viernes, 18 de mayo de 2012

Los pasteles de mamá



Érase una vez una cocina mágica donde una mamá cocinaba con todo su amor dulces postres y deliciosa comida cargada de la dulzura que una madre dedica a sus hijos. Esta mamá dedicaba sus mimos y su vida a su pequeña hijita con la que jugaba a las cocinitas. Su hija se había convertido en una ayudante de excepción en esa cocina compartida por ambas y que se había convertido en una original sala de juegos en la que la niña estaba aprendiendo el poderoso poder de la creatividad y el buen sabor de una vida en la que su madre le enseñó a amar. La niña solía soplar y hacer volar el coco rallado el cual se esparcía en el aire y caía lentamente sobre el suelo de la cocina. Su mamá le explicaba cuentos sobre las hadas y por eso la niña imaginaba que los puntos de coco rallado eran pequeñísimas hadas de luz que volaban alrededor de ellas dos.

La niña decoraba con el coco rallado las tartas de chocolate que su mamá preparaba y de este modo les daba el último toque junto antes de servirlas.

Un día su mamá leyó un anuncio sobre un prestigioso concurso de cocina de repostería y decidió participar en él. Cuando se lo contó a su preciosa hija ésta no cabía en sí de gozo.

-Te ayudaré con gusto, mamá, y te aseguro que tus pasteles serán los mejores- dijo la niña.

Su mamá presentaría a concurso un original bosque de chocolate de colores. En cada rincón especial de ese bosque, la mamá colocó un pastel, pero los pasteles cada vez se adentraban en lo más profundo del bosque... La madre le explicó a su hija que los pasteles representaban las señales que envía el corazón a las personas para que se animen a explorar su interior con el fin de descubrir tesoros y talentos ocultos que afloran a la luz, cuando nos empeñamos en crecer espiritualmente.

-Es entonces cuando el latido de nuestro corazón se convierte en nuestra voz interior y ella nos muestra nuestro camino y nunca nos deja de la mano- contó la madre a su hija.

La niña disfrutaba escuchando las sabias palabras de su mamá y ayudándola en la preparación de esos pasteles que cada vez más se acercaban al corazón del bosque.

La mamá y la hija ganaron el concurso pues consiguieron encandilar a un jurado que se mostró entusiasmado ante la idea de plasmar la victoria del corazón sobre la mente, la cual a veces nos juega malas pasadas.

En el jardín de su casa la mamá sigue jugando hoy con su hija y, al final, ella siempre acaba preguntándole:

-Mamá, ¿cuándo prepararemos más pasteles?.


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