Paseo por un campo de ensueño sembrado de silencio. El sol del amanecer
acaricia las formas terrestres, mientras el rocío baña el alma de las
flores. La luna se ha ido tímidamente y las estrellas han cerrado los
ojos y su luz. Los rayos del sol se filtran en mis pensamientos y
reparten promesas de luz y de bienestar.
Observo y me siento en cada árbol, en cada flor, en cada brote de hierba
y es como si ya hubiera formado parte de todo esto, sólo que ahora soy
capaz de contemplarlo desde otra perspectiva. Así es el juego de la
vida, vivir la existencia desde diferentes ángulos que nos completan.
El ruido de fondo del río me recuerda que estoy en el ahora y camino
hacia él. En el lecho, me refresco y siento el gozo de la vivencia del
instante. Un ruiseñor me regala su trino y agradezco profundamente estar
en ese lugar sagrado y divino, que desprende magia en cada muestra de
su ser.
La brisa matutina entra en mis poros y juega en la superficie de mi
piel. También penetra en cada hueco de la tierra, en cada rendija entre
planta y planta y, en cada movimiento de su danza, doblega a la
vegetación que, ligera y dócilmente, se rinde a ella.
Agradezco infinitamente presenciar el nacimiento del nuevo día y me
incluyo en ese estallido de vida que ahora se despierta tras el letargo
de la noche. Me siento a meditar ante el río y me imagino deshacerme en
el agua y fluir y ascender por ella río arriba hacia la cumbre de las
montañas. En la cima, me convierto en nieve y cada copo cae sobre los
corazones de los hombres y les aporta dicha, entusiasmo y alegría en una
chispa inicial que viene a bendecir al mundo.
Autora: María Jesús Verdú Sacases
Autora: María Jesús Verdú Sacases
Texto e imagen inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual
Técnica ilustración: Pastel
Técnica ilustración: Pastel