lunes, 23 de julio de 2012

Discurso de la Papisa (2)

Sigo notando la presencia discreta de la Papisa, cuya sabiduría se dirige directo a tu corazón:

Seduces a la brisa con esas alas inmensas que abarcan corazones que ansian despertar. Con movimientos suaves y sutiles, consigues hacerlos salir de su letargo y darse cuenta de las maravillas que les circundan. Un reguero de luz se desploma alrededor de tu aura, es como una idea divina que se enciende para iluminar tu mente. Se cae, entonces, ese telón de acero que consiguió doblegarte y te quedas en tu verdad desnuda y vacía. Ya no hay rastro de duda, sólo de la certeza del instante que siempre ha sido tu mejor amigo y aliado. 
Extiendes esta gran victoria a tu paso sin buscar nada ni tener objetivos. Te has convertido en el ejemplo de tu enseñanza y eso crea seguidores. 

En el silencio de tu corazón, rodeas de paz a tus pensamientos, siervos de tu ser y llenos ahora de luz. Cada forma de vida que se te acerca resulta la adecuada. Sin juicios ni límites, tu realidad cogra más vida que nunca y admiras su enorme perspectiva, posibilidades y margen de acción donde todo se entrecruza en un equilibrio perfecto, propio de artesanos diestros o de tejedoras del destino. 


Desde la nada brindas al instante tu mayor reflejo y cada segundo se convierte en ese riachuelo cristalino que siempre fluyó por tu corazón. Todos somos ríos cuya transparencia nos retorna a las raíces, a nosotros mismos, a esa cristalinidad sublime del ser donde nos espera o queda lo que somos realmente.  
  
Sin nada, vacíos, libres de todo, encontramos la mejor de las riquezas: la del ser pletórico, en libertad, en estado salvaje, puro, carente de todo lo añadido. 

Como una niña preciosa y sonriente que te pide en el parque que cuides de su juguete, mientras ella corre a jugar con su hermana, tú confías en que la existencia te ofrezca el abrazo maternal de sus cuidados y sus mimos. El mayor de los afectos es permitir la creatividad de cada uno. Así,  la tuya se escapa por cada poro de tu piel y nadie va a cortar ese flujo de identidad con uno mismo pues la creatividad es el mayor de los dones. Existe creatividad en todo lo que es auténtico o inocente: en los niños, que intuitivamente saben que pueden confiar en ti, también en la manera de sobrevivir de los animales, en el respirar de la vegetación, en la belleza con que se alzan las montañas y en el sabio proceder de la humanidad. Todo lo que te haga sentir bien a ti y a los demás, es creativo.
  
Como la falda de una muchacha que se levanta con el viento, la vida a veces juega con nosotros y nos gasta bromas. Considerar las bromas agradables que vienen a fortalecernos y aleccionarnos o como desagradables, que vienen a hacernos caer, es nuestra elección. 

La vida vivida despacio es cuando más permite el flujo creativo de cada uno porque te detinenes a sentirla. Cuando vives despacio, pierdes frecuentemente la noción del tiempo, no te da la sensación de que se te escapa, sino que actúa a tu favor y a tu ritmo. Es, entonces, el tiempo un aliado que te dice que te tomes el tiempo que necesites para sentir, entregarte a la sensación del ahora y permitir a su vez que todo emane vida. De este modo, un doble efecto actúa en tu existencia, lo que sientes en tu interior, afectará inevitablemente a tu exterior. Si en tu interior siempre vivencias cuentos de hadas y los escribes, tu exterior va a estar repleto de tus personajes a los que vas a contemplar desde tu escenario en perspectiva, ayudándote a ser más neutral y ecuánime, pues las cosas vistas desde afuera nos convierten en los mejores monarcas, aquellos que toman sabias y objetivas decisiones que tú plasmas siempre en tus cuentos. 

Pule tus herramientas interiores y el exterior fluirá con maestría y una genialidad que excederá a tu imaginación. Tiñe de realidad tus cuentos, tiñe de fantasía tu realidad y te asombrará o fascinará lo subliminal de tu escenario. Lo divino se manifiesta en cada obra de creatividad y dedicación o servicio por pequeño que sea.  

Cada acto desinteresado es una muestra de amor que seguirá permaneciendo en el mundo, cuando te vayas. Lo negativo debe impulsarte a potenciar lo positivo y, luego, a tratar de ser más ecuánime, más neutral para ver que, en realidad, no existe ni el bien ni el mal sino que todo sucede porque no sabemos hacerlo de otro modo y porque tuvo que ser así para que la vida pudiera ofrecerte un regalo, una valiosa lección o, simplemente, a veces hay que rendirse al misterio mágico de la vida y no pedir explicaciones. Aceptar lo que nos pasa, no nos hace sucumbir a las preguntas insidiosas a las que nos somete el ego, lleno de dudas, vacilaciones, exigencias o miedos. Podemos aceptar, aunque no compartir algo con lo que no estamos de acuerdo. Podemos aceptar y compartir. Podemos no aceptar y no compartir. Siempre tenemos libertad de actuación pero cuanto más despojados estemos de nuestros juicios y prejuicios, menos manipulación y contaminación emocional pasará por nuestros actos y, por tanto, mayor muestra de nosotros mismos le rendiremos al mundo. 


En el miedo a perder, a veces, ganamos la mejor de las batallas, al darnos cuenta de que, a pesar de todo, nunca dejaremos de sentir nuestros pasos, la ropa que nos viste, la luz del sol sobre nuestra espalda, el paso de la brisa que nos sigue recordando que estamos ahí, vivos, aquí, presentes, y tan libres y desposeídos que ya no tratamos de agarrarnos a nada. Esa es la mayor de las libertades y nos confiere la mayor confianza en nosotros mismos y fe en nuestro camino, a veces, paradójico pero no por eso menos mágico, asombroso, fructífero o perfecto en cada trazo. Y es que los tejedores del destino, nos entregan el hilo, la madeja y la aguja para que creemos en cada momento presente nuestro tapiz particular y mostremos de lo que somos capaces sin depender de la aprobación de los demás sino tan sólo del alineamiento con nuestra misión de vida. Esa alineación se construye sobre la quietud del espíritu, desacelerando los pensamientos, dejando de correr, de competir, de compararse o prejuzgar. 

Cuando estamos vacíos de lo que creíamos que éramos, no existe nada que apartar ya que la realidad se nos muestra inclusiva y a sabiendas de nuestra verdad nos convertimos en los propios tejedores de nuestro destino. Este es el rol que debe desempeñar cada uno. Todos somos nuestros propios maestros. La verdad es lo que alienta cada maestría a pesar de la opinión de los demás y esa verdad es la que hemos venido a conocer y descubrir. ¿Cuánta verdad hay en tu vida?   

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