Por las noches siempre rogaba a las estrellas para que los súbditos a quienes ella enviaba para descubrir el origen de este misterio, regresaran con buenas noticias. Pero noche tras noche y día tras día el misterio continuaba sin resolverse.
-¿Quién toca ese tambor? –se preguntaba ella-. Lo siento tan profundo que es como si yo hubiera nacido para bailar junto a él eternamente. ¿A dónde me llevará este baile? –continuaba preguntándose nuestra princesa.
Seguía la princesa tan centrada en este asunto que los cortesanos murmuraban que quizás ella estuviera hechizada.
Sin embargo, un día un joven vestido con harapos se presentó a las puertas de palacio y empezó a tocar su tambor.
-¡Mi tambor!- exclamó la princesa. Bajó enseguida las escaleras de palacio para abrir la puerta de palacio y ante ella se mostró no sólo el sonido sino también la presencia de ese tambor que centraba sus días.
-Soy el alma del tambor –le dijo el joven-. Pero mi alma reside en tu corazón y aquí estoy para que me mires desde los ojos de tu alma y seguir permaneciendo para siempre en lo profundo de tu corazón.
El joven desapareció pero desde entonces el sonido del tambor se funde en cada latido del corazón de la princesa…