viernes, 22 de abril de 2011

Cuento del gnomo por el planeta Tierra


22 de abril de 2011: el día del planeta Tierra.

El Día de la Tierra es un día festivo celebrado en muchos países el 22 de abril. Su promotor, el senador estadounidense Gaylord Nelson, instauró este día para crear una conciencia común a los problemas de la superpoblación, la producción de contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales para proteger la Tierra (http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_de_la_Tierra)

La autora del blog:

http://luzysolyluna.blogspot.com/

nos anima a sumarnos a esta iniciativa y yo lo hago encantada a través de mis blogs Trabajo con seres de luz y Zona lluminada. Aquí os dejo el enlace sobre las meditaciones para y por el planeta Tierra que he creado para celebrar esta festividad del 22/04/2011 en mi otro blog:

http://trabajoconseresdeluz.blogspot.com/2011/04/meditaciones-por-el-planeta-tierra.html

Por mi parte, en Zona Iluminada he escrito un cuento para la concienciación sobre la necesidad de respetar y cuidar a nuestra madre Tierra. Espero que os guste.

Érase una vez un gnomo que habitaba en un claro de un bosque tan sagrado que era considerado mágico pues albergaba almas pertenecientes al mundo de los seres elementales que contribuían al cuidado del manto verde que cubría la superficie de sus valles. Además, al caminar por el bosque, las emociones se tornaban ligeras como si en cada paso del alma brotaran alas que nos trasladasen a la certeza de saber que estamos allá donde pertenecemos. Las aguas mansas y transparentes del riachuelo, que fluían confiadas en aquel bosque virgen, transmitían una sensación de paz que aquietaba el ser y que conectaba a quienes las bebían con el núcleo del planeta, disfrutando de esa energía roja que emanaba del centro de la tierra mientras les acariciaba y enternecía el corazón a la vez que purificaba sus sentimientos.

El gnomo siempre bebía en el riachuelo al amanecer, cuando las estrellas se escapaban del cielo y la luna se escondía detrás del sol. Con los primeros rayos anaranjados y rosados, su rostro se reflejaba en la superficie como un espejo que le devolvía su imagen soñolienta y fresca en los primeros instantes del día que nacía. Cada nacimiento de un nuevo día al gnomo le parecía un milagro que le emocionaba hasta tal grado que a veces lloraba ante la belleza del nacimiento del astro rey que venía a ejercer su papel de emperador del horizonte. Con lágrimas en los ojos, el gnomo retornaba al árbol donde habitaba y lo abrazaba, esperando escuchar su latido y su dulce voz. Con el juego de luces durante el transcurso del día se formaba un claroscuro de sombras y luz entre y desde las ramas de los árboles en dirección al suelo húmedo cubierto de musgo, de setas y de hojas secas que el gnomo presenciaba, deleitándose en cada matiz de sus contrastes.

Una cría de conejo andaba perdida por el bosque y se dirigió al gnomo para preguntarle si había visto a su madre.

-Tu mamá debe de estar muy preocupada, buscándote. Desgraciadamente, no la he visto pero llamaré al Hada de los Vientos para que le pregunte al viento donde está.

El gnomo llamó con el aliento al Hada para que ésta contactara con la corriente de aire que en ese momento estaba respirando la mamá del conejito para poder conocer su posición exacta. El Hada de los Vientos percibió enseguida el aliento del gnomo y con el pensamiento le indicó al gnomo donde estaba la mamá conejo. También le dijo que ella misma llevaría al conejito hasta su mamá. En un abrir y cerrar de ojos, el´Hada se apareció ante ellos, saludó al gnomo y tomó al conejito entre sus brazos para llevarlo volando hasta su mamá.

-Gracias gnomo, gracias Hada –dijo el conejito.

El gnomo adoraba vivir en el bosque y perderse en la brisa, en la suave corriente de aire que rozaba con sus oídos produciendo un sonido tan relajante que parecía que emanaba del alma de la naturaleza. Lo que más amaba el gnomo era el planeta Tierra, esa esfera de agua y de tierra que le había robado el corazón. Su amiga el Hada de los Vientos le contó una vez que en una anterior encarnación, ella era otro tipo de Hada que habitaba en el Universo y que un día se sentó sobre una estrella para contemplar la paz y la perfección del planeta azul. Era tanta la belleza que ese planeta esférico irradiaba en el Universo, que el Hada se enamoró de él hasta el punto de desear encarnarse en otra clase de hada que le permitiera habitar en la dimensión de la naturaleza verde de Gaia y de ofrecerle su luz hadada. Y así lo hizo.

El gnomo también había firmado un compromiso con nuestro planeta desde su nacimiento pues su misión era la de proteger a la flora y la fauna en colaboración con otros seres de luz. Por eso el gnomo vivía en el bosque desde siempre y sentía que el techo de estrellas cobijaba sus sueños y que las nubes danzaban con la melodía del trino de los pájaros, mientras hadas, elfos y ángeles velaban por la humanidad.

Para el gnomo era una bendición habitar el planeta desde el respeto y la concienciación por el entorno natural y los ecosistemas terrestres. El gnomo no concebía su existencia sin el planeta Tierra al cual consideraba como un milagro.

Todos los elementales perciben al planeta como un ser sintiente que merece respirar afecto, comprensión, entendimiento y aspirar la pureza de la luz de quienes lo habitan. Todos emanamos luz de nuestro interior. Es la luz del alma, la luz del ser que debemos consagrar al planeta y manifestarla en forma de actos de respeto, compasión y amor a este planeta que nos ha sido dado por derecho de nacimiento. Es la misma luz de la que los seres elementales son conscientes y de la que todos podemos tomar consciencia en honor a La Tierra y en el nuestro.

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