Hadas (4)
Otra de las
lecciones que nos muestran las hadas es que a veces lo que nos inquieta o
fastidia en los demás o en nosotros, en realidad, son
aspectos que debemos mejorar en nuestra persona. Eso sin tener en
cuenta el hecho de que aceptar lo que nos molesta es una forma de
volvernos tolerantes y flexibles con el límite de respetar
siempre nuestra dignidad y autoestima. Curiosamente, aceptar algo
implica superación y disolución, mientras que el evitarlo o rechazarlo,
lo mantiene presente o en el aire. Evitarlo o escapar lo
mantendrá latente hasta que vuelva a presentarse. Sin embargo,
resulta coherente evitar el ataque de alguien que nos provoca sin razón,
por ejemplo, sin que debamos sentirnos mal por ello. En
este sentido, la renuncia y el desapego conllevan una posterior y
mejor ganancia, material o emocional.
Ser conscientes de lo que nos trae de cabeza, supone un disparador que nos presenta algún aspecto que hay que pulir. Si lo evitamos, nos estamos evitando a nosotros mismos. Es mejor escucharnos y aceptar lo que el momento presente nos brinda para poder evolucionar y enriquecernos. Escaparse y distraerse de uno mismo no nos hace crecer. La vida es un juego que hay que resolver con coraje y alegría.
La
existencia es como esa brisa traviesa que nos acaricia el corazón y que
nos susurra en cada pensamiento lo emocionante que puede
resultar a cada paso.
Cuanto antes
aprendamos a aceptar y por tanto a dejar de oponernos a aquello que nos
causa temor o preocupación, antes podremos pasar al
siguiente paso o sorpresa que la vida nos pudiera deparar. Mirar a
la cara al miedo o al agobio sirve para darnos cuenta de la excesiva
importancia que hemos dado a cuestiones que, en realidad,
no han resultado ser tan relevantes o que nos han mostrado aspectos
de nosotros mismos que nunca hubiéramos soñado.
El desapego
frente a la dependencia es un buen antídoto contra el sufrimiento.
Además, el sufrimiento también tiene que ver con la falta de
adaptabilidad y la imposición sistemática de nuestro punto de vista,
donde el ansia de control y la vanidad por ocupar una posición estelar
no darán cabida al acuerdo o al diálogo. Uno de los
inconvenientes es que no abrirse a ninguna sugerencia impide
sentirse complementado
Las hadas nos aclaran que el desapego es fluir y dejar fluir, ser y dejar ser, permitir y permitirse, y
añaden que el desapego no tiene
nada que ver con la falta de compromiso con lo que estamos haciendo,
con nosotros mismos o con los demás, ni tampoco con la
dejadez.
Tener buen corazón facilita el desapego porque el desapego no pide nada a cambio. El desapego cede a lo que es mientras que el
apego se aferra a lo que queremos que sea.
Cuanto más autónoma y segura de sí misma es una persona, mayor grado de desapego siente y más inmune es al sufrimiento.
Autora texto e imágenes: María Jesús Verdú Sacases.
Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual
Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual
Hadas (5)
Las hadas nos
acercan a la idea de que a veces nos quejamos de los demás, pero, sin
embargo, nosotros no sólo no siempre no sabemos valorar o
integrar la lección de aquello o de aquellos que nos rodean, sino
que, además, en algunas ocasiones perdemos objetos o dejamos atrás a
personas, y es precisamente cuando vemos que ya no están,
cuando entonces caemos en la cuenta de lo poco conscientes que hemos
sido respecto al hecho de no haber sido capaces de reconocer hasta ese
momento, su gran valor, el enorme sentido que otorgaron
en su día a nuestras vidas y los bellos recuerdos que han dejado en
ella. Eso sucede, sobre todo, cuando dejamos que la vida nos engulla y
no disponemos de tiempo para dedicarlo a aquello que
realmente brinda magia a nuestros momentos. ¿Por qué no nos dimos
cuenta, cuándo aún estábamos a tiempo? Si así hubiera sucedido, la magia
seguiría ahí, con el encanto de aquél o de aquello que
ahora se ha desvanecido.
Cuando esto nos
sucede, es importante reconocer el error para no repetirlo, perdonarnos
a nosotros mismos y aprender a agradecer y a mimar a
aquellos y a aquello que nos acompaña en el ahora y a decir sí a
todas las bendiciones que la vida nos ofrece, desde lo simple a lo
exclusivo. Perdonarnos a nosotros
mismos nos permite perdonar a los demás más fácilmente. De este modo, si nosotros somos conscientes de nuestros fallos, también comprenderemos que los demás también tienen el mismo
derecho a equivocarse, en función de su estado evolutivo.
No saber
valorar a alguien o a algo hasta el punto de perderlo también pudiera
estar relacionado con no amarnos lo suficiente a nosotros
mismos o con haberse olvidado de uno mismo. Por tanto, en lo primero
de debiéramos trabajar es en la profunda apreciación de cada aspecto de
nuestro ser para poder luego compartir lo mejor de
nosotros mismos con los demás y valorarles por lo que realmente
son.
Aquí os dejo
dos enlaces para trabajar el amor por uno mismo y por los demás a través
de la meditación desde las células hasta el ser y la
visualización creativa:
Una persona enraizada y afianzada
en el amor por sí misma es menos influenciable por las opiniones y los
miedos de los demás. Por tanto, su conducta responderá al amor por
sí misma y nunca dejará que la inseguridad la empuje a adoptar como
suyos los miedos ajenos, sino que la existencia la impulsará
a afrontar y a disolver temores e inquietudes.
El hecho de que
las cosas son efímeras debiera empujarnos a apreciar lo bueno, mientras
permanezca con nosotros, del mismo modo que debemos no
aferrarnos a ello y, si llega el caso, resignarnos a su partida, e,
igualmente, aceptar que si algo nos inquieta, acabará esfumándose pues
todo es pasajero incluso el sufrimiento motivo de
nuestra preocupación. Por tanto, darse cuenta de la temporalidad de
cualquier angustia contribuirá a sanar, a no aferrarse y a aliviar esos
pensamientos negativos con quienes se recrea y se crece
nuestro ego. De hecho, lo negativo, bien gestionado, nos acerca a
saborear lo bueno, oculto en la realidad más inmediata, aquella que toma
forma ante nosotros por alguna razón, si sabemos abrirle
los ojos al presente. Cuando no es así, es el paso del tiempo, quien
nos lo muestra.
El camino de la
aceptación y de la toma de conciencia va de la mano de la serenidad, la
autoestima y la atención plena. Así pues, la paz
interior, el amor por uno mismo y la alerta son las piezas que nos
anclan en la perspectiva más inmediata del momento presente, que, cuanto
más amplia y objetiva sea, facilitará una mejor visión
y claridad mental para manejar las circunstancias. De hecho, ser
capaces de analizar las situaciones desde fuera (en eso, las hadas son
unas expertas pues con sus alas pueden ver el mundo desde
arriba) sin dejarnos influir por criterios obsoletos o preferencias
personales o imposiciones ajenas, nos permitirá adoptar una posición
ecuánime y óptima.
Resulta ideal
tomarse el tiempo suficiente para ponderar adecuadamente (sin caer en el
otro lado de la balanza, el de la excesiva ponderación
basada en la duda, el miedo o la inseguridad) pues a veces las
decisiones impulsivas resultan nefastas, pero también es esencial
conocernos a nosotros mismos lo suficiente como para poder tomar
una decisión rápida en base a nuestra intuición, conocimiento de la
situación y buen juicio, si así se requiere. Cuando se tiene la certeza
sobre algo y se desea con mucha fe, no surge la duda,
pues la elección se toma como la opción que emana de la sabiduría
que otorga la confianza en uno mismo y el equilibrio entre el corazón y
la mente.
Adentrarnos
en el momento presente es la llave del éxito en cada situación concreta
que nos descubre el telón de la vida. A veces, el
éxito nace del error.
Autora texto e imagen: María Jesús Verdú Sacases.
Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual
Texto e imágenes inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual