tu corazón…