domingo, 21 de agosto de 2011

El niño y el cervatillo


Érase una vez un cervatillo que, cuando estaba paciendo en el bosque, descubrió a un bebé que estaba solo, durmiendo tapado con una manta y acurrucado en el suelo de la selva. El niño estaba soñando y se le veía tan feliz que el cervatillo se quedó ensimismado mirándolo y dejándose atrapar por las sensaciones que emanaban del niño. Además, la ternura y la inocencia, que desprendía el bebé, cautivó al cervatillo de tal manera que no podía apartar su mirada de él. El animalito sabía que en esos momentos el niño estaba creando momentos fascinantes y… ¿por qué no compartirlos con él?

El cervatillo se imaginó a ambos creciendo juntos y siendo grandes amigos. Contempló en su mente como jugaban y disfrutaban de los instantes que la vida les regalaba, enriqueciéndose y alentándose mutuamente con aquella alegría innata que sostiene el ser. Ambos se sentían ligeros, livianos y libres para vivir en paz. Su corazón sonreía y cada latido les invitaba a seguir recreándose en el juego de la vida, fundiéndose con la vibración del alma de las estrellas.

El cervatillo veía como el niño seguía tumbado en el suelo pero sentía que la criatura caía por un abismo suavemente. Sin embargo, su rostro expresaba tanta serenidad y confianza que ya no había miedo alguno que sentir sino aceptación y entrega. De algún modo, el alma del cervatillo quería seguir caminando al lado del alma del bebé, aunque fuera cayendo junto a él y, de este modo, el cervatillo siguió su camino junto al niño, sabiendo que cada paso del camino los conducirían a donde sus almas estaban predestinadas. En este momento, la madre del cervatillo se acercó a su hijo y, amorosamente, le lamió el hocico. Su madre le preguntó qué hacía esa encantadora criaturita humana allí y el cervatillo le respondió que era su amigo y que estarían siempre juntos.

-Entonces, vámonos los tres –respondió la madre-. Y se llevó a ambos y los crió pero cuando el niño se convirtió en adolescente, se hizo su propia casa de madera en la selva y desde ese momento fue él quien acogió en su hogar a ellos.

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