En la discreción, el silencio
y las emociones apacibles reside una luz singular que nos conecta con las hadas
y con su vuelo rapidísimo y casi desapercibido, rasante, cercano y reservado
para los corazones de serena alegría y tan fieles guardianes que siempre saben
guardar un secreto, incluidos aquellos que les han revelado los seres de luz.
El desarrollo del silencio, la
quietud interior, el no apego y la confianza en el sabio ritmo del Universo
hará posible que las hadas se deslicen a nuestro alrededor con sigilo para
guiarnos con sus susurros y en sueños hacia vías llenas de plenitud,
aposentadas en la madurez de las emociones y con el objetivo de nivelar nuestra
balanza interior para acercarnos al punto de equilibrio que precisa nuestra
mente y nuestro corazón. Las hadas son expertas en leer y analizar los sentimientos más escondidos,
incluso aquellos de los que no se es consciente para que afloren al exterior,
tomen tierra, echen raíces y se manifiesten para elevar nuestra consciencia,
conocernos mejor a nosotros mismos, acercarnos a nuestra alma y ganar seguridad
emocional. Se trata de lecciones que ampliarán nuestras perspectivas y que,
tras haber superado el reto, dejaremos de ser los que éramos antes. Son
hadas-brújula que nos animan a seguir un rumbo no planeado.
Nos ayudaremos a nosotros
mismos y a nuestros guías, si meditamos y nos quedamos en silencio lo cual nos
permitirá adentrarnos en el ser y escuchar el parloteo de pensamientos y
emociones que precisan ser sanadas para ser bañadas en el amor y la sabiduría
de la luz del alma y, por tanto, alejarlas de la explotación a las que nos
somete el ego.
La paradoja es frecuentemente
uno de los guisos favoritos que nos preparará la cocina hadada de estos seres
alados y observadores, gustosos de lo imprevisible, lo inesperado y de la
sorpresa propia de la magia de la vida, que nos aleja de lo rutinario y de lo
aburrido, y que, a su vez, nos enseña que en el juego de la vida las
circunstancias son tan cambiantes y diversas, destiladas en lo efímero de cada
momento presente, que no existen los términos absolutos, sino que cada momento
puede precisar de algo distinto en función de los ingredientes con que se
cuezan las situaciones, eso sí, siempre con el pleno respeto de los principios
y valores. En este sentido, las hadas nos muestran la flexibilidad y la
adaptación a lo que el instante trae a la existencia, es decir, nos enseñan a
jugar y a desprendernos de viejos criterios para dar paso a una nueva forma de
pensar que se aleja de lo fijo y de la imposición de ideas desde la apertura
mental.
La observación interior y el
silencio, aceptado y sentido de forma paciente y calma, nos acerca a lo íntimo,
a la claridad mental, a lo que creíamos marchito, a lo más auténtico y tan
escondido, que algún día dejó de existir al perderse la fe y la perseverancia
en algún sueño perdido. Y las hadas lo elevan y nos lo presentan para que nos demos de bruces con él y podamos
batir nuestras propias alas… y volemos hacia aquello a lo que nunca habíamos
soñado antes o a lo que ya habíamos olvidado. Su presencia indica que somos
capaces de mucho más de lo que jamás hubiéramos imaginado y de que habrá valido
la pena, una vez superado el desconcierto inicial o incluso la inquietud del
instante.
Las hadas son conocedoras de
la clarividencia, de las emociones humanas y de la intuición presente en cada
corazón que late y el hecho de que puedan observarnos y pasar desapercibidas,
les confiere una dimensión para nosotros frecuentemente imperceptible pero que
les permite sentirnos tan de cerca, que es como si nuestra luz atrajera a la
suya. Sin embargo, la nobleza, la inocencia y la sensibilidad pueden llegar a
percibir esta dimensión hadada, cautelosa pero firme en su manifestación.
Autora texto e ilustración: María Jesús Verdú Sacases
Técnica ilustración: Pastel blando y lápices de colores