viernes, 24 de diciembre de 2010

La higuera del jardín de la princesa


Érase una vez una princesa que vivía en un hermoso palacio en cuyos jardines se hallaban dos enormes higueras. La joven princesa era una amante de la naturaleza y adoraba a los animales y a las plantas por lo que se sentía orgullosa de sus dos bellas higueras y cada mañana, cuando despertaba, iba corriendo al jardín real para agradecerle a estos árboles su presencia, la agradable sombra que le brindaban sus hojas y ramas y el agradable sabor de sus frutos. La princesa realmente se alegraba cuando podía recoger y saborear los higos.

Sin embargo, un día una de las higueras empezó a enfermar hasta morir. Nadie puedo hacer nada por ella a pesar de los cuidados y de los remedios que le suministraron la princesa y los súbditos de palacio.

Ver morir a la higuera hizo entristecer tanto a la princesa, que ese año apenas sintió el espíritu de la navidad. Perder a la higuera la hizo sentirse más sola esas navidades. Sin embargo, aquella experiencia le enseñó que debemos reconciliarnos con el ciclo de la vida y de la muerte a pesar del sufrimiento que nos ocasiona. A pesar de ello, asumir esta valiosa lección, no le trajo de vuelta a su añorada higuera, pero aprendió a valorar más a la otra y también al resto de los árboles de su jardín. Cada mañana, la princesa los regaba y estaba pendiente de su crecimiento.

Además, los saludaba e incluso les hacía una ligera y divertida reverencia para honrarlos para después proseguir su paseo matutino por los alrededores de palacio. La princesa consideraba este paseo como una bendición que tenía la fortuna de disfrutar cada día. Lo hacía con calma y siendo consciente de cada paso y de todo aquello que estaba sucediendo en su jardín como una forma de abrirse de modo natural al instante. De este modo la princesa se sentía florecer en su paseo a cada momento ¡y en su propio jardín!


La actitud de la princesa estaba siendo observada desde hacía algún tiempo por duendes bondadosos que decidieron premiar el buen corazón de la princesa y su sincero amor por la vegetación del jardín.

Un día la princesa se despertó al amanecer y lo vio tan bello, bañando el jardín con su luz morada y rosada, espolvoreada de nubes naranjas y rosadas, que se arrepintió de no haberse dado cuenta antes del regalo que supone la belleza del nacimiento de la luz del sol, aquella luz que despide a la oscuridad de la noche, mientras le hace un guiño al nuevo día. Así que, la princesa agradeció enormemente haber sido testigo de tan sublime momento.

Un impulso la llevó al jardín y cual fue su sorpresa cuando descubrió que un nuevo brote de higuera estaba creciendo al otro lado del jardín, lejos de la higuera que había permanecido viva.

-¿Cómo es posible que esté creciendo una higuera tan lejos de las dos que había? –se preguntó la princesa.

Una voz suave y dulce le susurró:

-Habrán sido los pájaros-.

Pero la voz se esfumó con los rayos que abrigaban el nuevo día y la princesa creyó que los pájaros del jardín habían traído las semillas allí.

No obstante, lo que la princesa desconocía era que los duendes bondadosos habían pedido a los pájaros que sembraran esas semillas como regalo para ella. Desde entonces, la princesa sonríe más y cada navidad nos se olvida de agradecer ese regalo especial que nunca olvidará y que no se olvida de cuidar y apreciar.

Aquí os dejo mi felicitación navideña:


Las hadas y los duendes revolotean en torno

al árbol de Navidad

y dejan caer su luz mágica

sobre la estrella que corona el abeto.

Desde la luz de la magia y de la bondad:

Safe Creative #1012248129039

¡Felices Fiestas a todos!