Érase una vez una estrella del cielo que se enamoró del mar dando lugar a una luz estrellada que reposaba en el océano cada noche. Era la luz del mar, la estrella del mar que ya nunca estaría en el cielo. Ella constituía ese lucero mágico que poseía el don de guiar los corazones de aquellos cuya vida era un mar de dudas y que se sentían desorientados, sin rumbo, sin tan siquiera imaginar la ruta que los condujera a sentirse en bienestar, en paz y en plenitud emocional. Ella se había convertido en ese punto luminoso que venía a llenar el vacío de las almas, cuando todavía no se han hallado a sí mismas ni han conseguido forjar la semilla que hará germinar sus sueños.
Así que la luz del mar actuaba como una brújula interior para todos aquellos que trataban de recostarse en la serenidad del sonido de las olas sin percibir un atisbo de esperanza en el horizonte de su maltratada existencia. Eran aquellos que se sentían tan inconexos consigo mismos, que eran incapaces de percibir el abrazo que las olas les brindaban en sus idas y venidas, esa caricia con sabor a sal que se escapaba con la brisa marina pues sus emociones estaban seriamente lastimadas.
Por tanto, esta particular estrella brillaba en la superficie del océano noche tras noche en busca de corazones maltrechos pero receptivos para acogerla en su regazo. En cuanto ella se posaba en ellos, el primer efecto era la sensación de alivio de haber dejado atrás el sufrimiento, de haber perdonado y olvidado y de poder abrirse a una mayor comprensión de la vida de forma sensata y serena y el segundo, era un brillo intenso y bello en la mirada de aquellos que habían tenido la fortuna y la dicha de recibirla en su ser. Era como si ahora hubieran recobrado un sentido de ilusión que antaño habían ignorado.
Y nuestro lucero marino seguía irradiando sin parar su luz divina de belleza, entusiasmo, armonía y felicidad para aquellos que estuvieran preparados para tomarla en su camino personal.
Y ella nunca de cansaba de nadar y de regalar a los humanos su especial halo espiritual. Sin embargo, en el fondo de su corazón la estrella del mar deseaba con fervor iluminar una mirada única, noble, justa, sublime. Y fue así como fue a parar a la cocina del hada creadora de sueños.
Los fogones de la cocina del hada creadora de sueños siempre estaban encendidos pues eran muchos los sueños apagados, inertes, sin vida de aquellos que se habían rendido a los designios de la mala suerte y de la desconfianza, aquellos que habían renunciado a lo que más querían. Eran sueños que ella reavivaba con la luz de su magia y de la esperanza que nacía en la imaginación y se trasladaba a la realidad. Pero primero era necesario cocerlos a fuego lento para que poco a poco se levantaran y echaran a volar tras una estela de alegría en busca de su consecución.
Ella era una especialista en reconocer esas emociones humanas que llevaban demasiado tiempo calladas.
Era un hada que tenía el particular don de saber descubrir y apreciar las ilusiones perdidas, aquellos sueños tan abandonados a su suerte, que ya ni los recordamos. Pero ella sabía escudriñar en el inconsciente de los humanos a quienes sinceramente deseaba ayudar. Además, ella era capaz de quedarse sentada junto a ellos, de acariciarlos con ternura y transmitirles su deseo de que cobraran vida y se manifestaran abiertamente para colmar de dicha a sus poseedores y creadores, ahora desmotivados. Sin embargo, para eso estaba ella allí, para cumplir con su misión de revitalizar y refrescar esos pensamientos inertes capaces de transformar nuestras vidas para siempre, con la capacidad de generar cambios positivos que prendieran su luz en el corazón humano. Y para eso estaba allí también nuestra luz marina, nuestra estrella del mar para fundirse con la magia y la luz del hada creadora de sueños en su cocina espiritual y mágica y poder así dar paso a espectaculares recetas de cocina que provocaran el nacimiento de hermosos sueños con un poder aplastante de auténtica realización de los objetivos marcados. Así que con la unión de la luz del hada y de la luz del mar ahora ya nunca nuestros sueños seguirían dormidos, sino que podrían iniciar una natural evolución hacia su cometido y despertar, desperezarse y expresarse por la mañana.
Para el hada creadora de sueños el hecho de recibir la luz del mar fue una auténtica bendición pues gracias a su ayuda, colaboración y sincero trabajo en equipo pudo disfrutar del significado y de las mieles de la compenetración, la afinidad y la pasión por algo en común que compartía con su lucecita estrellada. Además, el hada pudo tomarse un respiro en la agotadora actividad de su cocina para detenerse en el momento presente, en su valioso momento presente, en ese momento tan preciado que ya nunca iba a regresar pues todo pasa y se va. Y se dio cuenta que la mejor opción era potenciar y recrearse en ese momento presente que tanto adoraba.
Comprendió que estaba muy satisfecha con el don que le había sido otorgado. Sentir a flor de piel su bondad, le hizo sentir muy llena y completa pues percibió que estaba siguiendo el camino que siempre había deseado. Entendió que estaba predestinada a él. Estaba encantada con su magia y sus efectos pues la sonrisa de los humanos era el merecido premio que ella recibía por su labor. Su existencia le resultaba tan gratificante… Dar era algo que la hacía sentirse mejor. Ella amaba su trabajo y su dulce fruto. Si en este momento estaba recibiendo la ayuda de la luz de la estrella del mar, eso significaba que el poder de su magia acrecentaba sus posibilidades y además le permitía sosegarse unos instantes en tan laboriosa y creativa función. Sin embargo, era tal su amor por su trabajo que incluso cuando se estaba tomando este merecido descanso, lo estaba echando de menos. ¿Cómo podía explicarse esta sensación?
Pues simplemente por el hecho de que estaba viviendo un momento de plenitud que la hacía sentirse en unidad y satisfacción consigo misma y con su entorno. Se sentía tan afortunada de poder emplearse a fondo con tanta justicia y entrega desinteresada…pero además encontrar un ser de luz como su especial estrella con quien compartirlo, le pareció un regalo divino.
Notó que en el fondo la estrella la estaba iluminando con su halo luminoso y le estaba prendiendo en la mirada un gozo infinito… Era como si en su corazón albergara la magia, el misterio y la sabiduría del universo entero. Y esa era precisamente la lección que estaba aprendiendo: el saber estar en el momento presente le fascinaba porque le permitía darse cuenta de si estaba empleando el tiempo de forma sabia, volando con sus alas irisadas hacia la felicidad o, por el contrario, de si lo estaba desperdiciando. Qué importante era pararse a pensar, concederse unos instantes a uno mismo para autoanalizarse.
El hada empezó a revolotear divertida entorno a su estrella y le dijo:
-Cuando quieras puedes partir y seguir tu camino azul sobre las olas del mar.
-¿Por qué?- le preguntó, atónita, la estrella.
-No puedo ser tan egoísta y pretender que siempre estés junto a mí. Nadie puede poseerte. Por encima de todo, estrellita azulada, eres libre –le dijo el hada-. Te estoy muy agradecida por cuanto estás haciendo por mí pero mi felicidad no puede basarse única y exclusivamente en tu presencia. Mi felicidad depende y está en mí misma. Tenerte a mi lado me complementa pero entiendo que no dejarte libre para seguir con tu misión es perjudicar a otras personas que puedan necesitarte más que yo –prosiguió el hada-. Me las apañaré sola.
-Me siento un poco triste –se lamentó la estrellita.
-Puedes regresar cuando quieras –le sugirió el hada-. Eres mi amiga pero no puedes aferrarte siempre a mí y tampoco yo a ti pues la base de la felicidad es la libertad –le dijo el hada.
-Eres un hada sabia, noble y justa y por ello voy a dejarte un presente, voy a regalarte un vestido de luz –le dijo la estrellita.
-¿Un vestido hecho de luz? –preguntó el hada-¡Qué tela más especial!
-Es un vestido único y hecho a la medida de tus emociones. La tela de las mangas es la tela de la luz de la autenticidad y de la compasión, la tela del cuello se ajusta a la luz de la belleza, la tela de la espalda se ha cosido con la luz de la bondad, la tela de la cintura está hecha con la luz de la ilusión y la tela de la falda se ha tejido con la luz de la justicia y del equilibrio. Todo aquél que esté cerca de ti, querida hada, abrirá su corazón a estos valores –le explicó la estrella-. Así que vuela, vuela alto, mi hadita, y cautiva con esas bellas cualidades a los más necesitados de emociones.
-Y tú –le dijo el hada-, sigue surcando los mares y continúa con tan noble propósito. Algún día en algún lugar secreto entre el cielo y el mar nos encontraremos de nuevo las dos. Estoy segura de ello.
Y así fue como cada una siguió su camino, sabiendo que al final, se encontrarían otra vez para convertirse en una y escaparse juntas hacia el firmamento, hacia esa bóveda celeste, hacia ese techo infinito que alberga tantos sueños cada noche. De este modo, formarían parte para siempre de cada uno de ellos y también de la luz de la luna y de las estrellas que los iluminan con su calidez y con su amor incondicional.
Autora texto e ilustraciones: María Jesús Verdú Sacases.
Técnica ilustraciones: Acuarela
Texto e ilustraciones inscritas en el Registro de la Propiedad Intelectual.
Texto extraído de mi página web: www.mjesusverdu.com y de mi libro de descarga gratuita de Bubok Editorial: Cuentos de hadas para niños y adultos
Texto extraído de mi página web: www.mjesusverdu.com y de mi libro de descarga gratuita de Bubok Editorial: Cuentos de hadas para niños y adultos