En mi corazón late la calma y el silencio. La
presencia casi imperceptible de un ángel guardian me abraza y me dejo
caer. Una sensación de intimidad y de calidez me embargan. Sus alas me
rodean.
Una brisa de luz me acaricia la mejilla.
Me siento ligera, en paz. Aquí no hay nada incorrecto. Todo es
cristalino, sosegado, puro. En este lugar divino tomo conciencia de la
necesidad de amar el presente en mi vida humana y de la responsabilidad
de comulgar con cualquier rescoldo de luz del camino,
aunque me resulte oculto a simple vista y, por supuesto, de enfrentar
las sombras con paciencia y serenidad, aprendiendo y rectificando a cada
paso.
El alma nos empuja a dejarnos guiar por el corazón. Si no
escuchamos sus señales, no llegaremos a conocernos
a nosotros mismos. Habremos desperdiciado nuestra existencia. Nuestra
luz debe brillar en la Tierra.
Reconoce tu luz y déjala ser. Persevera.
Autora texto e ilustración: María Jesús Verdú Sacases
Técnica ilustración: Pastel