viernes, 13 de enero de 2012

Recordando en el río del alma

Desde este asiento sobre el lecho del río, me siento una testigo de excepción de su belleza natural, esa belleza que nunca cesa de fluir y que posee la capacidad de apaciguar a los que la contemplan en su transcurso.

Su sonido perfecto transfiera armonía y eleva el ser en un contacto íntimo con la naturaleza en nuestra cualidad de hijos de la Tierra.

Me emociona sentirme una con el alma de este entorno paradisíaco que me hace revivir mis días de infancia en las montañas, aquellos días en los que imaginaba jugar con las hadas a hurtadillas...

Aquí regreso a mis orígenes, a aquello a lo que pertenezco y que me recuerda que he pasado demasiado tiempo olvidándome de mí misma y que mi derecho divino es sentir el ahora en toda su amplitud y grandeza.

Sentir es algo que a veces se nos niega, con tantas prisas, exigencias y competitividad. Sentir es algo que hay que recuperar a toda costa para poder conectarnos a la fuente de vida que nos ha sido dada.

Respirarla en cada poro.

Cabalgar sobre cada latido hacia nuestra verdad.

Hurgar en nuestro interior y permitir que aflore la luz.

Desempolvar nuestros sueños e infundirles aliento de vida. Ésa es la valentía de vivir desde uno mismo.

Difundir la belleza que hemos descubierto gracias a nuestros recursos interiores.

Promulgar a los cuatro vientos que gozar la vida es plasmar la autenticidad en cada acto.

Rodearse de personas sanas, honestas y nobles.

Compartir nuestros tesoros con una relación libre de condicionamientos.

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