sábado, 12 de septiembre de 2009

A Uriel y un cuento del Hada de la Paz...



Uriel, me acurruco en tu luz,
mientras me envuelves en tu manto angélico,
entre pliegues de amor y de paz,
cuando las estrellas se apagan
y los primeros rayos del alba
empiezan a filtrarse en mis sueños.

Cierro los ojos
y me aletargo al compás
de la serenidad y el flujo bendito
de tu divinidad,
que me hace sentir en completa armonía,
cuando visualizo tu imagen
y me duermo con ella.




Cuento del Hada de la Paz

Érase una vez un aprendiz de hada, un hada humana, que, tras su iniciación en un templo esotérico de luz, recibió el nombre del Hada de la Paz. Al despedirse de aquellos seres que la habían iniciado en la clarividencia y la autoexploración interior, recibió la mejor de las bendiciones: a partir de ese momento ella llevaría de la mano a dos hadas más y a una tercera hadita, que necesitaba más que las demás, la luz que ahora irradiaba del alma de nuestra aprendiz, pues la luz de esta hadita era débil y necesitaba llenarse de ilusión.

Así que ella tomó de la mano a la hadita carente de luz, mientras las otras dos partieron volando tras el Hada de la Paz, quien poseía el don de apaciguar la mente humana y alimentar a los demás con su luz feérica.


Tras ese instante ellas siempre estarían unidas por un vínculo de luz, de modo que la hadita inicialmente sin luz, siente ahora para siempre en su corazón la fuerza lumínica que ahora le ha otorgado el hada humana.

Las tres hadas vuelan para siempre alrededor de su hada humana en un círculo eterno que les brinda protección, magia y orientación en el noble arte de guiar a las personas hacia la conciliación de los pensamientos de la mente con los del corazón.

El Hada de la Paz te dice que uno de los secretos de la felicidad es algo tan simple como conciliarse con uno mismo y con los demás.

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