viernes, 2 de septiembre de 2011

El mundo mágico de los saltos


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Érase una vez una liebre saltarina, un canguro, un saltamontes, una pulga y una rana. Todos compartían la afinidad de desplazarse saltando y de ser capaces de recorrer grandes distancias de salto en salto era algo que les apasionaba y que reforzaba el vínculo de su unión.

Además, todos tenían el mismo sueño: ser capaces de quedar suspendidos unos instantes en el aire cuando sus saltos alcanzaban su punto de altura máxima. Sin embargo, ¿cómo conseguirlo? Les resultaba imposible. Tras las hojas de un helecho, se hallaba oculta un hada, que había escuchado sus pensamientos y a la cual le había enternecido la sinceridad y la autenticidad con la que estos animales perseveraban en pos de su sueño. Así que el hada les trasladó con su magia hasta una cueva oculta a los ojos del mundo donde habitaba una reina de las hadas cuyo aliento mágico era capaz de inspirar a los soñadores y dotarles de las herramientas necesarias para que sus sueños cobraran alas.

De pronto, nuestros amigos se vieron envueltos de una nube mágica de los colores del arco iris impulsada por una brisa de estrellas doradas y radiantes, sobre la que llegaron como por arte de magia al hogar de la reina de las hadas. El hada que lo había hecho posible, se despidió de ellos en silencio y en secreto y desapareció tras el manto de discreción y de invisibilidad que le permitía ayudar a los demás sin que nadie se percatara de su presencia.

La reina de las hadas recibió cariñosamente a nuestros sorprendidos amigos, aunque en el fondo de su ser eran conscientes de que estaban allí porque alguien había escuchado sus pensamientos parlanchines.

-Bienvenidos a mi humilde morada –les saludó la reina de las hadas-. Un hada os ha enviado hasta mí para ayudaros a conseguir vuestro sueño.
-Nuestro sueño es imposible –replicó el saltamontes.
-Es aconsejable aprender a no ser limitantes con las palabras pues ellas encierran un gran poder –dijo el hada.

Acto seguido, el hada les habló de la existencia de una dimensión similar a la del sueño cuya vibración ensoñadora era sutil, ligera y liviana y toda acción cobrada en ella podía tomar tal cariz de modo que era posible quedar en suspensión en el aire en el punto más elevado de un salto. El hada sopló sobre ellos su aliento de luz y de pronto aparecieron en un lugar diferente y nuevo donde habían cobrado la habilidad de dar enormes saltos en los cuales podían quedar suspendidos en lo más alto.

Al principio, les costaba y para estar más tiempo arriba, apretaban las piernas en un suelo inexistente con la esperanza de que eso prolongara quedarse en suspensión. Les parecía que era una forma de controlar su permanencia arriba, pero el hada les dijo que, simplemente, se dejaran llevar por la magia del instante y que renunciaran a cualquier control sobre la situación pues, si no lo hacían así, no permitían dejar ser a la situación y obstaculizaban el natural y sabio devenir de cada instante.

-En vuestro planeta, cuando un surfista se halla en la cresta de la ola, sabe que podrá surcarla con éxito, simplemente entregándose al momento. Confía en su osadía y en su habilidad y sabe que no hay nada que temer. Intentad sentir lo mismo en el punto álgido de vuestros saltos –les recomendó el hada.

Lo intentaron y ¡no se lo podían creer! ¡Lograron permanecer quietos unos instantes en el aire en lo más alto de cada salto! ¡Como un surfista! Además, los parajes que contemplaban desde lo alto parecían haber cobrado movimiento pues en cada salto, los paisajes desfilaban en un carrusel de imágenes que no cesaban de mostrarse como un tiovivo de rincones desconocidos, en danza ante ellos. Lo vivían como si estuvieran en medio de un juego donde nada estaba quieto salvo ellos, levantados en el aire. ¡Qué mágicos instantes! Ese lugar mágico, juguetón y danzarín respiraba a través del movimiento de imágenes en la superficie impulsadas por un extraño corazón cósmico.

-¡Qué gozada! –dijo la liebre.
Desde allí la pulga, la rana y el saltamontes se sintieron tan grandes…
-¡Me quedaría siempre en este mundo de saltos mágicos! –confesó el canguro.

Todos estos animalitos se percataron del hecho de que al estar en lo alto de su salto y contemplar el paisaje en movimiento, la sensación de libertad era tal que aterrizar no tenía sentido pues en el suelo no había estabilidad, sino acción y movimiento. Entonces se dieron cuenta de que estaban en un mundo hecho para ser saltado. Y éste fue el regalo del hada para nuestros amigos. Sin embargo, sabían que no podía durar siempre. Entonces el hada les dijo que así era y que en breve retornarían a su lugar de origen donde creerían que todo había sido un sueño. Y así sucedió, pero en lo más hondo de su alma, ellos estaban seguros de que ese sueño lo habían vivido con la emoción de un niño. A su regreso, el grupo de animales siguió saltando y en cada salto, se acordaban de su hada protectora.
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