viernes, 2 de octubre de 2009

El artesano y la pobre chiquilla


Érase una vez un artesano que trabajaba de sol a sol para poder mantener a su familia. Apenas dejaba su mesa de trabajo movido por el sincero interés que imprimía en su tarea y por el amor que sentía hacia los suyos, quienes vivían de su escaso salario. Tampoco disponía de mucho tiempo para dedicarse a sí mismo y para poder compartirlo con los suyos y ni mucho menos podía permitirse el lujo de poder sentir la brisa de la mañana deslizándose en su rostro, pues siempre estaba encerrado en su taller artesanal.

Sin embargo, en lugar de lamentarse por su situación, él bendecía cada minuto que podía emocionarse con cada una de las bellas piezas que esculpía y que después vendía para poder mantener a los suyos. Adoraba a sus hijos y a su encantadora esposa, que siempre le servía un plato caliente en cada comida y le dedicaba la mejor de sus sonrisas. Nunca le reprochaba nada y sus hijos tampoco. Y aunque eran pocas las horas que podía brindarles, él se sentía agradecido por cada instante que la vida le regalaba junto a ellos pues el calor familiar le aportaba una confianza y seguridad únicas.

-En verdad, mi mejor obra es la familia que he creado – se repetía cada día el artesano.

Durante su agotadora jornada, miraba por la diminuta ventana cuando salía el sol al amanecer y cuando se ponía.
-¿Cómo será sentir sus rayos al aire libre, en libertad? - se preguntaba y seguía trabajando y trabajando…

Un día una chiquilla pobre de aspecto desaliñado llamó a la puerta de la humilde casita donde vivía la familia y el artesano le abrió la puerta.
-¿Podría darme unas monedas? – preguntó al artesano.
-No - le respondió –. Apenas tenemos para subsistir, pero quédate a comer.
-Por supuesto – asintió complacida su esposa.
Así que la chiquilla entró… y cual fue la sorpresa de la familia cuando descubrió su hermoso rostro, bañado de luz. ¡Era el rostro de un hada!

-Soy esa luz que miras de sol a sol, la luz de tus sueños y de tu fuerza de voluntad, la luz de la ilusión que imprimes en cada momento. Esa luz de humildad y de agradecimiento que ves al salir y al ponerse el sol y que hace que en lugar de quejarte, aprendas a reconocer lo sublime de cada momento: algo que escapa a los demás...
-Soñé contigo la otra noche… musitó el artesano.
-Sí –le dijo el hada-, era mi aviso y he venido a buscarte a tu familia y a ti para llevaros al Bosque Encantado, aquél en el que el sustento que necesitan los tuyos aparece de forma natural cada día, como la brisa de la mañana y la luz del sol, que tanto deseas sentir… Esa brisa y esa luz de tus sueños, aquellos que tú tan sabiamente y pacientemente sabes crear y compartir con humildad y bondad: esta es mi magia para ti.

Cuento publicado en Editorial Letras Nuevas de Buenos Aires (Argentina) :

http://www.letrasnuevas.com.ar/revistaliteraria01_archivos/009.htm