Las flores estallan de belleza al amanecer, abrigadas por el rocío matinal y embelesadas por la energía solar que reconforta su sentir.
El palpitar de la existencia brota de forma natural cada día, experimentándose el milagro de la vida que garantiza la supervivencia de las especies en la Tierra.
Las hadas y los duendes celebran cada nuevo despertar del día, mientras los elfos tocan con sus instrumentos mágicos sus mejores melodías, hermanándose y sintonizándose con la energía solar. Atrás ha quedado la danza de las hadas de la noche que siempre sonríen a la luna y a las estrellas.
La vida se abre paso y las crías de los animales piden comida a sus progenitores los cuales se afanan en sustentar a su prole. La vida es un reclamo de luz y movimiento cuyo latido brota del corazón del Creador.
Las crías de los animales se adormecen con el calor del sol tras haber comido y caen en un dulce letargo, abrazadas por los ángeles.
La naturaleza amamanta y abastece a aquellos que la habitan y, por eso, merece nuestro respeto y admiración.
Las crías de los animales se vuelven curiosas exploradoras de su hábitat y juegan, custodiadas por sus progenitores y por los gnomos del bosque. Los gnomos habitan en los árboles y plantas a quienes consagran su vida y cuidan con esmero.
La existencia de los seres de luz del elemento Tierra gira en torno al bosque y ellos velan por protegerlo al haberse confraternizado con él desde su nacimiento.
El baile espectacular de las hadas nos conecta con la sintonización del movimiento y el equilibro que él genera en un ritmo perfecto cuya pareja de baile es el Universo.
La ligereza, la libertad y el desapego conforman las notas de esta danza de la magia que tranforma lo simple en sublime como obra cotidiana de la mirada que lo hace posible.
Técnica ilustraciones: Pastel o Acuarela
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