-Por unos momentos podrás sentir –le dijo el gnomo.- Hazlo y lo percibiré.
El mineral sintió que estaba cerca del núcleo de su adorado planeta Tierra y que se fundía en su calor, estremeciéndose con la fuerza y el poder de tan elevadas temperaturas. El mineral también se vio a sí mismo en forma vegetal balanceándose al ritmo del viento como las espigas del campo y luego el mineral se observó llorando y saboreando sus lágrimas saladas. También se vio sonriendo y confiando en la vida. Finalmente, el mineral se vio hablando, pensando, caminando, anclándose en la tierra, sintiéndola sobre sus pasos al mismo tiempo que los rayos del sol le acariciaban la nuca. Sí, el mineral deseó ser humano y el gnomo, ayudado de otros seres de luz, le concedió su deseo. El gnomo tocó el mineral y éste se tranformó en luz.
Cuando el mineral “despertó” de algo que su mente pensante le dijo que había sido un sueño, lo hizo en forma humana y la primera lección que aprendió en su nueva vida fue a confiar en los seres de luz y a respetar a todos aquellos que velan por el bosque y que habitan en la naturaleza.