Me vuelco en el seno de la Madre Naturaleza,
en el vientre de su Espíritu Verde,
en la paz del centro de La Tierra.
Me escapo con la corriente del río
y vuelo entre los juncos
en busca del alma eterna
de la luz del alba.
Me condenso en el vapor
del agua hirviendo,
mientras juego con los besos
con sabor a amanecer
y me fundo en el corazón del volcán.

Me embelesa la frescura
de los brotes tiernos de la pradera,
cuando la primavera
asoma la cabeza
y las copas de los árboles
engalanan de frondosidad
los bosques.
Las hojas juegan con la brisa,
que se escapa entre las ramas
y los matorrales
en busca de las hadas y los gnomos
y del tesoro oculto
tras el camino tembloroso
de la luna llena
sobre el mar.