sábado, 26 de junio de 2010

El hada y el niño triste


Érase una vez un hada que quería acercarse a un niño. Ella reconocía tristeza en el corazón del niño. El hada se había adentrado en las emociones del niño y se respiraba en ellas una sensación de desolación interior.


Al niño le costaba reír y aunque el hada se esforzaba por transformar su entorno en alegría y diversión, no conseguía arrancarle una sonrisa al niño.




Al final el hada optó por rodear al niño con el calor de sus alas y con la calidez reconfortante de su luz feérica. Al percibir el niño algo en él que le transmitía confianza y seguridad, la expresión de su rostro cambió y esbozó una ligera sonrisa. No sabía lo que era, pero algo en un su fuero interior lo hacía sentirse bien.


Así que el hada siguió envolviéndolo en su halo luminoso y desplegó todos sus recursos a través de las infinitas posibilidades de su magia. Al final, consiguió que el niño dejara de estar triste. Gracias al niño, el hada había aprendido a ser un hada mejor y a transformar la tristeza humana en alegría pues el niño se había vuelto un niño risueño y gracias al hada, el niño desde entonces creyó en las hadas.


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