viernes, 22 de julio de 2011

Cuento del hada que sorprendió al chico


Érase una vez un hada que estaba observando a un joven humano, que se había adentrado en el bosque. Al hada le gustó el color de sus ojos y esa humanidad que desprendía el corazón del muchacho. Esta sensación embriagaba al hada pues le llenaba el alma de frescura, gracia, inocencia y espontaneidad. Sin embargo, el hada cometió un pequeño error y es que se acercó demasiado al chico, tanto que él se dio cuenta de que el hada estaba allí. Esto enfureció al hada ya que a las hadas les molesta sentirse descubiertas, sin embargo, ellas encuentran natural observar a los demás sin ser vistas, pero es algo innato en ellas que las protege. De hecho, a veces para ayudar a las personas, ellas necesitan observarlas largos períodos de tiempo para entrar en contacto con sus emociones y, de este modo, despertar talentos o dones ocultos.

No obstante, el hada decidió enfadarse con el muchacho y hacerle una travesura. Pero enseguida se arrepintió de tal decisión pues esta hada no era un hada corriente sino que en anteriores existencias había vivido como persona para conocer mejor así la naturaleza humana y regresar mejor preparada a su estado original de hada. Además, haber estado en el planeta Tierra sintiendo desde el corazón y experimentando los sentimientos humanos, le había permitido reconocer e integrar la compasión, la comprensión y la empatía y, de esta manera, ella podía ahora, desde su dimensión hadada, impedir que sus rabietas de hada detonaran en fechorías que justificaran su aleccionamiento a los humanos desprevenidos, sino, más bien, avanzar hacia un aleccionamiento ejercido de modo más sabio, paradójico y vivaz que proporcionara al humano un aprendizaje más profundo gracias a un alma hadada de luz íntegra y amorosa. Estar entre humanos le había permitido purificar características de las hadas para, así, transformarse en un hada más comprensiva y humilde, casi de naturaleza angelical, una vez encontrado el equilibrio entre el cielo y la tierra.

Así que el hada, simplemente, se esfumó delante del muchacho, el cual se había sorprendido de su presencia, sin embargo, casi lo dudaba ya que las hadas son muy rápidas, discretas, sutiles y ligeras. No obstante, justo antes de desaparecer ante sus ojos, el chico había oído un aleteo, tan fuerte y tan claro que le pareció imposible que fuera el de un insecto o el de un pájaro, pues los pájaros no baten sus alas tan rápidamente y los insectos no tienen alas tan grandes que produzcan el ruido perfectamente sonoro y audible que el joven había creído escuchar. Además, oír ese sonido inusual le había dejado una tremenda sensación de paz y de incertidumbre a la vez: ¿había sido real?. Pero así son las hadas: paradójicas y sublimes a la vez.

Esa misma noche el hada se le apareció en sueños y desde entonces el joven suele regresar al bosque con la esperanza de encontrarla, pero nunca más lo ha vuelto a conseguir, pues el hada estaba muy ocupada en la Escuela de Hadas, enseñando a otras hadas todo lo que ella había aprendido durante su larga estancia en el planeta Tierra. Sin embargo, desde la Escuela el hada le envió al joven una experiencia que destapó su luz interior y que lo adentró en caminos espirituales que ahora él comparte con otras personas, alumbrándolas con su luz. Y, resulta curioso, pues cuando el joven visita el lugar donde vio al hada en el bosque, siente como la luz de su hada lo arrulla y lo abraza.

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