El corazón de estas hadas con apariencia humana está henchido de agradecimiento por todo lo que el planeta es capaz de ofrecerles y este agradecimiento que ellas sienten, las une permamentemente a una fuente infinita de bendiciones y suministro. Las hadas-humanas viven la divinidad de la naturaleza, la sacralidad de sus espacios vírgenes e incluso son capaces de percibir los pequeños cuerpos de los animales como pequeños dioses o maestros capaces de enseñarnos y también a las diminutas plantas o flores como almas capaces de aportar y ayudar a la humanidad gracias propiedades que podrían considerarse como milagrosas.
Estas hadas que antes en su Reino Hadado se disolvían en la luz del amanecer y se enamoraban del perfume y del color de flores exóticas y hermosas, van a seguir sintiendo este amor en la naturaleza salvaje o en contacto con espacios naturales del planeta. Por eso, ellas saben que aman desde niñas los entornos naturales, las flores, plantas y sus fragancias, las aguas, los animales, los prados, montañas y bosques. Estas hadas también van a encontrar en la Geometría Sagrada un fuerte aliado para recordar lo que fueron. La flor de la vida y el cubo de metatrón van a restablecer en ellas los elementos que hacen que brille su luz y las van a llevar a allá donde están destinadas a caminar, a dejar su huella y a alzarse en su vuelo de hadas.
Autora texto e imágenes: María Jesús Verdú Sacases
Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad IntelectualTécnica ilustraciones: Pastel blando